Capítulo 9- Una pizca de comprensión

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No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.

François de la Rochefoucauld.

François de la Rochefoucauld

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—Sí, me duele —confesó finalmente Cassandra, una vez había recobrado el dominio sobre sus ojos y desviado la mirada del príncipe George, dirigiendo su atención hacia su tobillo torcido.

—¿Me concede el honor? —intervino un caballero alto, de cabello negro y una mirada profundamente oscura, lo cual sorprendió a Cassandra. No recordaba que hubieran sido debidamente presentados, pero el hombre había irrumpido con suma facilidad, como si los hubiera estado observando todo ese tiempo—. Su Alteza Real puede hacer las presentaciones pertinentes, él me conoce bien —El atractivo hombre miró hacia el príncipe George y este apretó los labios.

—Lady Cassandra, le presento al actual Marqués de Suffolk: lord Brandon Howard. 

«¡Oh, por supuesto!», pensó Cassandra. Ese caballero era el recién nombrado Marqués de Suffolk. Las noticias decían que su padre había fallecido el año previo y que el hijo, ese hombre tan atractivo que ahora estaba delante de ella, retornaría a Inglaterra tras haber pasado numerosos años en el extranjero. ¿Qué había estado haciendo durante todo ese tiempo lejos de su marquesado? Nadie lo sabía. Las malas lenguas decían que era un libertino. Claro que Su Alteza Real no debía de ser muy diferente de él, puesto que su tía así lo había catalogado en cuanto entró en el salón a altas horas de la noche, después de haber pasado por diferentes clubs masculinos. ¿Acaso eran compañeros de juergas?

—Milord —asintió lady Colligan—. Siento no poder ponerme de pie. 

—Por favor, no es necesario —respondió Lord Howard. Cassandra intentó captar la mirada del caballero, pero sus ojos permanecían ocultos bajo el velo de sus pestañas oscuras—. Solo quiero ayudarla, ¿me permite? —Lord Howard se arrodilló frente a ella y con gentileza colocó sus manos enguantadas sobre su tobillo cubierto por la media. A Cassandra le pareció advertir una insinuante sonrisa en los labios del Marqués de Suffolk mientras ajustaba su tobillo y ella expresaba su dolor. Además, de reojo, pudo percibir cómo Su Alteza Real se incorporaba y el resto de los presentes en el baile de debutantes les lanzaban miradas y susurros de diversos matices, la mayoría de ellos con expresiones de preocupación por su bienestar—. ¿Mejor?

Cassandra desplazó con lentitud su pie hacia adelante y luego hacia atrás, constatando que el dolor ya no era tan agudo. —¿Es usted médico, lord Howard? —se maravilló ella con una sonrisa de agradecimiento. 

—No, pero tengo un medio hermano que es doctor. 

—¿De veras? ¿Quién es su hermano, lord Howard? 

—El diablo. 

Cassandra dio un respingo ante esa respuesta y frunció el ceño, pensativa. ¿Quién era el «diablo»? No conocía a ningún noble con ese apodo. Pero lord Howard se había referido a él como un «medio hermano», así que era un bastardo y, por ende, no era noble. ¡¿Un bastardo?! ¿Y lo decía con tanta soltura? Las cavilaciones sobre el asunto la llevaron a quedarse muda. 

El Diario de una CortesanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora