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Camino hacia las cocinas, con la esperanza de no encontrarme a nadie en el camino. No estoy de humor para lidiar con nadie en este momento. Además de que tengo mis ojos rojos e hinchados por todo lo que he llorado en lo que va del día.
Camino tratando de pensar una solución para todos nuestros problemas, pero con el lío en mi cabeza no encuentro ninguna. Lo único que se es que estoy decidida a ayudar a Draco y dare todo de mi en el intento, a pesar de que se que tendría que tomar otras precauciones y tal vez tener otras prioridades debido a que estoy en camino a ser madre.
Intento dejar de pensar en el tema por el momento, algo que tiendo a hacer para evitar sentirme mal pero que a fin de cuentas me termina explotando en la cara. Suelo ignorar mis problemas o las cosas que me suceden hasta que no me queda más remedio que lidiar con ellas, y suele ser un problema. Esto me hace pensar en si debería seguir posponiendo el contarle a Theodore sobre mi embarazo.
Igualmente, decido pensar sobre ello más tarde.
—Hola, Dobby —saludo con una pequeña sonrisa.
—¡Señorita Rosier! —abraza mi pierna emocionado—. ¡Que gusto verla! ¿Que puede hacer Dobby por usted?
—Primero, llámame Nicole. Y me gustaría que me des algo de comida, si no es ningún problema.
—¡Claro que si señorita... —se corta al darse cuenta de su casi error—. Nicole!
—¡Muchas gracias Dobby!
El elfo comienza a darme un montón de aperitivos, desde galletas de chocolate, hasta mis macarons de crema de avellana favoritos. Amo a este pequeño elfo.
—Dobby, no sabes cuanto te amo ahora mismo —muerdo un macaron con una mueca de satisfacción por el dulce sabor.
—¡Dobby también la ama señorita!
Le sonrió abiertamente y me empieza a dar más macarons de muchos sabores. Definitivamente mi animo mejoro un noventa porciento.
—Adiós. Ya volveré a visitarte y te traeré un regalo —le prometo mientras me voy con mis brazos llenos de delicias.
—¡La estaré esperando, señorita Nicole!
Ahora con mejor humor vuelvo al dormitorio. Por suerte no me crucé a nadie conocido en el camino, solo un par de personas que me miraron raro por la cantidad de alimentos que transportaba.
—¡He vuelto! —aviso mientras entro en la habitación de los chicos.
—¿Esos son macarons? —una voz inesperada cuestiona.
—Lo son. Y son míos —no esta en mis planes compartirlos con nadie.
—Entendido —murmura—. Escucha, de nuevo lo siento.
—Nott, estoy harta de oír tus estupidas disculpas —ruedo los ojos—. No sirven de nada si la sigues cagando.
