Capítulo 3

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El peliverde no quería abrir, pero si no lo hacía la gente empezaría a sospechar. Se levantó con pereza y caminó hasta la entrada. Puso su mano en el pomo y respiró hondo.

Entreabrió la puerta y contempló la silueta que se postraba al otro lado. La reconoció al instante e inmediatamente cerró de un portazo.

—¡Deku! ¡¿Acabas de cerrarme la puerta en la puta cara?! ¡Ya puedes estar abriendo si no quieres que la explote!

El pecoso suspiró.

No estaba preparado para verle, pero si seguía armando tal escándalo, los demás no tardarían en unirse a él.

Lo dejó pasar, aunque trató de evitar el contacto visual. El rubio lo notó y se molestó aún más.

—¿Acaso me estás ignorando? —bufó. Agarró el mentón del contrario e hizo que sus miradas se encontraran—. ¿Ni siquiera vas a mirarme?

Se formó un incómodo silencio. Bakugo lo miró estupefacto.

—¿Qué te ha pasado en los ojos? —preguntó con incredulidad y algo de decepción—. Ese color no te favorece.

Ambas manos sujetaban las coloradas mejillas del adolescente. Los dos se miraron. Mantenían una cierta cercanía que desestabilizaba el frenético pulso de Izuku.

—¿Vas a seguir callado? —inquirió mientras continuaba acariciando su cálido rostro.

Deku resopló. Ocultárselo e inventar más excusas carecía de sentido y solo lograría enfadarlo más. Abrió la boca y confesó todo; le contó lo ocurrido y le explicó las cosas que le preocupaban y lo mantenían en vilo.

Le comentó que no sabía demasiado acerca del quirk y que todavía no estaba seguro de que los efectos fueran permanentes.

Además, el peliverde le pidió que no se lo contara a nadie. Ni siquiera a All Might.

—Entonces, ¿soy el único que lo sabe?

Asintió.

—Así que ahora eres un chupasangre.

—Kacchan, no me llames así.

Bakugo soltó una sonrisa burlona y siguió molestándolo con sus preguntas.

—¿Y cómo es que el sol no te afecta? ¿Ni siquiera brillas? Aunque si yo fuera tú, preferiría quemarme antes que parecer una puta bola de discoteca.

—Kacchan, ves demasiadas películas. ¿Cuál será tu próxima pregunta? ¿Si el ajo puede matarme o si soy inmortal?

El rubio volvió a sonreír.

—Pero hablando en serio, ¿qué harás cuando tengas hambre? Pues como he podido comprobar, ahora te va la sangre.

Izuku juntó sus dos manos y se disculpó.

—Te he pedido perdón mil veces. Juro que no lo volveré a hacer... Me controlaré hasta resolverlo.

Bakugo frunció el ceño.

—¿Pretendes encerrarte aquí hasta matarte de hambre?

—¿Y qué otra cosa puedo hacer? No quiero herir a nadie.

Bakugo pensó en una alternativa; pedir algunas bolsas de sangre en el hospital. Pero sería difícil obtenerlas. Además, conocía a Deku. Seguro que se negaba en rotundo, alegando que habría alguien que las necesitaría más que él.

Después de estar un rato reflexionando, el rubio llegó a una conclusión.

—Bebe mi sangre.

Izuku se quedó estático. ¿Qué acababa de decir?

Essence [BAKUDEKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora