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—Eso es todo por hoy —la profesora Mcgonaggal termina su clase y todos salen desesperados del aula, mientras yo me tomo mi tiempo.
—Adiós, Minnie —saludó al ser la última en retirarme.
—Señorita Rosier, aguarde —me volteo pacientemente—. ¿Cómo ha estado?
Suspiro intentando encontrar las palabras adecuadas.
—Cansada, últimamente.
—¿Me quiere contar?
Y así fue como terminé tomando el té con la profesora McGonaggal poniéndola al tanto de mi situación actual. No iba a negar que era mi profesora favorita.
—Asique no lo sé —me llevo otro bocado de galleta de limón a la boca—. Debería hablar con ellos —haciendo referencia no solo al padre del bebé, sino también a mi mejor amigo.
Ya que le conté sin filtro mis problemas a Minnie, no pude evitar contarle sobre la situación de Draco, y ella misma me prometio que si él necesitaba ayuda sería brindada con gusto. Me dijo que sabía que él no era un chico malo, simplemente no tenía opción.
Sus palabras y promesa me dieron algo de paz. Solo faltaba convencer a Draco de que lo podía ayudar.
En cuanto a Nott... bueno, el debería ser el que se acerque a hablar conmigo ¿verdad?
Más tarde ya me encontraba en dirección al Gran Comedor, lista para engullir mi cena.
—Hola, linda —Adrián me recibe en la mesa de Slytherin.
—Hola, Adrián —saludo de nuevo con una sonrisa.
—¿Quieres sentarte conmigo?
Busco con la mirada a Beck, y al no encontrarla y ver a Blaise con Draco, acepto.
—Si, por qué no —tomó asiento a su lado y comienzo a servirme la comida.
Hablamos un rato hasta que notó que cierto castaño entra al comedor, con su típica arrogancia. No sirve de nada que todas las chicas se le queden mirando embobadas y lancen suspiros enamoradas, mientras que los hombres parecen alabarlo, odiarlo o temerle, más que nada las dos últimas. Ruedo mis ojos al ver la escena que suele hacer todos los malditos días.
Se nota que le gusta recibir esta atención. Y el resto de Hogwarts está dispuesto a dársela.
—Maldito engreído —murmuró pero al parecer no lo suficientemente bajo, ya que Pucey suelta una risa al escucharme.
—Si que lo es. ¿No se llevan bien verdad? —me cuestiona interesado.
—No —confirmó pero en realidad no es del todo verdad—. En lo absoluto.
