Varón prevenido de cordura no será combatido de impertinencia.
Baltasar Gracián.
Su vestimenta había sido impecable y a la moda, pero sin ser ostentosa ni llamativa. Su pelo era rubio, lo llevaba un poco largo y, de seguro, que siempre iba bien peinado. ¡Ah, pero qué recórcholis le importaba a ella su aspecto! El príncipe George había sido todo lo que había imaginado siempre de los miembros de la realeza, o aún peor. ¡Debería de guardarlo en el fondo de su memoria como un recuerdo desagradable! Pero lo único que había hecho desde la noche anterior hasta esa mañana de viento fresco, había sido darle vueltas y más vueltas a lo sucedido, a las miradas, a su altanería, a sus ojos de color cobre... a su «todo».
Le gustaría estar en Bristol y montar a caballo un rato, cabalgar a través de los prados verdes, y sentirse libre para relajarse y olvidar la noche anterior. Pero estaba en Londres. Esa ciudad gris, y llena de ojos anhelantes de cotilleos. Si tan solo tuviera una amiga con la que tomar el té y comentar las trivialidades habituales de la temporada...
Antes de trasladarse a la ciudad, lady Cassandra Colligan había imaginado que sería presentada a la reina inmediatamente y que luego se sucederían un sinfín de eventos sociales en los que conocería a mucha gente interesante. Se había equivocado de parte a parte. Para ser presentada a la reina, primero tuvo que pasar dos o tres semanas de compras, pruebas de vestuario y lecciones adicionales de la institutriz sobre la vida de una dama en la ciudad. Después, los eventos no habían sido, para nada, continuados. La temporada todavía no había llegado a su máximo apogeo, así que las cenas o los bailes se celebraban una vez por semana, y la gente, por supuesto, era de todo menos interesante.
Estaba aburrida. Esa era la soberana verdad: aburrida y cansada. Y solo acababa de empezar. No quería imaginarse a sí misma al final de la temporada. Estaba segura de que la piel se le pondría gris como a muchas otras damas a las que había visto. Y, además, todo resultaba ridículamente patético si le sumaba, al cúmulo de circunstancias poco favorables, el hecho de que se hubiera obsesionado con el príncipe George. Iba a olvidarse de él a partir de ese preciso instante. Ya estaba, ya lo había hecho. Se levantó del diván y miró por la ventana mientras su madre cosía.
Hacía un poco de frío, soplaba el viento e incluso llovía un poco, cualquier dama remilgada se habría negado en rotundo a salir hasta que sol saliera. Pero ella no era cualquier dama remilgada. Su padre había salido al parlamento para dar un discurso y su madre estaría ocupada con las labores dos horas más. Eso le daba margen para...
Y sí, se le mojaría un poco el pelo. Pero lo solventaría con un sombrero. Además, toda la familia estaba contenta por el hecho de haber sido presentada al príncipe de Inglaterra... ¡Ay, otra vez él! No.
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El Diario de una Cortesana
Historical Fiction[Retirada para su edición y venta] Lo imposible convertido en obsesión. Cuando le impiden casarse con el príncipe George de Inglaterra, a una dama del siglo XIX solo le quedan dos opciones: entrar en un convento y deshacerse de su hijo o convertirs...