CAPÍTULO 27: TELARAÑA

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La noche anterior había sido mágica para Elisa y Hugo, llena de pasión y momentos que los acercaron más de lo que habían estado en mucho tiempo. Pero la magia de la noche se desvanecía rápidamente con la llegada de un nuevo día, y la realidad volvía a hacerse presente, una realidad que cada vez se hacía más complicada y opresiva. Hugo la había llevado de vuelta a casa, pero notaba que algo no estaba bien. Aunque sentía en el aire esa tensión inusual, prefirió no preguntar. Elisa parecía perdida en sus pensamientos, y él no quería forzarla. Mejor dejar las cosas así, pensó. Pero el silencio que reinaba entre ellos en el coche de regreso era casi insoportable.

Por su parte, la cabeza de Elisa daba vueltas. Una maraña de emociones la tenía atrapada. Había estado a punto de hacer el amor con Bruno, el hermano de Hugo. La culpa la estaba carcomiendo, y la idea de que Hugo se enterara la aterrorizaba. Sabía que jamás se lo perdonaría, pero lo que realmente la inquietaba era la química innegable que sentía por Bruno, una chispa que la había sacudido profundamente. Pensaba en todo eso cuando, como si lo invocara con su mente, su teléfono comenzó a sonar. Vio el nombre de Hugo en la pantalla y se sobresaltó.

-Oye, no has cogido mis llamadas ni has respondido mis mensajes. Estaba preocupado. ¿Todo bien? -preguntó Hugo con voz seria, aunque denotaba cierta ternura.

Elisa respiró hondo, tratando de calmar su corazón acelerado.

-La verdad es que no... Nada está bien. Justo estaba pensando en ti y en que creo que deberíamos quedar -dijo ella, con un tono nervioso que no pasó desapercibido para Hugo.

-¿Te parece que quedemos en la playa cuando salga de clases? -sugirió él, tratando de aliviar la tensión que se notaba en su voz.

-Está bien, allí nos vemos -respondió Elisa, con un nudo en la garganta.

Mientras tanto, en la casa de los Valverde, una tormenta se desataba en la sala de estar.

-¿Se puede saber quién te dio permiso para volver de ese viaje? Te dejé muy claro que no quería que volvieras hasta que ese negocio no estuviese cerrado, Hugo. No quiero fallos. Me da igual qué pase, los negocios son negocios, hijo. No sé dónde tienes la cabeza -bramó , su rostro enrojecido por la furia contenida, mientras se paseaba de un lado a otro con pasos largos y enérgicos.

-Perdóname, papá. Es que tuve un problema personal y me urgía volver a la ciudad, pero estaré en Nueva York para la próxima semana, te lo prometo -respondió Hugo, tratando de mantener la calma, pero su voz denotaba la desesperación que sentía.

-¿Próxima semana? ¡Mañana mismo cogerás el primer avión que salga para Nueva York! ¿Esta es tu forma de demostrarme que te puedo confiar la naviera? -el tono de su padre subía y bajaba como el oleaje en plena tormenta.

-Papá, es en serio. Tengo un problema con mi chica, solo dame esta semana, o un par de días, pero déjame solucionarlo -pidió Hugo, su voz ahora rota por la tensión.

-48 horas, Hugo. Tienes 48 horas para solucionar lo que sea que tengas con esa chica -contestó , con voz firme, inquebrantable.

-¿Pero de qué chica estáis hablando? ¿La del restaurante? -intervino la madre de Hugo, Monserrat, sorprendida por la mención de aquella desconocida.

-Esa misma. Tu hijo está distraído con esa chica y no está haciendo las cosas bien -respondió Alejandro, casi gritando, la vena de su frente palpitando de manera amenazante.

-Papá, por favor, déjame explicarte... -rogó Hugo, con voz quebrada, suplicando por un poco de comprensión.

-No te quiero escuchar más, Hugo. En 48 horas te vas, consigues a esos inversores que están interesados en tu proyecto y ahí entonces me hablas de la chica -sentenció , antes de salir de la sala, con la puerta golpeando tras de él, sin darle una oportunidad más de hablar.

ENAMORADA DE LA ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora