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[Reader Pov]

Estuve sentada en el porche un rato, mirando hacia el bosque, con la mano en la mejilla, hasta que vi llegar a uno de los esposos de Mila, Peerce, que salió del coche y entró a su casa rápidamente.
Después vi llegar a el resto de la familia menos Mayne, en cuanto me vieron sentada en mi porche se acercaron a mi.

- Hey, querida, ¿Estás bien? Déjame ver.

Supuse que Mila quería ver el golpe cubierto, así que aparté la mano, dejando ver un golpe entre morado y rojo, con la leve forma de una mano, el golpe ocupaba casi toda mi mejilla, la mayoría era rojo, pero algunas partes se volvían púrpuras.

- Se ve bastante mal -Mila pasó su mano cálida suavemente por mi mejilla, me dolió, pero no me aparté, su caricia era gentil y maternal, y por un momento me olvidé de mis problemas y cerré los ojos- ¡Dios mío, estás hirviendo! Ven, vamos a curarte y hacer que entres en calor.

La seguí sin fuerzas para decir nada, mi vestido estaba mojado por la nieve, al igual que mi cabello, y tenía frío, además, el dolor en mi mejilla no se iba.
Nada más entrar en la casa, Kaia me llevó a una habitación que supuse que era la suya y me dió unos pantalones largos gordos y una camiseta ancha de manga corta.

- No tengo ninguna camiseta de manga larga cómoda, pero como aquí hace calor y hay chimenea abajo puedes calentarte allí, te dejo cambiarte, cuando termines baja.

Me sonrió dulcemente y salió, mi corazón latió rápido y note mucho calor en mis mejillas, pero me convencí de que era la fiebre.
Cambié mi vestido mojado por la ropa que ella me había dejado, no tenía zapatos, pero el suelo era parqué, así que estaba a una temperatura agradable.
La manga corta dejaba a la vista mis cicatrices, pero no me importaba, esas cicatrices eran el símbolo de que había superado una situación muy dura en mi vida, había sobrevivido, y esa era una razón para estar orgullosa. Deshice mi trenza y recogí mi cabello en una coleta baja.
En cuanto terminé, salí de su habitación y bajé por la escalera por la que había subido, mis pasos eran silenciosos por la falta de calzado.
Cuando llegué al salón me quedé de pie, esperando el permiso de alguno de los dueños para sentarme.
Todos me miraron de arriba a abajo, y sabía por qué era.
Valter llegó con un botiquín y me indicó que me sentara, para después empezar a curar el fino corte hecho por el golpe en mi mejilla y los moratones. No me quejé ni me moví en ningún momento, solo me mantuve pensando en todo lo que había pasado, vivir aquí sería peor y más duro de lo que había pensado.
Mila se acercó a mí y acunó mi rostro con sus manos cuidadosamente en cuanto Valter terminó de curarme.

- ¿Estás bien? Lo que te han hecho no es para nada normal, tampoco lo que te han dicho, si alguna vez necesitas ayuda puedes venir y te ayudaremos -su forma de hablar y sus caricias en mi rostro estrujaron mi corazón, hacía mucho que no sentía ese amor maternal- No deberías ser tratada así, te mereces mucho más.

Esas palabras terminaron de romper la barrera que me había impuesto con la mayoría de personas, y sin que pudiera evitarlo las lagrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, todo lo que me había aguantado dentro desde que era una niña, porque nunca hubo nadie que hubiera sido tan gentil y amable conmigo, ni siquiera mi propia madre, toda esa fachada de chica feliz y fuerte se rompió en ese momento.
Pude ver sus ojos aguarse un poco, pero no llegó a llorar, por un momento me pareció que ella entendía mi dolor, ella entendía por lo que yo había pasado, y no dudó en abrir sus brazos, dándome la libertar de abrazarla si lo necesitaba, y lo hice, la abracé, y ella me rodeó con los brazos.
Esa mujer a la que conocía desde hacía un día me había prestado más amor del que mi madre me había dado en casi dieciséis años.
Me di la libertad de llorar todo lo que tenía dentro, sabía que todas las miradas estaban sobre mí, pero no me importaba, no había llorado en mucho tiempo, y por primera vez me sentí libre de hacerlo sin que nadie me juzgara.
Unos minutos después escuchamos a alguien bajar las escaleras, levanté un poco la mirada del hombro de Mila, las lagrimas seguían cayendo de mis ojos con libertad, pude ver a Mayne entrar al salón y nos miró con curiosidad.

Aceptaría mi principio, si tú fueras mi final [Stein]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora