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[Kaia Pov]

Me despedí de _____ y la vi cruzar a su casa desde el porche y en cuanto ella cerró la puerta yo entré a mi casa de nuevo y repetí su gesto. Me dirigí al salón, todos se habían vuelto a desplazar allí.
Enseguida me senté, pensando.

— No me digas que te has creído eso del tarot y la brujería —se burló Heist, como siempre.

— No, solo... Ha sido muy concreto y acertado, no creo en estas cosas pero en este caso tengo que admitir que me ha puesto nerviosa... —dije sinceramente, noté la mirada de mis padres.

— Como dijo ella en la comida, es sujestion y coincidencia. La carta sale, te dice algo general, y tu mente enseguida busca relacionarlo con algo, muy acertado o concreto, las cartas casi siempre tienen razón sobre tu presente porque tú misma buscas algo que lo justifique.

Mayne hablaba, era obvio que era psiquiatra, a veces había ayudado a Frey con sus ataques, era el que mejor comunicación tenía con Hayden y a mi me ayudaba en lo que podía, por ejemplo cuando me sentía mal por no poder hacer amigos. Cuando tienes que mudarte cada cierto tiempo para que tu mellizo esté bien y tu familia pueda seguir con su juego de impartir justicia, no vale la pena hacer amigos. Yo era muy sociable, me encantaba hablar, pero siempre nos mudamos y me tocaba volver a empezar, y muchas veces se volvía difícil.
Ninguno nos habíamos tragado lo de sus padres, mis padres también solían estar ocupados incluso cuando éramos pequeños, pero nunca nos apartaron, y eso que nosotros padres son... Especiales.

— Algo pasa con esa chica, eso está claro, sus padres no han mandado a todos sus hijos a otro continente porque sí —dijo Peerce, con su expresión seria que lo caracterizaba.

Todos asentimos.

[Reader Pov]

En cuanto terminé de sacar las cosas de la maleta y colocarlas, la recogí del suelo y caminé hasta la puerta que llevaba al desván y la abrí, entrando al pequeño pasillo y cerrando la puerta detrás de mí. Encendí las luces de las escaleras y subí, arrastrando la maleta vacía escaleras arriba hasta que llegué donde quería.
Busqué el sitio donde estaban colocadas todas las maletas y dejé la mía al costado de las demás, pero cuando iba a salir, un baúl rojo llamó mi atención. Me acerqué y me arrodille frente a el, quitando los pequeños seguros que traía para que no se abriera si lo transportaban y lo abrí, recibiendo un olor agrio de dentro que me molestó.

— Joder, podrían limpiar esto un poco, tiene más polvo que una aspiradora y huele peor que Tutankamón.

Agité mi mano suavemente cerca de mi cara, despejando levemente en olor, y me acerqué a observar lo que había.
Cuadernos con nombres, maldiciones, hechizos positivos, protecciones, guía del tarot, incluso había un juego de cartas de los arcanos mayores personalizados.
Abrí la caja y saqué las cartas con cuidado, no eran de papel, eran de plástico, y eran moradas y rojas, con detalles dorados en las figuras. Pasé la punta de los dedos suavemente por la carta de La Emperatriz, que era la primera que se veía, y después de ojear las cartas las volví a guardar en su respectiva caja y en el bolsillo de mi chaqueta. Algo llamó mi atención, había caído al suelo, era una foto de mi abuela, era preciosa, y llevaba el mismo collar que yo en ese momento, el collar de mi hermana.
Se me estrujó el estómago al pensar en ella, así que despejé mi mente, mi abuela fue una bruja, la quemaron y ese collar que mi hermana llevaba era de ella, perfecto.
Seguí ojeando el baúl, los cuadernos, todo, pero al final lo cerré y bajé del desván, volviendo a cerrar la puerta y entrando a mi habitación para cambiarme y dormir.
Al día siguiente por la mañana me estaba peleando con mi tía, quería que fuera a la iglesia, y encima quería exigirme qué ponerme, y eso que ni siquiera pensé en ponerme nada "inapropiado" pero decía que el color morado metálico del vestido era demasiado llamativo, que el estampado en la parte del torso llamaría la atención de los hombres, que mirarían mi pecho, y que sus esposas mirarían mal, también se quejó de mis zapatos, eran unas botas altas, hacia frío y no pensaba ir con zapatos bajos y sin pantalón, y por último se quejó de mi maquillaje y mi peinado, llevaba unas sombras marrones poco notorias, un poco de colorete, un pintalabios rojo aplicado de manera suave para que no llamase mucho la atención, un delineado pequeñito y rímel, y mi pelo estaba recogido en una trenza algo suelta, no me gustaban los peinados tirantes, luego me dolía la cabeza.

Aceptaría mi principio, si tú fueras mi final [Stein]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora