Capítulo 7: Dolorosa despedida.

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Layla Anderson.

La muerte de Lori había sido una baja tremenda para nuestra moral, podía no ser la mejor guerrera, pero sin duda era la que nos mantenía en pie, como una madre que se preocupaba por todos.

En una de las excursiones de Glenn y Maggie para traer leche para la habían sido secuestrados por un grupo de capitalistas o como quieran llamarlos, ahora mismo eran unos hijos de perra...

Temblé un segundo sintiendo una mano apoyarse sobre mi hombro, reencontrandome con el verde esmeralda de los ojos de Carl. 

—¿Estás bien? —susurró, podía notar la preocupación en su tono. Últimamente lo había visto más cohibido, ya había recuperado el color en su rostro y volvío a comer, pero siempre tenía una mueca levemente entristecida.

—Solo algo preocupada... T-Dog, Rick, Daryl, Michonne y Óscar... Todos se fueron, estoy preocupada por ellos —murmuré imitando su emoción. Lori había sido suficiente perdida.

—Michonne no es de los nuestros —me recordó escéptico.

—Pero nos está ayudando demasiado... Solo, trató de no pensar mucho en eso... Debí ir con ellos.

—¡No! —gritó, asustándome, no me molestó, solo me tomó por sorpresa. Apretaba los puños, mirándome preocupado y negando con la cabeza. Entendí su sentimiento, de solo verlo una pequeña sonrisa se fue pintando en mis labios. —Ya tuve mucho miedo cuando te fuiste la primera vez... Ellos estarán bien. Lo estarán. Deja que Daryl y papá se encarguen de esto.

Suspiré tratando de aligerar mi felicidad, acercándome a él para abrazarlo.

—Pobre, Carl... Se preocupa mucho por mí —me burle.

—Por esto es que no te había dicha nada —murmuró molesto, abrazándome también.

Judick empezó a llorar, yo fue hacia ella encontrándome con Beth y Patricia para ver qué pasaba. Carl no sé a donde se fue. No puedo descuidarlo ni un segundo por que se me pierde, quien sabe si ahora esté dando vueltas por los lugares más recónditos de la prisión.

—¿Qué tiene la bebé hermosa?

Me acerqué a Patricia, ella me entregó a Judith en brazos y empecé a arrullarla con cuidado.

—Muy probablemente hambre, le acabamos de cambiar el pañal —me informó Patricia.

—¿Cómo durmieron? A este paso tendrán que comprarme un jabón para perros.

Yo nunca tuve piojos durante la escuela, el apocalipsis no logrará que los tenga ahora.

—No digas eso...—. Beth me miró conteniendo una risa. Era una realidad. De hecho no, pero me gusta hacer drama.

—Podemos raparte el pelo —sugirió Patricia acaricando mi cabello. Yo la mire asustada negando con la cabeza.

—Si, así como un huevo. Jimmy siempre iba así a su primaria, ¿No es así, Beth?

—Ni me lo recuerdes —exclamó Beth rodando los ojos.

—¿Me hablaron?—. Jim se acercó a nosotros recargandose en la puerta.

Empezó a jugar con Judith a un lado mío, Judith le lanzaba manotazos y Jimmy se hacía el herido por sus ataques.

—Esto es abuso mortal —susurró a mi lado con gracia, sujetando la mano de Judith.

—Estábamos hablando de cortarte tu pelo como en primaria —añadió Patricia.

Este comentario llamó la atención de Jimmy, haciendo que dejará su pelea física, mortal e increíblemente dañina con una bebé.

Amor De La Infancia | Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora