Amor De La Infancia | Carl Grimes

Capítulo 3: Perdidos.

Layla Anderson.

Esperaba que mis días fueran más tranquilos ahora que estaba con un grupo. Vaya que me equivoqué. Esta gente apenas me iba levantando ya estaba gritando.

Es lunes, por Dios, cálmense.

Al parecer... Dios, creí que ésto se acabaría desde que lo dejamos allá tirado. Rick quiere regresar a buscarlo, a buscar a Merle, ¿Merle? ¿En serio, Rick? Bien, hay que apoyar al abuelito.

-Yo también iré -exclamé con calma dando un paso enfrente. Lori me miró preocupada, no muy segura de lo que yo había dicho.

-Genial, no solo cuatro hombres, una niña también -Shane renegó mirando a Rick, con una obvia molestia.

Voy a fingir que no me ofendí. No tenía a dónde ir, tampoco a quién seguir, adónde sea que Rick vaya yo iré. Si él muere, al menos estaré allí para morir también. Juró que no estoy deprimida... Para nada.

-Rick, no puedes llevarte a una niña a ese infierno otra vez -Lori lo regaño en un susurro.

Carl se acercó a mi con cautela, jugando con sus manos. Yo estaba muy cansada como para describir lo adorable que se veía.

-¿Vas a ir con ellos?

Miraba hacia el cielo sobrepensando la idea de que probablemente tenga depresión, pero eso suena muy grave, ¿No? Que feo tener eso.

-Seh... -susurré sobando mi cabeza, y dí media vuelta para verlo en la cara.

"¿La almohada de Glenn tendrá piojos?" Pensé.

-Tu papá es alguien muy genial, volveremos antes de que te des cuenta-. Le sonreí de forma perezosa tocando su hombro.

-Tienes razón.

Carl asintió, yo le dediqué una última sonrisa antes de irme. Subí a la furgoneta sin esperar alguna orden de bajar, viendo a Glenn en el volante.

-Toma el asiento del copiloto antes de que Rick te gane -indicó con gracia, mirándome

-¿La niña también viene? -preguntó Daryl a mis espaldas antes de que él mismo tocará la bocina de la camioneta. -¿Sabes disparar esa cosa? -cuestionó.

Apuntó mi rifle, yo asentí con la cabeza como si un general me lo hubiera preguntado. -¿Qué tan bien del 1 al 10? -dijo, continuando con sus preguntas.

-¿25? -respondí segura.

Mentira, no le daría a un árbol ni aunque lo tuviera a un metro.

-Por lo menos no te vas a morir -agregó antes de volver a lo suyo.

-¿Quién te enseño a disparar? - me preguntó Glenn.

-Miraba muchas películas.

El intentar rescatar a Merle Dixon fue la lucha más estupida en la que he participado, y eso que participe en muchos eventos deportivos en la escuela.

Peleamos contra nadie, no lo encontramos, hasta el maldito nos robó nuestra camioneta. Volvimos solo con la mitad de nuestras armas. Nuestro regresó fue como ir a un funeral, un funeral pudriento y asquero.

-¡Carl!-. Lori abrazaba a su hijo con miedo, mientras yo con una pistola disparaba a todo lo que se volvía.

Con miedo de que algo les pasará a ellos o a los demás. Cuando terminamos todos estaban conmocionados, no sabíamos que hacer.

Andrea lloraba desconsolada abrazando el cadáver de su hermana con horror. Me daba más miedo la dolorosa muerte que tendría si una de esas cosas me mordia que la propia muerte.