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     Un escalofrío la congeló en su lugar mientras el calor abandonaba su cuerpo, quedando estática en medio del pasillo, sin estar segura siquiera si seguir su camino era correcto.

     ¿Había soñado?

     No era posible, recuerda todo muy bien como para haber sido un sueño, el frío, el calor, la ansiedad, los rostros... Estaba convencida de lo que había vivido, pero entonces ¿por qué estaba en su hogar?

     Un incómodo sentimiento de nostalgia se sumó al revoltijo en su pecho, empezando a ponerse ansiosa, cambiando de dirección hacia el cuarto de su hermano, solo para detenerse en cuestión de segundos ¿cómo podía él ayudarla? No importa con quien hablara, no habría forma de explicarse, además, cuando ella se fué no había sido en una situación tranquila, e incluso sabiendo que ese podía no ser su hogar, tenía una petición clara, quería ver a su familia, mordiendo su labio inferior mientras empezaba a correr por los pasillos vacíos.

     El sonido de sus acelerados pasos rompiendo la norma de no correr, hacían su estadía angustiosa, no se había encontrado con nadie, ni una voz, ni un sonido ¿dónde se habían metido JingYi o el Maestro Lan?

     El cúmulo de emociones en su pecho empezó a angustiarla, empezando a recorrer lugares específicos añorando encontrar a alguien, una tarea que con cada falla, en el comedor, las aulas, el árbol con los conejos, nisiquiera estaban esas bolas de pelo, la dejaron sin opciones.

     Devolviéndose en sus pasos, terminó por llegar a la habitación de sus mayores, su última opción, tocando suavemente la puerta en busca de un sonido, alguna respuesta que le dijera que ahí había alguien.

     —¿HanGuan-Jun... Xian-gege?— su voz sonó temblorosa, apretando fuertemente sus propias ropas en busca de algo de calma —voy a entrar— dijo decidida, quizás para motivarse a sí misma y abrir la puerta, pero el resultado fue el mismo, silencio.

     Tensa, se adentró en el Jingshi y lo detalló como si fuera su primera vez en el lugar. Al entrar lo primero que vió fue el escritorio, sobre el que yacía un guqin ¿podía ser el de su padre?; BiChen, su espada, también estaba ahí, colgada en la pared como era costumbre cuando ambos descansaban en el lugar.

      A paso lento se permitió entrar, cerrando consigo la puerta, sentándose en el suelo frente al instrumento, pasando su dedo por las 7 cuerdas, sintiéndose complacida con el afinado sonido que emitía, pero así mismo inconforme cuando terminaron de resonar.

     Frunciendo el ceño alzó su vista, encontrándose con la gélida arma de su mayor. Lentamente se levantó del suelo y se acercó a la pared en la que colgaba el arma y pasó cuidadosamente sus dedos por la envoltura, sorprendiéndose al no sentir su característico frío, después de todo quizás y ese era el sueño.

     Negando con la cabeza apartó rápidamente su mano, girándose a la derecha, encontrándose con las mantas de la cama ser movidas por el viento, se veía tan solo que aún pese a la gran iluminación el lugar se le hacía incómodo, nunca había extrañado tanto el ruido.

     Incómoda pensó hasta envolverse en la cama de sus mayores y esperar que todo volviera a la normalidad, como si esconderse entre las sabanas la separara del mundo exterior, alejando rápidamente si vista de la cama al percatarse de sus propias ideas mientras algunas de las reglas de su clan resonaban en su cabeza.

     "No actúes impulsivamente"
    
     "Sé estricto contigo mismo"

     "Mantén tu propia disciplina"

     Pero lo que sus ojos se encontraron fue suficiente para relajar sus pensamientos, al haber apartado la mirada chocó con su propio reflejo en un gran espejo ¿estaba eso en la habitación desde siempre? No recordaba haberlo visto antes.

Entre un mundo y el otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora