Academia de hechiceros.

LA AYUDA

– ¡Niños, están ahí! – Habló una señora asustada, tocando la puerta con desesperación.

– ¿Qué sucede? – murmuró Adrián mientras abría la puerta.

– Hay un demonio atacando la ciudad, ustedes son los únicos que tienen magia aquí – dijo desesperada – Mi pequeño hijo está atrapado, por favor. – suplicaba la señora, llena de lágrimas.

Los muchachos, sin pensarlo dos veces, fueron a ayudar al niño, quien estaba siendo rehén del demonio. Este se burlaba de la incapacidad de los humanos.

– ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¡Largo de aquí! – gritó Alana enojada.

– Soy Zulús, el demonio del fuego. Mi amo, Evil Master, da un mensaje: quiero todas las varitas de los dioses o sufrirán las consecuencias. – habló el demonio, con fuego en sus ojos.

– Seguramente quieren las varitas para más destrucción. NO TE LAS DAREMOS. – manifestó Adrián, firme.

– Si no lo hacen, este niño sufrirá. – replicó Zulús, sosteniendo al niño.

De pronto, alguien llegó y, con una ráfaga de energía, hizo que el demonio se golpeara contra la pared.

– ¡QUÉ HACES AQUÍ, HANNA! – gritó enfadado Adrián.

– Vine a ayudar a mi novio, no eres el único que tiene poderes. – dijo burlona Hanna.

– Mientras más ayuda, mejor, cuñada. – habló Alana sonriente.

Entonces el demonio se levantó y arrojó al niño. Alana rápidamente lo atrapó con un campo mágico. El demonio siguió atacando, así que Alana lo hizo levitar. Su hermano lo encerró en un cubo que él mismo creó y Hanna lo mandó lejos con su poder.

El demonio atacó a Hanna con uno de sus poderes antes de ser encerrado, lo que hizo que la joven cayera al suelo y varios recuerdos del pasado volvieron a su mente.

La historia de Hanna es muy triste. Cuando tenía 15 años, ella salió a vender fruta, ya que su familia era de bajos recursos. Tenía una hermana de apenas 10 meses de edad.

ESCENA RETROSPECTIVA...

– Mira, hija, ya camina. – decía Amelia, mientras veía a su pequeña Serene caminar.

– Vamos, Serene, ven con tu hermana. – exclamó Hanna sonriente.

– Crecen tan rápido. – habló Alberto, padre de Hanna.

La familia Rossi era de agricultores. No tenían muchos lujos, pero eran felices. Amaban su trabajo en el campo, se llevaban bien con los vecinos y, sobre todo, tenían buena reputación.

Cierto día, Hanna tuvo que salir a vender lo que cosecharon, pero cuando volvió encontró a su familia muerta. Todo lo había hecho un enmascarado junto a un demonio.

– Mamá, Papá, Serene... – susurró, llorando mientras cargaba a su hermana pequeña.

Todo estaba en un charco de sangre. Hanna vio al enmascarado y le gritó fuertemente:

– ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?! ¡¿QUÉ QUIERES?! – exclamó llorando y lanzó un fuerte viento.

El misterioso enmascarado solo desapareció con una sonrisa. La pequeña Hanna quedó en shock porque tenía magia especial. Desde entonces, ella ha practicado para mejorar y así poder vengarse.

Fin del recuerdo...

Lágrimas bajaban por las mejillas sonrojadas de Hanna.

– Todo está bien, nena. Estoy contigo y siempre lo estaré. – replicó con dulzura Adrián, mientras la abrazaba.