Capítulo 2: Maldito Ricardo.

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Layla Anderson.

Entramos al tanque de guerra tan rápido como pudimos, me detuve tomando aire asustada. Esos cabrones si que olían mal. Cuando volteé a ver a Rick, él estaba igual de agitado, gritó del susto al ver a un caminante a su lado.

-¡Rick, no lo-! -ordené, más me quedé callada golpe escuchando el estruendo del balazo retumbar en mis oídos. -Maldita sea, Rick...

-Vamos a estar bien, vamos a estar bien... -repitió con un tono aturdido. Apoyé mis manos sobre el suelo de metal sosteniendo mi cabeza.

-¿Qué clase de policía eras? -murmuré aún aturdida. Sostenía mi cabeza entre mis manos tratando de calmar el dolor, cerrando mis ojos con desesperación.

-Era un sheriff...

-Eso explica muchas cosas... -susurré, aunque más que nada era la desesperación de estar aquí.

Bien pudimos traer tres shots de tequila, uno para mí, otro para él y otro para Jesucristo que pronto nos va a ver.

-Tenemos que salir de aquí.

-Eso tendrá que ser en un par de horas. Es una horda grande, pero se cansarán, solo... No vuelvas a disparar -expliqué. Señale su arma con desdén y él la miró, asintiendo con la cabeza.

Había pasado tres meses sola, encerrada en una casa rodeada de caminantes. Sabía cómo actuaban, no debería ser muy diferente en la ciudad.

-¿No tenías la misma edad que Carl...? -cuestionó agitado.

-¿Qué edad tiene Carl? -respondí desconcertada por la repentina pregunta.

-Doce.
-Tengo trece.
-Oh... Muy bien...

Rick apoyó su cabeza sobre el tablero del tanque, yo aún estaba confundida por la pregunta. No soy madura para mi edad, soy una niña hocicona que perdió a su padre y hermano.

-Odio aquí - susurré. Me senté a su lado cerrando mis ojos. Trataba de imitarlo, ya que lucía como un abuelito cansado.

-Yo también...
-¡Ey, idiotas! -. Nos asustamos mirando en dirección a la radio. - ¡Si, ustedes, los del tanque!

Rick y yo nos levantamos casi al mismo tiempo gateando hacia el radio. -¡Ah! -jadeó Rick después de estrellarse contra un tubo.

-¿Hola? ¿Estás afuera? ¿Nos estás viendo? -pregunté apresurada.

-Cuántas preguntas, ya me estaban preocupando, ¿Dónde está tu padre?

Yo me apresuré a darle el radio a Rick, escuchando con atención la conversación esperando indicaciones.

Tendríamos que salir... Mierda. Me levanté asustada viendo a Rick hacer lo mismo. Me estaba mentalizando respecto a lo que estábamos apunto de hacer

-¿Estás lista?
-No -respondí sincera.

-Muy bien -me respondió abriendo la escotilla.

Pudrete, abuelito.

Suspiré pesadamente siguiéndolo, apenas salimos yo corrí más rápido que él. Como era más pequeña era más ágil. Antes me la pasaba de changa arriba de los árboles. Por eso, la caída no me dolió tanto.

-¡¿Rick?! -dije su nombre asustada. No lo veía entre la multitud de muertos.

-¡Corre, corre! -gritó con desesperación.

-¡AH! -grité cuando me choque con alguien, le apunte con mi rifle, pero él grito de la misma manera, hasta más fuerte que yo

-¡Soy yo! ¡Por aquí! -exclamó un chico con una gorra. Rick llegó a mi lado, y nos encanunos detrás del chino hacia unas escaleras. -No sé quién de los dos es más idiota -murmuró el chino, una vez estuvimos arriba.

Amor De La Infancia | Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora