27➳ Peor Que La Muerte

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Lif no perdió el tiempo y corrió para ayudar a William a levantarse

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Lif no perdió el tiempo y corrió para ayudar a William a levantarse. Él aún estaba un poco aturdido por el golpe y comprendió de inmediato el gesto que la chica le hizo para que fuera con su hermana.

—Beck está como loca buscando al viejo y a ti también —El hombre se llevó a la boca una piedra con el centro transparente y susurró unas cuantas palabras en un idioma extraño. Luego quebró la piedra, apretándola con fuerza con sus dedos.

Miles de cucarachas salieron de todos los rincones e inundaron la habitación.

Mari se subió a la cama mientras golpeaba a las voladoras con un libro que traía consigo. Los perros no se quedaron atrás y ladraron sin parar mientras daban vueltas para esconderse debajo de la cama.

Un par se subieron por el pantalón de William e intentó sacarlas desesperado. Eso fue una perfecta distracción para que no vieran cómo Oss y Lif forcejeaban cerca de la ventana.

—¡Escúchame por una vez en tu vida! —gritó Lif, pero una cucaracha voló hasta su oído y se apartó de Oss, maldiciendo.

William por fin pudo sacarse a los insectos del pantalón y apartó de un manotazo las cinco que corrían por su brazo. Todo era un caos, las cucarachas no paraban de salir y, a este paso, iban a cubrirlos por completo.

Antes de que pudieran reaccionar, Mari bajó de la cama enfurecida y con el libro le dio un fuerte golpe en la cara a Oss que lo hizo retroceder.

—¡Odio las cucarachas, maldito loco! O las desapareces o vas a conocerme enojada. ¡No puedes venir a una casa ajena a soltar a tus mascotas!

Oss la observó por un momento y, después de una risa burlona, las cucarachas comenzaron a desaparecer.

Lif y William compartieron una mirada incrédula y la chica no perdió más el tiempo. Como pudo llegó hasta Mari y la alejó del hombre calvo.

—Salgan de la habitación, yo me encargaré.

—No voy a dejarte sola con ese desquiciado —dijo William y se quitó una cucaracha que iba en su pelo.

—Estaré bien, confía en mí. Oss es un amigo, pero no va a querer escucharme si ustedes están aquí adentro.

William obedeció un tanto inseguro y sacó casi a rastras a Mari, quien seguía insultando al hombre y señalándolo con el libro.

—¿Eso que tienes en la mano es el cuento completo?

—¿Eh? Sí, lo encontré en el cajón de Louis. —Mari se lo dio mientras hacía una mueca de asco—. Creo que tengo una pata de cucaracha en mi boca.

—Estaremos afuera entonces. Si necesitas algo, solo grita, estaré al pendiente —dijo William. Al abrir la puerta, los perros salieron corriendo como si su vida dependiera de ello.

—Eres muy tierno. Ahora saca a tu hermana de aquí antes de que se tire de nuevo sobre Oss.

William le dedicó una última sonrisa y, después de lanzarle una mirada amenazante al calvo, los dejó solos en la habitación.

Promesas De Un Traidor © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora