Prólogo

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Entonces, de niños, vamos a la escuela y la profesora nos dice: la energía no se destruye, se transforma.

En aquel momento, somos demasiado niños, demasiado tontos, y demasiado humanos para saber que el conocimiento de las almas pasó de generación en generación, pero cambiando su enfoque, para adecuarse al pensamiento de la época.

Las almas no se destruyen nunca. Pero hay debates en cuanto a su posibilidad de transformarse.

La regla general es diez, aunque hay quienes aseguran recordar hasta doce, o incluso quince. Nadie lo sabe, y nadie elige creer algo que no puede comprobar. Diez vidas son suficientes para la mayoría, algunos incluso se atreven a decir que son demasiadas.

Diez vidas humanas, en diferentes etapas y épocas. Cada una ligada a un cuerpo, sin relación ni recuerdos la una con la otra. Sería pesado para la mente recordar tantas vidas, si los recuerdos de una sola de ellas a veces nos vuelven locos.

Al llegar a la última de esas vidas, la diez, se nos obsequia el don de recordarlas, quizás con la intención de no mandarnos a la extinción sin saber al menos uno de los secretos del universo. Y es ahí cuando nacen los miedos, las teorías y las metidas de pata.

Nadie sabe qué hay después de la caducidad del alma, así como los humanos de almas jóvenes no saben qué ocurre después de la muerte. Algunos dicen que no hay manera de destruir el alma, que en su lugar nos transformamos en animales, y vamos reencarnado en diferentes especies, hasta que olvidamos cómo se sentía ser un humano, y solo entonces el ciclo vuelve a empezar, de nuevo desde el alma número uno, en una larga cadena. Otros creen que la caducidad del alma genera las catástrofes naturales (por su carga energética) pudiendo resultar en una tormenta, remolino, terremoto, lluvia o incluso en la explosión de un volcán. Otros dicen que simplemente dejamos de existir.

Yo prefiero pensar que, luego de una larga vida tan azarosa, se nos permite elegir qué destino darle a nuestra alma. Después de todo, ya tuvimos que sufrir diez malditas vidas en este despelotado mundo.

Esta es mi vida número diez, y he dedicado más noches de las que quisiera reconocer a pensar en este hecho. Sin embargo, tengo ya 24 años en este cuerpo, y a medida que he ido recordando mis vidas anteriores, he decidido que hay una sola cosa que quiero hacer en ésta, posiblemente mi última vida.

Y aquí voy.

Efímero (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora