Capítulo 8: Conflicto

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Layla Anderson.

Ha esté punto ya no sabría enumerar la cuenta de los días que se resbalaron entre mis dedos como arena, y apenas tenía recuerdos de que había desayunado. Si es que había desayunado algo.

—Maldito hijo de perra... —susurré apuntando mi rifle hacía una persona desconocida sobre una de nuestras torretas, y le disparé sin pensar al ver cómo apuntaba hacia el campo donde estaban Carol y Alex.

Al instante abrieron fuego por mi disparo, y alguien salió de un auto alzando un rifle de asalto en mano disparándo al cielo.

"Maldita sea, ¡Es a mi! ¡No al cielo!". Pensé.

Me lance hacia la torreta cubriéndome del fuego enemigo. Esté solo fue el inicio de nuestro infierno ese día, el gobernador había hecho su presentación.

—Iremos a buscar armas, a nuestro viejo vecindario —. Rick trataba de hacer las cosas más amenas.

—Te mostrare mi casa, Carl. Es un búnker, debe haber mucha comida y tal vez unos tenis que pueda ponerme —agregué mirándolo a mi lado. Él me observó con frialdad, no me ofendí, así había sido las últimas dos semanas, limitándose a asentir con la cabeza.

—Cuídalo bien —pidió Rick, caminando junto con Michonne hacia la estación de policía, nosotros caminamos hacia mi vecindario, a medio camino tomamos unas bicicletas, estaba bastante lejos.

Cuando llegamos me apresuré a sacar las llaves de mi casa, de milagro el abuelito Rick no las tiró en nuestra primera persecución a caballo.

El césped estaba largo, una culebra me morderia el pie si no me cuidaba.

Carl y yo caminamos con cautela hasta la puerta, la cual seguirá con llave tal cual la dejé.

—Cuidado... —susurré. El portón podía estar cerrado, pero alguien pudo entrar por alguna de las ventanas, pero pareció no ser así.

Abrí la puerta y una hume de polvo me golpeó, mi casa estaba intacta. Carl a mi lado se acercó mirando maravillado nuestro alrededor con la misma emoción que yo.

—Es muy grande... —susurró.
—Oh, si, extrañaba este lugar —agregué subiendo las escaleras corriendo.

Fue como si todo se hubiera detenido en el tiempo, como si todo el maldito mundo haya escogido este lugar para emcapsularlo en el pasado.

Entre a mi cuarto, sucio y empolvado. Y abrí uno de mis cajones encontrandome con una caja de zapatos nuevos. Hace dos años me abrían quedados enormes, ahora me quedaban a la perfección.

Me sentía en el cielo. Salí al pasillo y me encontré a Carl a un paso de estar en la primera planta como yo, pero su rostro tenía una sornisa de emoción.

—Hay como ocho garrafones de agua ahí abajo, y mira ésto... —murmuré, antes de ver a Carl enseñándome dos bolsas de frituras que reconocía como sus favoritas.

—¡¿Por qué no habíamos venido antes?! —artículo con emoción. Yo sonreí enternecida acercándome para abrazarlo.

Hace tiempo que no lo veía tan feliz, y eso solo me rompía el corazón, pero aún se sentía completo una vez más. Nos sentamos lado a lado sobre las escaleras, con bolsas de papitas estropeadas en nuestras manos.

—Extraño este lugar —susurré, mirando a mi alrededor.

—Si fuera tú, también lo haría —mencionó, llevándose una papa a la boca.

Estuvimos un buen rato más, nos fuimos solamente porque recordamos la existencia de nuestro papá Rick. Nos daría un sape a ambos si no salíamos.

Sacamos las cosas que nos llevaríamos hacia el pórtico, y partimos camino de regreso con nuestras bicicletas.

Amor De La Infancia | Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora