—Pero... ¡Jueputa vida la mía! ¿De qué mierdas estás hablando ahora?
Enojado, estrella el culo tallado del vaso contra la colcha, manchando a la inocente. Amenazante se eleva un goterón, pero cae para seguir formando parte de su fondo. Se esparcen gotas en el ambiente superando la redonda boca abierta y éstas, en su corta trayectoria elíptica, no alcanzan a divisar que, en nuestro descontento horizonte, este lunes comienza a clarear. Abatidas son recibidas por la tela, absorbidas ya forman parte del acolchado edredón y... ¡La tregua se rompe!
Se sienta al borde de la cama y me desaíra al darme la espalda. Estrepitosamente, coloca el vaso con su cóctel sin terminar sobre la mesita de noche, y a dos manos, –sin soltar el cigarrillo que ha sido otra víctima al mojarse– se toma la cabeza.
¡Ya sabía yo, que de eso tan bueno no dan tanto! Me sorprende Mariana con esta nueva revelación, pero más me irrita reconocer que, por cobarde y por idiota, dejé pasar por alto esta inesperada información. Puede que no sea tan relevante, pero es que... ¡Mierda!
—¿Y entonces de cuál mujer estás hablando? ¿No te bastó con seducir a tu amiguita? ¿O es que de verdad se te cruzaron los cables, y te quedó gustando tanto que ya no le haces asco a nada ni a nadie, y no desaprovechas cualquier oportunidad para ponerte a «arepear»? —Sin mirarla la acribillo con mis inquietudes y algo de sarcasmo.
—¡No te voy a mentir! Aunque me vi sorprendida en su momento, tú y yo lo gozamos al final. Pero para darle a las cosas su justa medida, cielo, no fui yo quien lo buscó. El destino lo quiso y Eduardo intervino otra vez. —Aclara sin que pueda poder observar la verdad o el conformismo en su mirada, aunque la tonalidad neutra de su voz a mis espaldas, no ha cambiado. Permanece plana, sin emocionados sobresaltos.
—¿Acaso otra vez te obligó? —Le hago la pregunta, más me quedo pensativo pues... ¿De cuál disfrute habla?
—Eso creyó él. ¡Así me lo tomé yo! Pero con el transcurrir de los días, tras varias conversaciones personales y otras telefónicas, aproveché su altanero mandato para conocerla mejor, traspasar los muros de su fuerte personalidad y comprender sus pensamientos revolucionarios, deshilachando sus mordaces comentarios en las redes sociales, y conociendo con antifaces de encaje, su oculto y nocturno mundo sin la soberbia acostumbrada, en un terreno prohibido para toda la comunidad de fans que virtualmente la idolatraban. —Camilo gira su torso arrugando la tela y su cuello lentamente se tensa hacia su derecha para mirarme de soslayo.
—Mariana, das tantos giros a tus explicaciones, que ya tienes patinando mis entendederas. No sé si lo que pretendes es que pierda el hilo. ¿Podrías ir al meollo de la cuestión?
—A ver te lo explico, cielo. Al iniciar nuestra semana laboral, tú con esa nueva rutina, desplazándote a las afueras de la ciudad, sin que me hubieras compartido todavía las razones para tu nuevo lugar de trabajo, y yo con todos mis sentidos en alerta, pues al encender el móvil empresarial, José Ignacio me había puesto cardiaca con tantos mensajes escritos y notas de voz, rogándome que le llamara y pidiendo que le respondiera algo, tan siquiera por WhatsApp...
—¿Qué quería acaso?
—Hummm... ¿Pues qué crees? Saber cuándo nos podríamos ver de nuevo y concluir... Lo que iniciamos. Y adicional a ello, un mensaje de K-Mena y otro de Diana, preguntándome cada una por lo mismo. ¡Qué cómo me había ido en el viaje de vuelta y que tal estaba de salud! Al parecer a las dos no se les ocurrió que me hubiese encontrado con él y que el regreso lo hiciéramos en compañía. Por lo visto, Eduardo no les compartió la información.
—¡Por supuesto! Estaban confabulados. Eso era de esperarse. ¡Todo un detalle de tu ángel guardián!
—No señor. No fue así, mi vida. Nacho, hasta donde pude comprobar, desconoció el «rollito» en el que estaba envuelta, a pesar de que, por su culpa y mi descuido, fue que terminé bajo el yugo de Eduardo. Y hablando de ese estúpido, por su gestión administrativa, nos vimos muy temprano reunidos con él para tratar el tema de los negocios pendientes, y los inconvenientes para cerrar las ventas. Fue cuando nos propuso intercambiar entre nosotros, las carpetas de los clientes con los que, a pesar de verles algún potencial, aún no lográbamos hacer «clic» con ellos y concretar los negocios.
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Infiel por mi culpa. Puta por obligación.
Roman d'amourLa angustia en la que vive Mariana sus noches por la culpa al traicionar a su esposo, -queriendo en un caso y obligada en otros- es la razón de un viaje a una isla en las Antillas para buscar el perdón, después de seis meses de separación, contándo...