Látigo y Gemidos

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Trancy teniendo junto a él un pequeño látigo, el cual palpó hasta tomarlo y ondeándolo de manera elegante en el aíre haciendo ese sonido cortante en la recámara, su destreza y soltura era admirable, confirmando que quienes tienen el privilegio de tener todas sus capacidades o sentidos funcionando eran duros al juzgar lo que una persona con discapacidad podía o no hacer.
León apenas alcanzó a escuchar el chasquido que reventó en el aire pero, no lograba identificarlo. A su polla parecía no importarle ya que una humillante y muy dolorosa erección se despertaba en su entrepierna haciéndolo gemir como un maníaco.
Trancy frotó su trasero en aquella imponente y gruesa extensión de carne, torturándolo al recorrer perezosamente su trasero, tal parecía que el muchacho estaba decidido a matarlo por falta de irrigación sanguinea a sus otras partes del cuerpo.
—Bueno es hora de entrenar a mi León, Trancy no tenía ni idea de lo erótico que se veía con un bóxer negro ajustado, el cabello rizado revuelto y el rostro y pecho rosados por la excitación, sin embargo León anhelaba verlo, deseaba grabar esa imagen en su memoria, marcar la piel de ese pequeño demonio, deseaba probar su textura, deseaba ver esos ojos que como espejos reflejaban a las personas haciéndolas sentir desnudas, pero al igual que espejos, estos devolvían solo un reflejo vacío, quería retener la imagen de los labios rojos y seductores, de chupar esos sonrosados pezones, quería tener esto cada día de su vida y eso lo tomó por sorpresa.

Trancy seguía frotando su trasero ajeno a las emociones que el escritor tenía, mientras con sus uñas arañaba los costados de este, sintiendo por momentos los músculos tensos como respuesta primitiva al dolor.
—Dime León, sin contar las manos, ¿qué quieres que te suelte?, si son los ojos sube la cadera una vez, si es la boca, dos veces.
León escuchando aquella pregunta levantó dos veces la cadera, sintiendo la abertura oculta de Trancy por detrás de la insultante tela, imaginando la calidez de esa zona.
Trancy sintiendo muy claramente aquel pene en su trasero soltó la mordaza de la boca de León, mientras acercaba su pene hasta la boca del escritor quien sintió una punta suave, esponjosa, firme y húmeda, muy muy húmeda, también aspiró el almizcle masculino que se mezclaba con jabón, dando un toque único a la escencia.
El profesor con un movimiento sensual paso la punta de su pene por la boca del escritor, quien abría esta por instinto mientras se relamía los labios con lujuria y saboreaba aquel delicioso líquido ligeramente salado.
—Eres muy erótico y me encanta tu polla, y engullendo aquella extensión de carne la empezó a saborear de arriba a abajo llenándola de saliva.
Trancy olía muy bien y sabía aún mejor.
—Es toda tuya, el pelirrojo trataba de hablar claro, pero los gemidos producto de la felación no lo dejaban.
—Traga todo lo que salga entendiste leoncito, y con aquella orden se aferraba al cabello de León quien no paraba de succionar y de dejar empapado aquel miembro.
León pudo sentir como Trancy se tensaba, producto de una inminente eyaculación. La cual vertió toda en su boca.
Jadeante Trancy bajo hasta succionar el cuello de León, procurando hacerlo doloroso. Este más que fiera parecía un gatito en manos del pervertido pelirrojo que mordía las tetillas con algo de fuerza.
Mientras que León contraía las manos por no poder tener movimiento.
Trancy trazo un camino de chupadas y mordidas resultando unas más dolorosas que otras, pero eso a León le encantaba, a la vez que Trancy con sus dedos tocaba la piel, como si quisiera recordarla, grabando cada ondulación, cada cicatriz, eso hacíasuspirar a León quien deseaba tomar del cabello al muchacho y pedirle que repitieran esto mañana y al día siguiente y después de este, tratando de explorar cada rincón de la elegante casa.
Llegando hasta la polla del escritor, Trancy pasó la punta por sus labios como si fuera un lápiz labial, saboreando lo salado de este.
—Sabes muy rico leoncito. Y diciendo esto se dispuso a dar fuertes lengüetazos en la punta, por ratos introduciendo la pequeña punta de su lengua en la uretra, arrancando roncos gemidos al escritor.
—¡Joder Trancy, sí que sabes chuparla!.
Trancy ignorando el comentario continuó chupando y por ratos acariciaba los testículos de León, quien se retorcía entre el placer y el dolor mientras que el anillo de polla solo le negaba lo que tan desesperadamente necesitaba, quería correrse pero esa maldita cosa no se lo permitía, haciendo que se sienta frustrado y molesto nuevamente como la vez anterior.
—Qui... Quítame eso, niño. El tono de la voz de León era de suplica, se sentía ya en un frustrante límite.
Pero Trancy no respondía, se divertía torturando al escritor.
Hasta que decidió pasar a otro "nivel" palpando otra vez el mango del látigo, lo
ondeó una vez más poniendo en alerta al escritor.
—¿Qué es ese sonido?... León trataba infructuosamente de identificarlo.
Trancy ignorándolo totalmente se despojó el sólo de la ropa interior y acomodó sus caderas sobre la polla del escritor. Haciendo que este se olvide del extraño sonido. Escuchando ahora a Trancy gemir por la penetración y quedando este totalmente quieto al sentir su polla invadir la suave carne, situación que aprovechó el escritor para mover las caderas de arriba a abajo y de esa manera lograr lastimar y molestar al profesor.
—Ahhhgh, du... duele se quejó Trancy quien chasqueo el látigo en el pecho del profesor, haciendo que este gima y suelte un grito de dolor ante la quemadura del látigo.
—¡Pequeño hijo de puta, así que eso es un maldito látigo!. León se retorcía y sentía la piel de su pecho arderle.
—¿Vas a desobedecer gatito?... Trancy realmente disfrutaba con esa posición de poder y empezó el suave subir y bajar de caderas, haciendo ese recorrido lento y de manera tortuosa.
Sabía que León sentía dolor por no poder liberarse, sabía que también le dolía el pecho, sabía que lo quería rendido a sus píes.
Empujando las caderas más al fondo siguió ese movimiento frenético.
—Brincas como una puta, Trancy... Dijo entre risas y gemidos León.
Trancy chasqueó otra vez el látigo haciéndolo estallar en el pecho del escritor.
—Hablarás cuando yo lo ordene, y te correrás cuando yo diga. El pelirrojo llevó su mano hasta su propio pene y empezó a masturbarse, León sabía lo que este hacía y no paró hasta que decidió liberar la polla del molesto anillo al frustrado escritor y este pudo por fin mover libremente su cadera, cuando de pronto decidió bajar el ritmo...
—¿puedo correrme? Aquel hombre se sentía totalmente humillado pidiendo permiso para correrse.
Trancy en respuesta hizo algo que lo dejó perplejo, lo besó y como si fuera un colegial inocente en su primer beso, cargado de emociones contrarias, al instante se corrió liberando una buena cantidad de semen en el interior del maestro.
Trancy se sintió lleno y también se corrió manchando el abdomen del escritor con su tibio semen.
—Suéltame, León suplicaba. Quería recorrer el cuerpo de ese hombre. Reconocer con su mirada aquellos delgados brazos y ese pecho juvenil.
Quería ver la cara de gozo del maestro al correrse.
León quería a Trancy, un hombre con gran temperamento, y un profundo amor por Kimberly.
Un hombre que a pesar de... Le enseñó a muchos de ellos que la primera discapacidad y la más grave, es creer a los demás incompetentes, incapaces, no aptos para disfrutar.
Admitir un sentimiento tan intenso por el profesor fue el primer paso de ese ciego y corto de vista hombre y padre de familia.
—Trancy te quiero a mi lado, error... Corrigió León, —te necesito a mi lado.
Aún atado y con los ojos vendados pudo sentir un placer infinito, y fue capaz de disfrutar de eso, fue capaz de entender que estaba jodidamente enamorado.
Trancy sonrió de lado... 
—¿Me quieres?
—Sí, te quiero, te quiero junto a mí, te quiero para mí, te quiero domesticándome.
Trancy tembloroso soltó a León y le quitó el antifaz.
De inmediato el muchacho tomó las muñecas del escritor y las cubrió de besos.
El no podía verlas pero estaban muy rojas por la resistencia y fricción que había hecho León durante el forcejeo. Pero esa noche supo que SU león amaba que lo domestiquen.
León pudo captar la imagen tan tierna de un hermoso y sexy pelirrojo desnudo repartiendo besos a sus muñecas. También supo que juntos sus noches serían muy placenteras, pervertidas y divertidas... hasta que la muerte los separe.
Por cierto Kim siempre supo que Trancy y su papi estaban destinados a estar
juntos.

Un año después esa dulce niña ya estaba integrada al sistema escolarizado de educación especial.
Fue durante una mañana en la que la niñera peinaba que Kim para ir a la escuela, cuando la chiquilla chilló y se quejó por causa de un fuerte dolor en la cabeza, haciendo que pierda el sentido. El caos que siguió fue descomunal, la ambulancia llegó, Trancy no asistió a su rabajo y Toda la familia Brooks se trasladó al hospital. Todos desesperados esperaban afuera de la sala de urgencias de la clínica del doctor Johnson, cuando este salió acompañado de un oculista y un neurólogo 
quienes hablaron con León y Trancy que, tomados de la mano esperaban ansiosos el diagnóstico de los médicos.
—Bien señor Brooks, señor Davis, dijo el hombre robusto y bajito quien era el neurólogo, estamos sorprendidos ya que su hija presenta una recuperación del ochenta por ciento del campo visual.
León y Trancy no daba crédito a lo que escuchaban, otro hombre, más alto y delgado quien era el oculista respondió que lo que la niña  había tenido un hematoma, producto del choque, pero al ser una zona delicada tardaba algo de tiempo en deshacerse y por lo tanto en detectarse.
León apretaba la mano de su pareja, mientras su cuerpo se estremecía por la fuerza al contener el llanto, este a su vez acariciaba con la otra mano libre el brazo de este.
El doctor Jhonson añadió, —es por eso que no era detectable tanto en las resonancias magnéticas como en los demás estudios.
Ya para esas alturas un emocionado León lloraba a mares,
—¿Quieren.... quieren decir que mi hija no volverá a ser invidente?
El doctor bajito respondió con una radiante sonrisa, —así lo esperamos señor Brooks, pase ya a ver a su hija, seguro ella muere por reconocerles.
Los doctores se retiraron para que León y Trancy entraran a ver a Kim quien de inmediato volteó a ver a la feliz pareja, —¡Papis! Extendió sus pequeños bracitos y León 
guiando con amor a Trancy lo situó junto a la niña y los tres se fundieron en un abrazo que contenía lágrimas de felicidad.
—Papi, la niña se separó del abrazo, —eres exactamente como te percibía y mejor, pues eres aún más bonito, tomando Trancy con sus dos manitas en la cara de este lo cubrió de diminutos besos.
—Mi niña, mi princesa guerrera, lo lograste.
Kim volteó a ver a su papá quien con una radiante sonrisa la cubrió de besos.
—Papá siempre supe que Trancy era tu verdadero amor. La niña tenía una sonrisa triunfal.
—Creo que ustedes dos me han marcado con una profunda enseñanza, mis dos grandes amores.
León besaba a Kim y a Trancy.
Ahora la vida era plena para esa pequeña familia.
la tía Rose y El tío Frederik se casaron ese mismo año y estaban felices por ser parte de un núcleo que se construyó sobre una necesidad.
No existen los cuentos de hadas, y muchas historias se empiezan a escribir después de un revolcón en la cama, pero no por eso dejan de ser una tierna historia de amor.
Así empezó esta historia.

Los colores del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora