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Nos recostamos en el pasto, abrazados, con la mirada perdida en el cielo estrellado. Pasamos una hora así, en silencio, sintiendo el calor de nuestros cuerpos y la calma de ese momento, como si nada más importara en el mundo. Era como si las estrellas estuvieran ahí solo para nosotros, iluminando esa noche perfecta.

Después de un rato, nos levantamos y volvimos a la cabaña. Subimos las escaleras hacia el cuarto de Thomi, el ambiente se sentía distinto, más íntimo, más cercano. Apenas cruzamos la puerta, él me miró con esos ojos que parecían hablar sin decir una sola palabra. Y entonces, sin decir nada, empezamos a besarnos, con esa urgencia y necesidad que siempre aparece cuando estamos juntos

Mientras me besaba, Thomi cerró la puerta con una mano, casi como queriendo asegurarse de que ese momento era solo nuestro, sin interrupciones. Nos acercamos a la cama, nuestros labios aún pegados, como si el aire entre nosotros se hubiera vuelto denso y no quisiéramos separarnos. Sus manos acariciaban mi espalda, y las mías se aferraban a su cuello, atrayéndolo hacia mí, como si intentara fusionar nuestros cuerpos.

Cuando finalmente caímos en la cama, lo hicimos suavemente, como si el tiempo se hubiera detenido. Las sábanas eran frescas y suaves contra nuestra piel, y la habitación olía a una mezcla de su perfume y el aroma a madera del lugar. Comenzamos a deslizarnos fuera de nuestra ropa, ayudándonos mutuamente en un juego de seducción que se sentía tan natural. Mientras me sacaba la blusa, sus ojos brillaban con un deseo contenido, y la anticipación llenaba el aire.

Justo cuando el momento parecía volverse más intenso, Thomi se detuvo por un segundo y, con la respiración acelerada, habló:

-Amor... ¿Estás segura? No quiero hacer nada que no quieras.

Sabía que esta era nuestra segunda vez teniendo relaciones, pero la primera vez con él había sido hace solo unos días, un momento que se quedó grabado en mi mente porque me había encantado. Había sido mucho más que solo el acto físico; fue una mezcla de nervios, emoción y una conexión única que nunca había sentido antes. Thomi había sido paciente, dulce, y cada caricia suya me había hecho sentir segura, Esa primera vez con él fue más de lo que podría haber imaginado; no solo me hizo sentir bien físicamente, sino también emocionalmente, como si realmente estuviera en el lugar correcto, con la persona indicada.

Lo miré a los ojos y, con una sonrisa suave, le respondí:

-Sí, estoy segura. Quiero estar contigo.

Al escucharme, su rostro se iluminó con una mezcla de alivio y deseo. Esa tensión en el aire se transformó en una calidez aún más profunda, como si una chispa se hubiera encendido entre nosotros. Volvimos a besarnos, dejando que la pasión nos envolviera nuevamente. Sus labios eran suaves, pero había un fuego en cada caricia que me hacía sentir viva.

Mientras nos movíamos juntos, el roce de nuestras pieles, la cadencia de nuestras respiraciones, todo se sentía como un baile, un intercambio de emociones que hablaba más que mil palabras. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, iluminando nuestros cuerpos entrelazados, y me sentí completamente segura en sus brazos. La calidez de su piel contra la mía era reconfortante, y el sonido de su corazón latiendo en mi oído me daba una sensación de pertenencia.

Él me acariciaba el rostro con ternura, sus dedos deslizándose por mi piel con suavidad, como si estuviera memorizando cada rincón de mi ser. Mi cuerpo respondía a cada toque, cada susurro, llevándome a un estado de éxtasis que jamás había experimentado antes. Era como si cada parte de mí estuviera conectada a él, y todo lo que había en mi mente era él.

Cuando finalmente alcanzamos el clímax, fue como si el mundo se desvaneciera a nuestro alrededor. Las estrellas brillaban más intensamente, y el silencio de la noche se llenó de nuestras risas y susurros. La conexión que compartimos fue más que física; era un pacto silencioso de confianza y amor que se selló en ese instante.

¿Destino o Casualidad? 𝑹𝒖𝒔𝒉𝒆𝒓𝒌𝒊𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora