Capítulo 1

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Elizabeth estaba enojada, enojada con todos, con su madre, con sus hermanas, con sus tíos, con el destino y sobretodo enojada con su padre. Un sollozo se le escapó cuando se desplomó sobre la roca en la cima del Monte Oakham, había escapado de casa en un intento de poner sus ideas en orden. Hacía dos semanas que su padre había muerto y dentro de tres semanas más tendrían que abandonar su hogar, y peor aún, separarse; su madre y hermanas menores se quedarían en Meryton con su tía Philips, Jane iría a Londres con los Gardiner y ella, otro sollozo se le escapó. Cómo era que atraía a puros pretendientes mediocres, con la excepción del Sr. Darcy, primero Collins y ahora el Sr. Hall, no podía ser posible, y todos estaban en su contra, su madre, sus hermanas y hasta sus tíos, la pobre Jane ni siquiera la miraba, tampoco la apoyaría si tomaba la decisión de rechazarlo. Quería gritar, todo era injusto, era el destino dándole en la cara, por rechazar a un hombre como el Sr. Darcy, su orgullo heridos y prejuicios habían hecho que no juzgara bien a un buen hombre, sí, tenía sus defectos, pero eran posibles de corregir. Era una tonta y ahora tendría que casarse con un hombre tonto, que podría darle bienestar a su familia y eso tenía que bastar. Era su culpa, de nadie más y con ésta reflexión y un suspiro desde lo profundo del alma, se levantó y sacudiendo sus faldas decidió enfrentarse a sus circunstancias y volver a casa.
Bajaba por el sendero corto, directo a Longbourn cuando al girar se topó frente a frente con el Sr. Darcy. Elizabeth se sobresaltó y se sonrojó, y pensar que hacían unos minutos estaba reflexionando sobre él. No había cambiado en nada desde que lo vio el pasado abril en Kent, seguía alto, muy alto, corpulento, con la ropa a la medida y su cabello, o su cabello negro tan perfecto que le daban ganas de pasar la mano y desordenarlo, quizás también romperle algunos botones del chaleco, a lo mejor así no parecería tan dueño de sí mismo.
- Srta. Elizabeth, la estaba buscando.
Elizabeth cerró la boca, que por algún extraño motivo se le había abierto como una boba al observarlo, enderezándose e inclinándose lo miro a los ojos. ¡Y Oh Dios Mío!, sus ojos, ese azul oscuro profundo la estaban mirando tan intensamente que se le puso la piel de gallina. Respiró profundamente y contestó.
- Sr. Darcy, ah, que hace aquí?
- Me he enterado de lo que ha sucedido con su padre, lo lamento mucho, he venido con Bingley que ha abierto Netherfield otra vez, he estado en Longbourn dónde su hermana Jane nos ha contado que ha sucedido.
- Oh, bueno, yo. - tartamudeo y desvío la mirada.
Sintió como sus dedos agarraban su barbilla y le volvía el rostro hacia él, quedó hipnotizada con algo que él tenía en los ojos, era una determinación tan grande que fue sofocante, sus mejillas se encendieron, debían estar rojas de la vergüenza y de la sorpresa de que él se sintiera con el derecho de tocarla, ¡Buen Dios!, que estaba distinto en él.
- He descubierto a la mala, que si me comporto como me han educado, cómo creí que era un comportamiento correcto, solo obtendré rechazo de ti. Soy culpable de haber sido maleducado a tu alrededor, soy culpable de creerme con la autoridad de influenciar a mis amigos y lastimar a otros, como su hermana. También estoy harto de ver mi felicidad escaparse de mis manos y no hacer nada por evitarlo. Esto era lo que tenía que haber hecho en Rosings cuando me declaré tan desastrosamente.
Elizabeth no tuvo tiempo de preguntar a qué se refería, ya que en un momento estaba escuchándolo decir todo aquello y al segundo estaba en sus brazos y siendo besada muy a fondo. Quién iba a decir que el orgulloso Sr. Darcy besara así, no era como si pudiera compararlo, pero estaba segura que los caballeros no besaban así, oh sí y ella había estado engañada toda su vida, demasiado inocente para pensar que en el matrimonio había más que simple amistad, ella pedía el amor más profundo, nunca pensó que significaba realmente.
Pero entonces él la soltó, después de haber probado toda su boca, había sentido su lengua o era cosa de la nebulosa dónde él la había metido. Aturdida por el calor que había recorrido su cuerpo, parpadeó continuamente para enfocar su vista y lo primero que salió de su boca fue lo más absurdo.
- ¿Besan así todos los hombres Sr. Darcy?
- Es William para ti, y no lo sé mi amor, y tú tampoco lo sabrás.
Entonces sin que le preguntara la agarró de la mano y la guío hacía Longbourn, Elizabeth sumida en el estupor del momento nunca reaccionó cuando Fitzwilliam Darcy declaró ante todos los reunidos en la sala, que se casarían dentro de una semana. Creyó escuchar a su madre pidiendo sus sales a Hill, a su tía felicitarlos y a su tío pedir hablar con William en el estudio de su padre. William, que nombre más hermoso, pero ella aún no lograba organizar sus pensamientos, todo había sido tan rápido que cuando pudo reaccionar, él se despedía de ella dándole un casto beso en la mejilla y susurrándole en el oído.
- No lo pienses mucho, esto es lo que ambos deseamos, no te metas muy profundo en esa cabecita tuya o tendré que noquearte otra vez y está vez el beso durará más.
Hombre engreído y manipulador de dónde había salido era un misterio, pero dadas las circunstancias, ella lo estaba disfrutando, aunque aún no comprendía del todo el significado de algunas cosas que sucedían. Estaba tan cansada que simplemente se apoyaría en él, y dejaría que por una vez alguien más pensara por ella.

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