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La menor estaba en la sala de espera, moviendo su pie con impaciencia, mordiendo su labio inferior y con la mirada perdida en el piso de color blanco.

¿Dónde estaba?

En el hospital, Jihyo había tenido un accidente, no tan grave como sería lesiones múltiples pero si para tener un esguince en su muñeca izquierda.

Cuando le notificaron a Sana que la menor se encontraba en el hospital, salió de su trabajo con prisa dejando a un cliente a media reunión, su prioridad siempre sería Jihyo.

Escucho el sonido de la puerta y alzó la mirada, para ver a una apenada pelinegra con una fedula en su muñeca al igual que una receta en su mano no lastimada.

—Dios, mi amor, me preocupaste tanto, ¿Cómo paso?—Sana se levantó tomando las mejillas de la pelinegra, dando besos en la frente de la más baja.

Jihyo se sonrojo intensamente, al punto de que sus orejas estaban de ese color.

—¿Jihyo?

Hace unas horas

—Jungkook, de verdad, no puedo ir a entrenar contigo, necesito terminar un archivo y verificar que todo vaya bien—la pelinegra se encontraba frustrada por la insistencia de su hermano.

—Vamos, enana, ya se que tienes miedo de perder contra mi otra vez, pero no es para tantooo.

El mayor dio justo en el clavo del orgullo de Jihyo.

—¿Perder? Si el que lleva perdiendo contra mi más de 10 veces eres tú, Kookie—se burlo y escucho un gruñido del otro lado del teléfono.

Ambos hermanos eran demasiado competitivos, tanto entre ellos como con otras personas.

—Entonces ven y demuestralo, te pateare el culo, Jihyo.

—Ya veremos...

Actualidad

Y por ser tan competitivos, siempre estaban tendentes de lastimarse, algo muy común entre ambos, sus padres siempre lidearon con ello.

Entonces, tras tropezarte caíste sobre tu muñeca y te lastimaste...Joder Hyo.

Jihyo miraba el suelo, apenada, asintió.

Sana río, le parecía algo cómica la razón, pero aún así se mantenía preocupada.

—Vamo, Hyo, hoy te haré galletas con chispas de chocolate y café frío, solo para que te sientas mejor.

—¿Compramos pan?—Jihyo sonrió.

—Claro, compremos el pan que quieras, nena—la rubia correspondió la sonrisa y le robo un beso a la más baja, mirándose a los ojos, derramando amor puro.

Sana cuidaba de Jihyo, como si de una rosa de cristal se tratase, tomo su mano derecha con delicadeza, para irse juntas a casa.

𝘿𝙤𝙡𝙘𝙚 𝙖𝙢𝙤𝙧𝙚 ➽ˢᵃʰʸᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora