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Sergio volvió al piso que compartía con Sandra lo más rápido que pudo. Si se daba prisa en ducharse y cambiarse quizás podría aparecer en la Gala antes de que terminaran las actuaciones y darle una sorpresa a su novia. Y efectivamente así lo hizo. Enseñó su carné de identidad y el señor de uniforme lo dejó entrar deseándole que pasara una buena noche.

Caminó con paso firme hasta el salón que indicaban las flechas y se quedó parado en la puerta, desde donde buscó a Sandra por encima de las cabezas. Cuando la vio pudo notar con todo lujo de detalles cómo la bilis le subía hasta la garganta. Ella y Javi se encontraban a cero milímetros el uno del otro. Rápidamente, su cabeza acudió en su ayuda: "Son amigos de la infancia". Pero mantuvo los puños cerrados.

Respiró profundamente varias veces para destensar los músculos. Adelantó un pie y al instante frenó en seco. Había empezado a sonar una de las canciones favoritas de Sandra, de las que pasaba horas seguidas escuchando. La vio dejarse llevar, reír, casi volar, y sentía fluir la rabia de no ser él quien la acompañara en ese momento, de no provocar en ella esas ganas de disfrutar. Quiso pensar que era la música la que producía ese efecto y no la compañía de otro hombre que no era él.

Probablemente para evitar la humillación que le suponía esa situación, esperó tras una columna a que la canción terminara. Aprovechando que el cantante daba explicaciones sobre su siguiente composición, fue hasta el lugar de la pista que ocupaban Sandra y Javi. Al verlo llegar, la chica abrió los ojos de par en par hasta que pudo reaccionar y sonrió por la sorpresa. Sergio atrapó sus mejillas entre sus manos y la besó apasionadamente delante de todos.

-No quería perderme algo que te hacía tanta ilusión.

Su novia, aún desorientada por el arrebato inesperado, parpadeó un par de veces para volver a pisar tierra. Entonces miró a Javi, que no había tenido tiempo de reaccionar al que consideraba un espectáculo lamentable.

-Sergio, Javi; Javi, Sergio –los señaló a destiempo, ruborizada.

-Encantado, Javi, es un verdadero placer conocerte –le tendió la mano con confianza.

-Igualmente –a los dos se les daba muy bien fingir cortesía.

Sergio mantenía a su novia agarrada por la cintura en el momento en que la música volvió a sonar, esa vez a un ritmo mucho más lento.

-Con tu permiso, Javi, me gustaría bailar con mi chica –por su sonrisa se podría haber dicho que realmente lo apreciaba.

No esperó a que el permiso fuera concedido, simplemente abrazó a su chica y volvió a besarla. Así que a Javi no le quedó más remedio que integrarse con el resto de los cómicos que bailaban, o más bien hacían el ganso, junto a ellos.

Teddy le hizo señas con la mano para que se alejaran y así poder comentar. El almeriense no tardó en reaccionar:

-Le ha faltado sacarse la chorra y mearle encima.

-¿Pero ese tío de dónde ha salido?

-¡Y yo qué sé! Menudo prepotente falso de los cojones... que... ¡oh!

Llorar de risaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora