Primeras Pistas

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Cuatro semanas de continuos juegos y pláticas, Trancy decidió que era hora de incorporar otra técnica de enseñanza dado que la pequeña Kim era una niña muy dedicada, la cual rápido aprendía a desenvolverse y como todo niño, se adaptaba muy bien a los cambios. 
—Estos puntitos se sienten muy chistosos. Kim repasaba una página de libro con 
la yema de sus deditos mientras Trancy le describía pacientemente lo que 
había en ellos. 
—No son solo puntitos Kim, es un sistema de escritura para invidentes y débiles 
visuales, se llama sistema braille. Es un conjunto de letras y números, y es 
nuestro mejor recurso para aprender a leer y a escribir y de esa forma poder desenvolvernos sin problemas en la sociedad y ser productivos, se le conoce también como cecografía. Fue ideado por el francés Louis Braille a mediados del siglo XIX un día te platicaré sobre él.
Kim se empezaba a familiarizar con el sistema que el profesor le mostraba. La 
pequeña estaba complacida de poder aprender algo nuevo, estaba feliz de lograr algo por sí misma, algo que tendría en común con otros niños de su edad, de manera que podría integrarse mejor en los grupos.
León por su parte trabajaba en su estudio pues ya pronto sería la fecha de entregar el capítulo prometido a su editor, León odiaba la informalidad, así que se hundía durante horas en su estudio mientras las palabras fluían y su imaginación creaba escenarios. Un golpe en su estudio lo sacó de su ensimismamiento. 
—Señor Broks el joven Trancy informa que saldrá a los jardines para tomar un 
poco de sol con la señorita Kim. Y continuarán con sus estudios en un 
momento.
León ensimismado en su trabajo respondió de forma monótona,
—Claro Artur, nada más quédate cerca por lo que pudieran necesitar, porque creo que el instructor aún no esta familiarizado con el espacio y distancia de la habitación hasta los jardines, así que guíalos. 
El mayordomo asintió y se retiró para poder ayudar a ese joven pelirrojo con 
cara de niño travieso, le agradaba aquel joven pues observó el empeño que 
ponía para poder integrar a Kim en la sociedad y se alegraba al igual que todo el personal de ver los cambios que la pequeña daba y sus importantes logros académicos. En la mansión ya no se escuchaban gritos y berrinches, sino educados saludos y parloteos alegres.
Veinte minutos después León se levantó de su escritorio y se asomó por el gran ventanal. 
Necesitaba despejarse pues las ideas ya no venían a su mente, con las manos en los bolsillos fijó la vista en la pequeña pérgola que había en el gran Jardín y observó a Trancy sentado, 
iba vestido con un pantalón de vestir entallado de corte recto color beige y una 
camisa de manga larga en color rosa, y su cabello rojizo rizado se encontraba 
revuelto por el viento. 
Observó las suaves facciones, el rostro ruborizado por el sol y esa perfecta 
sonrisa, Kim estaba en el césped tirada jugando, vestida con un conjunto de short 
rosa, y una playera de algodón con corazones aguamarina, morados y rosas. 
Su cabello lacio y rubio estaba peinado en una coleta alta.
El escritor observaba como platicaban y reían, su hija reía a carcajada suelta y eso es algo que sorprendió enormemente al castaño, ya que su hijita no había reído así en años. Sin darse cuenta al escritor se le llenaron los ojos de 
lágrimas. Esta imagen se quedaría grabada en su mente. La atesoraría pues era una imagen preciosa, su hermosa hijita con ese bello chico ahí relajados siendo dos amigos que se divertían, felices como si nada existiera e impidiera ser ellos los dueños de sus vidas. 
De pronto sintió la necesidad de salir, las paredes de su estudio lo asfixiaban, y 
quería ser parte de ese momento. 
—Trancy, ¿por qué no te tiras conmigo en el césped?, es fresco y es agradable. 
El instructor rió, bueno estoy más cómodo aquí sentado escuchando como el 
viento mece las hojas de los árboles. 
De pronto los dos se alertaron al escuchar unos pasos firmes. Kim frunció el 
ceño. 
León observó que de pronto su hija y el instructor se pusieron tensos. Y 
carraspeó, —perdonen la intromisión. 
Kim de inmediato escuchó a su padre y se levantó de golpe caminando despacio hasta sus brazos. 
León la tomó y la cargo dando muchos besos en el pequeño rostro. 
—Papi hace mucho tiempo que no salías aquí al jardín, ¿te quedarás?
León tan seguro de no ser descubierto por el par, giró su rostro para ver a Trancy, tan lindo con los rayos de sol reflejados en esa mata de fuego, León estaba seguro que nunca había visto a alguien más hermoso o hermosa, simplemente ese joven llevaba una erótica inocencia a otro nivel.
—Claro que me quedaré, digo si no interrumpo. 
El escritor clavó su mirada en aquel rostro de niño esperando una respuesta, sabiendo que ninguno podía verle, pero sí escucharle.
Trancy se arrimó un poco y palmeo el asiento en donde se encontraba en una seña invitando al escritor a sentarse.
Este sin rechazar la invitación se sentó depositando a su hija en el suelo. 
Mientras la niña le detallada todo lo que había aprendido hoy y lo bien que la estaba pasando con su nueva máquina braille. 
Kim era una niña muy perceptiva y especial. 
Trancy empezaba a llamarla la niña del súper poder y eso hacia esbozar una 
gran sonrisa de orgullo a la pequeña. 

Kim bajó al césped a seguir jugando, mientras León se quedó sentado en la misma banca a lado del instructor. 
—Ha avanzado usted mucho con mi hija joven Davis, eso es sorprendente pues 
debo admitir que no pensé que lo lograra en tan pocas semanas de llegar con 
nosotros, León hablaba esbozando una de sus sonrisas varoniles, esas que 
hacían derretir 
a hombres y mujeres. 
Trancy emitió una risita divertida. —Debo confesar señor Brooks que desde la 
primera noche durante la cena pude hacer un estudio y un diagnóstico rápido al entorno familiar de Kim, y eso me ayudó a preparar un plan de aprendizaje de 
manera personalizada. Así que sin querer sonar arrogante, soy muy hábil en detectar situaciones que se escapan a la vista de todos. 
Esto sorprendió aun más a León, quien no recordaba a Trancy comportarse de 
manera diferente durante esa cena.
¿Qué fue lo que usted detecto?... Ahora León estaba intrigado, ya que quería saber que había percibido el chico.
Trancy seguro, y sin intimidarse contestó: —Bueno, usted está muy enfrascado en sus trabajos y la misma falta de conocimiento en cuanto a Kim y sus capacidades le ha hecho proclive a dejarla 
a un lado, pero yo creo que de ahora en más usted será capaz de integrarse al entorno 
de su hijita así como lo hace ahora. 
León observaba a Trancy. A pesar de tener esa mirada vacía, hablaba con una 
seguridad propia de alguien experto. Pero seguía teniendo otras dudas... 
Imagino que al venir usted aquí, ha dejado a sus amistades y a su madre un poco distanciadas... Y probablemente a alguna joven novia.
—¿No es así?... León fingía cierto desinterés al hacer ese comentario, pero lo 
cierto era que moría por escuchar esa respuesta, aunque su entrometida pregunta no era para nada sutil. 
Trancy rió de muy buena gana —Señor Broks no tengo novia, pero no puedo negar que tengo cierta experiencia. 
Trancy respondió sin pudor alguno y eso puso más nervioso al escritor, imaginando o esforzándose por entender hasta dónde llegaba la susodicha experiencia... Cierta experiencia, ¿qué carajo quería decir con cierta experiencia? León empezaba a estar más morbidamente ansioso, más curioso con respecto de ese chico que 
respondía de manera desenvuelta. 
Pasaron largo rato hablando de nimiedades, de cosas rutinarias y León 
aprovechó para que su hija le muestre su manera de percibir las cosas. Ese 
momento valió cada minuto porque entendió que quién estaba ciego era él por no comprender que su hija aprendía y hacía uso de sus otros sentidos para conocer el mundo y poder manejar su realidad.




Ya una vez en su recámara, la niña le contaba a la niñera su experiencia en el 
jardín. 
—Papá me sorprendió mucho hoy al estar con nosotros en el jardín. Nunca había 
hablado así conmigo. Dijo Kim muy contenta mientras Beatriz la vestía después 
de un relajante baño para tomar una siesta. La niña estaba algo adormilada, deseaba descansar pues durante el día había tenido mucha actividad. 
Trancy estaba sentado en el cómodo y lindo sofá rosa que estaba en la recámara de la niña, acompañándola mientras la niñera la cambiaba.
Se escucho el ruido de la niña en la cama, lo cual le indicaba a Trancy que 
estaba arropada, este se acercó y depositó un suave beso en la frentecita. 
Kimberly de inmediato atrapó la mano de su maestro —No te vayas. 

Trsncy sintió el ligero jalón de la niña. 
—Kim, Beatriz te leerá un cuento. Yo también necesito refrescarme y descansar. 
Además tu niñera esta aquí porque te quiere y te va a acompañar.
Beatríz agradecía a Trancy el incluirla en la vida de la niña, pues la mujer genuinamente quería a la pequeña.
—Hoy te contaré el cuento del patito feo, la niñera se escucho segura y contenta, porque que el maestro la tomaba en cuenta. 
Bostezando ampliamente y arremolinándose en las sábanas Kim se preparó 
para escuchar el cuento —Está bien Betty, quiero escuchar el cuento. 
Beatriz agradeció sinceramente la labor del maestro, ya que era la primera vez 
que la niña la llamaba de esa forma. 
ya en la privacidad de su recámara Trancy se dio una ducha y se cambió la ropa por algo más fresco. Se acostó quedándose dormido casi de inmediato. 



—¿Cómo que mi fecha de entrega ha cambiado? León se paseaba impaciente de 
un lado para otro en su lujoso estudio, mientras hablaba por teléfono. 
—Habíamos quedado en que tendría una fecha de un mes para entregar lo que me falta del borrador. La voz grave y varonil resonaba molesto —y ahora quieres que en quince días lo termine... 
¡Esto es una locura!... Colgó el teléfono y se dejó caer pesadamente en el cómodo sillón de piel, masajeaba el puente de la nariz intentando por todos los medios tranquilizarse. 
De pronto una imagen lo distrajo de la tensión que llevaba... Un joven con el 
cabello cobrizo y rizos de chiquillo, unos ojos grises y distantes, un torso delgado y pezones rosados, pezones que invitaban a maltratar aquellos duros guijarros, mientras sus oídos se saturaban de suaves jadeos y necesitados gemidos... 
Se levantó de golpe sintiendo ya que su razón se perdía y mejor decidió ponerse a trabajar ignorando el doloroso bulto que se había formado en sus pantalones, después de todo ahora el tiempo era oro.

Los colores del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora