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-¿Me explicas qué es esto? –la voz de Sergio había comprendido la petición de Sandra sobre no gritar, pero sus ojos y su expresión general iban por otro camino distinto. Su novia terminó de cerrar la puerta antes de responder.

-Me parece muy fuerte que me estés tratando así.

-Hombre, claro, ¡encima la víctima eres tú!

Ella sólo lo atravesó con la mirada. Él se quedó callado, arrugó la hoja de revista que había sostenido en el aire hasta ese momento y la tiró con fuerzas contra la pared. Sandra comenzaba a asustarse. Su chico tenía carácter, siempre lo había sabido, pero jamás lo había visto tan fuera de control. La tensión podía cortarse. Ella no llevaba nada bien ese tipo de situaciones, le creaban ansiedad, por ello procuró mantener la calma y restablecer un ambiente de armonía hablando en un tono suave:

-No sé qué tienes contra Dani. Desde que ha vuelto a mi vida estás enfadado, inseguro y agresivo. Ya te he dicho que no hay nada entre nosotros, que te quiero a ti, ¿por qué no me crees?

-A ti sí te creo –su tono había disminuido considerablemente-, de quien no me fío un pelo es de él. No pensaba decirte nada, pero ya estoy harto. He visto cómo te mira, y te toquetea a la mínima de cambio. Y encima hoy llego al trabajo y me tengo que comer la humillación de que todos mis compañeros saben que mi novia se tira a un famoso. ¡Porque encima es famoso!

-¡Yo no me tiro a nadie! ¡Y me ofende muchísimo que pienses que puedo hacerte algo así! –sus ojos se habían humedecido ligeramente-. No me hagas elegir, Sergio, con él no.

Sergio bajó sus defensas, aunque le dolió ese 'con él no'. Era muy consciente de que Dani era lo único bueno que recordaba de su infancia, y la separación de los dos amigos había estado completamente marcada por el divorcio de sus padres. Si se encargaba de arrebatarle algo tan valioso, estaba claro que sería el malo de la película. Así que tenía dos alternativas: o luchaba de frente o se aliaba con el enemigo. Y si conocía bien a la mujer con la que compartía su vida, la segunda opción era la más acertada.

-No llores, peque, por favor –dio tres pasos hacia ella.

Sandra se aferró a ese gesto y caminó hacia él para abrazarse a su torso. Sergio le correspondió, le besó el cabello y apoyó ahí su mejilla. En realidad no se estaba entregando, simplemente se limitaba a seguir su instinto, su necesidad de no dejarla escapar. Sin pensarlo demasiado, dejó que sus labios hablaran solos:

-Invítalo a casa.

Sandra se separó de él y lo miró a los ojos, feliz.

-¿En serio?

-Sí –sonrió-. O hacemos lo que quieras, salir por ahí, ir a alguna parte... lo que prefieras. Aún no tenemos ningún plan para el próximo fin de semana.

Sergio no permitió que Sandra añadiera nada más. Su cara le decía todo lo que necesitaba saber. Comenzó a besarla, primero con dulzura, luego con pasión. Necesitaba sentir que seguía siendo suya, que todo estaba bien y que no iba a dejarlo solo. Ella, con los ojos cerrados, se dejó llevar por las manos de su chico.

Al terminar de hacer el amor, Sandra espero a que Sergio se durmiera para escribir un mensaje a su amigo.

"Todo está solucionado, don't worry. Sergio quiere que hagamos algo los tres juntos, así os conocéis mejor. Llámame si tienes hueco esta semana".

Extrañamente, en contra de lo que había supuesto, no obtuvo una respuesta inmediata. Y se quedó dormida esperando.

Llorar de risaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora