La caída del ángel

Capítulo VI: Querrás ser el ángel perfecto pero te enfrentarás a...

RESUMEN: Después de la primera noche, Sofiel decide aceptar su nueva realidad y volver a su actitud como ángel ¿y qué mejor que compartiendo el primer desayuno con los que la acompañarán en esta travesía? Husk se da cuenta y habla con Al. Mientras tanto, el cielo intenta recuperar el equilibrio.

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Miguel...

El calor abrasador quemaba sus alas, algunas plumas se desprendían de ellas.

Miguel...

Caía sin remedio a lo más profundo del abismo, a lo más oscuro. Y solo podía verle caer sin poder hacer nada porque las reglas del cielo no se deben romper. Si no, tú también caerás.

Miguel...

Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos mientras sujetaba con fuerza su espada manchada de la sangre dorada de un ángel que amó.

Lo siento.

Un enorme ojo se abrió detrás de su hermano.

***

Miguel se despertó bañado en sudor. Llevó su mano al rostro y quitó el papel pegado a su cara.
-Sera: Miguel, vuelve a casa.

Cuando el arcángel se dio la vuelta, Sera vio que tenía unas marcas de tinta azul en su sonrosado rostro. Su semblante serio se desvaneció por un momento, mostrando una sonrisa divertida, pero sacudió su cabeza y le tendió el pañuelo que siempre llevaba encima. Él lo cogió y rápidamente volvió a la mesita.
-Sera: No puedes esconderte aquí con la excusa de trabajar. Tus hermanos te necesitan.

-Miguel: El cielo me necesita.

La alta mujer de cabellos plateados dejó escapar un profundo suspiro.
-Sera: Te esfuerzas demasiado. Sabes que no me molesta que te quedes aquí haciendo papeleo pero he oído rumores de que Gabriel no ha salido en días de su cuarto...

-Miguel(se limpia la cara): Ni Rafael ha vuelto a su puesto, y Uriel está más irascible de lo normal. ¡Estoy intentando arreglarlo todo para no manchar el nombre de mi familia! Alguien tiene que hacerlo y mis hermanos no están en la labor-vuelve a coger la pluma de tinta -No tengo tiempo para ponerme a llorar.

Sera miró con pena a su antiguo mentor. Era cierto que los Altos Mandos estaban preocupados y exigían soluciones, pero Miguel siempre monopolizaba la responsabilidad, como si cualquier cosa que le sucediera al cielo fuera su culpa.
-Sera: Sabes que puedes contar conmigo. No tienes por qué cargar con esto tú solo.

-Miguel: Ya tiene usted bastantes problemas, lo mínimo que puedo hacer es arreglar el error que yo he cometido.

-Sera: El cielo no os echa la culpa, sois unos héroes para nosotros...

-Miguel(señala el suelo): Señora mía, la regla de los dos metros, la regla de los dos metros...

Bajó la mirada hasta el suelo, su pie había traspasado la cinta adhesiva blanca. Esto llegó demasiado lejos.
La expresión suave de Sera se convirtió en una furiosa.
-Sera: ¡Hasta hace una semana no existía esa ridícula regla, de hecho, no estábamos ni a cinco centímetros de distancia!