Capítulo 10- Pasar el umbral

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A la noche siguiente

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A la noche siguiente.

—Debes decirme donde estará esta noche —pidió el príncipe George a lord Brandon Howard en mitad de un tugurio en el que había encontrado al «fantasma». Era un club de mala muerte donde los espías de la Corona solían reunirse. Muy pocos conocían esa información, pero él no era cualquiera. Era el hombre al que esos espías debían parte de su sumisión. 

—Pensé que ya habrías zarpado —comentó el Marqués de Suffolk, mirándolo de soslayo mientras le daba vueltas a su coñac, sentado en la barra mientras George se mantenía de pie. 

Debería haber zarpado esa madrugada como lo había hecho Archie. Pero fue incapaz de hacerlo mientras no le pidiera disculpas a esa joven. No sería él quien agravara el dolor de su corazón después de haberse quedado sin madre. Él había tenido la fortuna de tener a unos padres modélicos, pero había visto suficiente sufrimiento en la guerra como para saber cuándo compadecerse. Incluso de aquellos que menos lo merecían. Por eso había buscado a Brandon, y por eso necesitaba saber donde estaría lady Cassandra Colligan esa noche. 

—Infórmame. 

—Jamás habías usado el servicio secreto con fines personales. 

—Está bien, hay cuatro salones abiertos esta noche, la buscaré por mí mismo —George se giró sobre sus tobillos, pero su espía lo detuvo por el brazo. Nadie se atrevía a tocarlo, absolutamente nadie. Pero Brandon era distinto. Él veía las cosas de una forma diferente al resto de la gente. Y por eso le perdonaba ciertos gestos, como ese: el de cogerlo por el brazo. 

—Iré contigo, está en la propiedad de los Bruyn. Yo también necesito ir allí. 

—¿Podrás entregarle esta nota? No quiero comparecer de nuevo en un salón concurrido de muchachas casaderas, eso es peor que la guerra. 

Brandon Howard tomó el papelito de la mano del príncipe George, pero no dijo nada. Ambos salieron en silencio en dirección a las calles más lujosas de Londres, lejos del barrio en el que se encontraban en ese momento. 

Mayo 1846

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Mayo 1846. Baile de los Bruyn. 

Tras la pieza inicial, Cassandra bailó con dos caballeros jóvenes y con uno mayor, un marqués ni más ni menos, antes de que llegara la pieza previa a la cena. Había decidido disfrutar, al menos un poco, de cada momento. La noche anterior, de acuerdo a sus ideas, la había pasado llorando por su madre. Sin embargo, a partir de ese día, se había propuesto convertirse en alguien distinto. Una versión renovada de sí misma, capaz de enfrentar la ausencia de su querida madre.

El Diario de una CortesanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora