Capítulo 20

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El resto de la tarde se me hizo eterna, ya que, el maldito dolor regresó otra vez a mi cabeza.

Eran aproximadamente las nueve de la noche, y las ganas de cerrar los ojos, aunque sea por un instante, se me hacían irresistibles.

Me desperté al día siguiente, con una de las diarias pesadillas que solía tener.
Aunque lo más extraño, era que, no las recordaba, apenas.

Tenía las persianas bajadas, aunque los pequeños rayos de Sol, se adentraban en la habitación, gracias a las pequeñas rejas que constituían la persiana, haciendo que esta se iluminara de un turquesa suave.

Cogí el teléfono, en busca de mensajes, pero nada, ni uno.

En parte pensé que fui bastante brusca con todos ellos, y normal, ahora no quieren saber nada de mí.

Después de minutos meditando, decidí desayunar en condiciones.

Opte por un buen vaso de leche, con unas galletas integrales,
que al igual que el chocolate, eran mi perdición.

Ya que no tenía absolutamente nada que hacer, pasé toda la mañana, tarde y casi la noche durmiendo.

Ansiaba con toda mi fuerza, poder despertar con el Sol saliendo, pero no, el horroroso ruido de el móvil vibrando en la mesita de noche, han hecho que mi deseo no se realice.

Con los ojos medio-cerrados deslizé mi dedo índice por la pantalla, sin apenas fijarme el nombre.

-Dimee.- digo ronca.

-Ven, te quiero aquí en menos de veinte minutos, en la playa.- me dice Álvaro con una voz tremendamente desganada.

-¿Qué?
Estoy durmiendo, déjame, adiós.- digo frotándome los ojos, mientras le cuelgo.

Vuelvo a tumbarme, intentando dormirme, una vez más.

Cuando de repente, el ruidito molesto, vuelve a retumbar mis oídos.

-¿Qué quieres?

-Deja de hacer tantas preguntas, vamos, ven ya.- dice en un tono bastante molesto.

-Álvaro, como vaya y no haya nadie, o me pase algo, se queda en tu maldita conciencia.- digo mientras le cuelgo, otra vez.

Voy rápidamente al baño, donde me doy una rápida y fría ducha.
Decido ponerme uno de mis cómodos y bonitos vestidos de color blanco, perfectos para la playa, junto con unas sandalias sencillas de este mismo color.

Camino hasta una de las paradas más principales, ya que, si tengo suerte, hay algún autobús, que me lleve a mi destino.

Después de bajarme del autobús, y andar varias manzanas, por fin me encuentro cerca de uno de los sitios más bonitos de toda la ciudad.

En uno de los bancos de los edificios enormes, está sentado Álvaro.

No me quiero fijar en él, no, no, no.
Pero va tan jodidamennte guapo, pero no, pensándolo mejor, lo que tiene de guapo lo tiene de asqueroso.

Anónima taquilla 36 [pausada...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora