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Sesshomaru sintió una opresión en su pecho al ver que Himeko se encontraba herida. Así que, volvió a observar al muchacho que la había atacado para así deshacerse de él. Sin embargo, su hermano menor, Inuyasha, había aparecido y alejado al agresor de Himeko.

—¡Reacciona, Kohaku! —exclamó el medio demonio mientras intentaba sostener firmemente al muchacho—. ¡No hagas una estupidez!

El hermano mayor de Inuyasha lo observó por unos segundos, pues luego su mirada se centró en la mujer que se acercó a Himeko y Rin. Se trataba de Kagome, la muchacha que acompañaba a su hermano menor en busca de los fragmentos de la perla de Shikon.

—La pequeña niña se encuentra bien. Solo está desmayada —dijo Kagome al momento en que observaba a Sesshomaru—. En cuanto a la mujer, ella estará bien. Solo recibió un roce en su espalda.

—¿Oíste, Sesshomaru? —dijo Inuyasha—. No es necesario que le hagas algo a Kohaku.

—Pierdes tu tiempo —dijo Sesshomaru con su tono frío de siempre—. No importa cuanto intentes protegerlo. Ese muchacho parece querer morir entre mis garras.

Kohaku se había liberado de Inuyasha he intentado volver a atacar a Himeko, pero antes de que eso sucediera, Sesshomaru lo sostuvo fuertemente del cuello y comenzó poco a poco a ahorcarlo.

El aire se volvió denso con la tensión que emanaba de la confrontación entre Sesshomaru y Kohaku. Inuyasha intentó intervenir una vez más, pero Kagome lo detuvo, sabiendo que cualquier movimiento brusco podría empeorar la situación.

Himeko, aún adolorida, se levantó del suelo y se acercó a Sesshomaru.

—Señor Sesshomaru —dijo Himeko al momento en que sostenía parte de la ropa del demonio—. Por favor. Déjelo ir.

Sesshomaru mantenía su mirada fría y determinada mientras apretaba la garganta de Kohaku. Himeko volvió a suplicarle que lo dejara ir, entonces, Sesshomaru lo soltó y lo dejó irse.

Inuyasha y Kagome soltaron un suspiro de alivio, pero ese alivio se esfumó cuando han visto como Kohaku se iba con Kagura de regreso con Naraku.

—¿Uh, que ha sucedido? —preguntó Rin cuando recobró la conciencia—. No recuerdo mucho después de ser llevada por esa mujer.

—No te preocupes, Rin —dijo Himeko con una sonrisa—. Lo importante es que estés bien.

—¡Hermana Himeko, estás sangrando!

—Estaré bien —dijo al momento en que volvía a mirar a Sesshomaru—. Muchas gracias por venir. Sin usted yo no sé qué hubiera sucedido conmigo o con Rin.

Sesshomaru no dijo nada. Solo se mantuvo en silencio y comenzó a alejarse de allí mientras era seguido por Himeko y Rin. Los tres caminaron solo unos cuantos pasos, pues Sesshomaru se detuvo y miró hacia atrás, ocasionando que las muchachas imitaran su acción.

Himeko se sorprendió de ver que el pequeño zorro que la guio hasta Rin estaba siguiéndoles. Ella lo observó fijamente para luego acercarse y acariciar con suavidad su cabeza.

—¡Hermana Himeko, tu herida! —exclamó Rin, estupefacta de ver como la herida en la espalda de su hermana comenzaba a desaparecer.

—¿Qué es él? —preguntó Sesshomaru, quien también se quedó un poco sorprendido por la acción del animal.

—Tal parece que tengo un ángel guardián —dijo Himeko, quien continuaba acariciando la cabeza del zorro—. Muchas gracias por ayudarme. ¿Te gustaría venir con nosotros?

El pequeño zorro solo dio un salto y se acomodó en el cuello de Himeko. Aquella acción había hecho que Sesshomaru sintiera una inquietud, pues había algo en ese animal que no le daba buena espina. Sin embargo, no dijo o hizo nada.

El grupo continuó su camino, con el pequeño zorro ahora formando parte de su extraña compañía. A medida que avanzaban, la tensión que había marcado el encuentro con Kohaku comenzó a desaparecer, y la tranquilidad regresó poco a poco.

Himeko, aún intrigada por la misteriosa habilidad de sanación del pequeño zorro, no podía evitar preguntarse quién o qué era este ser. ¿Era un simple animal con poderes especiales, o había algo más detrás de él? Decidió nombrarlo «Kirin» en honor al ser mitológico que traía prosperidad y paz.

Himeko, Rin, Sesshomaru y el pequeño Kirin continuaron caminando hasta que lograron encontrarse con Jaken y Ah - Un.

—¡Amo Bonito! —exclamó el pequeño demonio al momento en que se acercaba a ellos—. ¡¿Por qué me abandonó así?!

Sesshomaru ignoró las quejas de Jaken y se mantuvo imperturbable. Himeko se acercó a Jaken con una sonrisa amable y tranquilizadora.

—No te preocupes, Jaken. Sesshomaru-sama simplemente estaba ocupado ayudándonos —dijo Himeko.

—¡No es asunto tuyo, humana! —gruñó Jaken, aunque no pudo ocultar un pequeño alivio en su voz.

Himeko solo formó una sonrisa ante las palabras del pequeño demonio y se alejó de él para volver a acercarse a Sesshomaru. En ese momento, Jaken se percató de la presencia de Kirin y se quedó boquiabierto.

Jaken comenzó a alterarse y decirle a su amo que no debían de traer más seres vivos a este grupo. Sin embargo, Sesshomaru continuó ignorándolo.

El grupo siguió avanzando, con Kirin aun descansando en el cuello de Himeko. A medida que la noche avanzaba, decidieron volver a acampar y descansar para recuperar fuerzas.

Himeko se acomodó con Rin y Kirin, pero antes de cerrar sus ojos y dejarse llevar por el cansancio, observó a Sesshomaru una vez más y sintió una agradable sensación en su pecho. Sin duda alguna, ella había comenzado a verlo de manera diferente, no solo como un poderoso demonio, sino como alguien que, de alguna manera, se preocupaba por su seguridad.

Por otro lado, Sesshomaru, a pesar de su aparente indiferencia, estaba intrigado por Himeko. Su capacidad de compasión y su valentía en la confrontación con Kohaku eran cualidades que rara vez encontraba en los humanos. Aunque no lo admitiría abiertamente, algo en Himeko lo atraía.

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SOULMATE; Sesshomaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora