Capítulo I: Bienvenida al infierno

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Dejo de ver la lluvia caer y miro a mi alrededor. Enormes edificios y calles sin vida a lo lejos. La grieta del pentagrama del que caí se ilumina con una luz blanca.
-Sofiel: No, no, no, no...

Retrocedo asustada al escuchar voces provenir de la grieta. Olvidándome del cansancio y el dolor por la caída corro hacia los edificios abandonados y me escondo detrás de un edificio temiendo que me encuentren.

Contengo la respiración al ver cómo descienden criaturas con máscaras y con cuernos de cabra sobresaliendo de sus cabezas. En un primer momento pienso que son un tipo de demonio debido a sus apariencias demoníacas, pero esa idea se descarta al ver las aureolas que flotan en sus cabezas y las lanzas luminosas en sus manos.
-Sofiel: Ángeles exterminadores...

-Por aquí ha debido de caer.

-Hasta que consigamos la aureola la grieta seguirá abierta.

-Aseguraos de que ningún demonio ni ángel cruce la imperfección.

-Y cuando consigáis la aureola, destruidla.

Las voces monótonas de mis antiguos compañeros me sobrecogen y escucho sus pasos cerca. Quieren mi aureola. Miro mi mano derecha con la aureola puesta en mi dedo. Pensé que al estar en el infierno desaparecería. Unas gotas caen sobre la brillante aureola. Abro los ojos sorprendida, estoy volviendo a llorar.
-Sofiel pensamiento: ¡Deja de llorar! Llorar no sirve de nada. Vale, realmente estoy en el infierno, pero no hay porque perder la esperanza. Regresaré, juro que regresaré. Aunque tenga que lidiar con todo el infierno buscaré la forma para volver al cielo-mira la aureola blanca- No dejaré que nadie me quite lo único que tengo.

Sin pensar demasiado huyo. Los tacones que llevaba dificultaba mi huida pero eso era lo que menos me importaba.
La única información que disponía era que estaba en el infierno, nada más. Sin conocidos y sola. Ni siquiera sabía en qué parte del infierno estaba.

Mientras corro por el barro miro de vez en cuando hacia atrás para comprobar si no me estaban siguiendo.
En una de esas me choco con alguien y caigo al suelo por el impacto.
-¡Mira por dónde caminas, puta!
-Sofiel(relantiza su paso): Lo siento, no pretendía...

Justo cuando ya iba a terminar de hablar sentí que alguien me daba un golpe en el trasero.
Cuando volteo muchos demonios me miraban con malicia y tan sonrientes que parecían el gato de la sonrisa de Alicia en el País de las Maravillas. Repugnante. Recogí mi dignidad del suelo y me fui de allí .

Las miradas lujuriosas de los demonios me avergüenzan tanto hasta el punto de tapar mi cara con mi largo pelo rojo. Miro mi cuerpo buscando algo provocativo que incitara a mirarlo. Quizás sea mi vestido morado corto que deja al descubierto mis piernas largas, o mi caminar tan extraño provocado por el dolor de mis piernas causado por la caída...
-Sofiel: Estoy llamando mucho la atención...

La voz gruesa de alguien me detiene en medio de la acera. Aquella voz viene de los televisores de una de las estanterías expuestos en una tienda. Y no soy la única que lo escucha. Muchos demonios miran atentos a la pantalla más grande donde aparece la figura de un ¿televisor con un sombrero hablante?
Me acerco a cotillear y lo que dice me deja sin palabras, sin aliento y sin estabilidad.
-Estimados residentes del infierno, recibí un comunicado urgente de nuestro excelentísimo señor, dirigido especialmente a toda la población. Recientemente se ha producido la caída de un demonio con un arma muy peligrosa, mortífera para demonios de bajo nivel como para las grandes élites. Conserva en sus manos su aureola, y mientras la tenga corre por sus venas la sangre de un árcangel.

La caída del ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora