39. Itinerarios, flashes a su oscuridad.

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No podía seguir permitiendo que Mariana continuara utilizando la negación de su atracción hacia ese tipo, ocultándome entre sus revelaciones, lo que para mi mente repiqueteaba como alerta a física desinformación. Mi corazón luchaba por no hacerle hueco a las dudas, pero mi memoria hacía inventario, en fracciones de segundo, sobre los cambios que mis sentidos percibieron, no tanto en su trato íntimo dentro de nuestro hogar, sino en sus cambios de actitud, cuando se hallaba fuera de casa.

¿Debía seguir fingiendo mi ignorancia, como me instruyó Rodrigo? ¿Era todavía necesario, para evaluar su honestidad según sus reacciones? ¿Debería quitarme ya la máscara de mi estupidez, para juzgarla de una vez?

Creo que es mejor seguir escuchando su narración, lo que, según el informe, realizó después con ese playboy de vereda y por supuesto con esa otra mujer. Y en sus gestos visualizar que tanto se arrepiente.

¿Qué sucedió para que se activaran en ella, esas ganas de llevar una vida al estilo «quaintrelle»? ¿Por qué ese repentino afán en cambiar su manera de vestir, holgado y pudoroso, por ropa cada vez más estrecha, vistosa, seductora y siempre de marca con diseños exclusivos de diseñador francés? ¿Fue por darle gusto a ese tipo? ¿Por ello cambió su fisonomía, el color y su corte de cabello? Y, sobre todo. ¿Esa actitud provocadora y dócil, masoquista y depravada en nuestra intimidad?

***

—Comenzaste por ignorar mis mensajes, incluso algunas veces omitiste responder a mis llamadas o contestar con evasivas mis preguntas; e incluso haciendo que me sintiera mal al victimizarte, cambiando tu aspecto gentil y tu actitud amorosa en cuestión segundos para convertirte una persona belicosa.

—Y con ello, en lugar de, como dices, haberme protegido de sus ataques y las burlas, marginándome físicamente cuando te encamabas con él, –más no sensorialmente, pues me tenías muy presente con tus comparaciones– me hiciste sentir inseguro y conseguiste exactamente lo contrario. Hacerme dudar de mí mismo, de mi trato hacia ti, y por supuesto en mis capacidades en la cama.

—Pero es que yo muchas veces estaba ocupada, en serio. No podía estar ya como antes cuando no hacía prácticamente nada en la casa, responderte de inmediato. Tenías como tú, cosas por hacer. —Me responde, mientras acomoda sus posaderas al borde de la silla.

Ligeramente encorvada, mantiene enfocada su mirada, más allá del rompeolas. Entre su índice y el dedo medio extendidos de su mano diestra, la colilla del cigarrillo a un tercio de acabarse. Y el pulgar, –presionado por el dedo anular– es mordisqueado levemente por sus incisivos, mientras analiza, tal vez, su justificación.

—¡Claro que sí! Por supuesto. Muy ocupada como aquel fin de semana largo.

—Fue cierto lo que te conté. Afortunadamente, tuvimos muchos visitantes, la mayoría bastante interesados. Yo pensaba llamarte bien entrada la tarde, como de costumbre para ponernos al día con nuestras vidas privadas, pero entonces llegó este señor y le dio un estricto vuelco a nuestra rutina.

—Cómo te contaba, José Ignacio estuvo serio y diría que irritable con la visita que hizo el dueño y su familia. Ya de salida, cuando nos despedíamos de algunos trabajadores para dirigirnos como siempre al hotel en la minivan, se apareció don Gonzalo. Su llegada nos sorprendió a todos y aún más a él, que ya me había guiñado un ojo, dándome a entender que su humor había cambiado.

—El gerente se sentó con nosotros, y a modo de junta extraordinaria, nos informó que don Octavio, no estuvo muy contento al darse cuenta de que todos estábamos bajo la dirección de José Ignacio, y tampoco fue informado de la licencia para viajar, –dejándonos solos– que se había tomado Eduardo. La autorización fue de don Gonzalo, así que, a él, se le encargó la labor de supervisarnos. Por eso su llegada intempestiva y el mal humor regreso al rostro de José Ignacio. Nos pidió los informes de ese sábado. Personas atendidas, cierres de ventas realizados, prospectos en ciernes, y así nos dieron más de las ocho en la recepción de la agrupación.

Infiel por mi culpa. Puta por obligación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora