capítulo 10

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Había pasado una semana para estar mejor de la gripe que me atacó, empecé a tomar vitaminas para ayudar a mis defensas y poder recuperarme rápidamente.

Estaba muy atrasada en mis clases, aunque no las descuidé gracias a Helen que me pasaba los apuntes, mi amiga definitivamente es un sol. 

Me preparé muy bien en esa semana de ausencia para poder presentar los exámenes que tenía pendiente. Gracias al cielo, por mi buen rendimiento académico y puntualidad, los profesores entendieron y no pusieron objeciones para dejarme presentar mis evaluaciones. 

Siento que cada una de ellas las pude responder adecuadamente y por eso estaba tranquila. 

Salí del salón de clases y me encaminé hacia el cafetín, solo pude dar unos pasos cuando me detuve a limpiar mis lentes y entonces alguien chocó conmigo, sentí un fuerte agarre sobre mis hombros cuando me  desestabilicé.

Entonces coloqué mis lentes rápidamente y rodé los ojos con fastidio, era Joseph.

Me deshice de sus manos lo más rápido que pude, no quería que me tocara nunca más.

—Discúlpame Leah, no te ví.—dijo mientras me sonreía de esa manera que antes hubiera removido todo en mí.

—No pasa nada. Debo irme—dije sin mirarlo y traté de irme.

Entonces tomó mi muñeca y lo vi con cara de pocker. 

—¿Qué te pasa? ¡Suéltame idiota , me lastimas!

—No lo haré y me vas a escuchar. 

—¿Qué tengo que escuchar? Eres un imbécil Joseph, déjame en paz, no tengo tiempo que perder.

—¿Hablar conmigo es perder tu tiempo?

Su molestia iba en aumento, pero no dejaría que me intimidara, así que contesté con firmeza:

—En definitiva, sí.

—¿Y hablar con el estúpido modelito británico no lo es? ¿Qué te pasa Leah?, pensé que eras más inteligente.

—Fíjate que inteligente soy—sonreí y le dije muy cerca de su rostro—: Ese no es tu maldito problema—abrió los ojos con sorpresa ante lo que dije, me tiene harta con sus estupideces sin sentido—. Ahora suéltame y déjame ir. 

—No lo haré y me vas a escuchar—observé el pasillo y precisamente hoy, no había ni un alma merodeando por aquí—. Solo regálame unos minutos. 

—Bien, te escucho, que sea rápido. 

Pronunciar esas palabras me hacia sentir tan bien, porque ahora era yo la que no queria saber nada de él, la que quería liberarse por completo.

Afirmó un poco más su agarre en mi muñeca a tal punto, que empecé a quejarme ante el dolor, entonces me arrastró hacia un salón vacío y cerró la puerta con seguro.

El corazón me latía desbocado, pero debía guardar la calma aunque estuviera asustada.

—Joseph abre la puerta, podemos hablar en el pasillo.

—Pues no me da la gana—estaba alterándose, jamás lo había visto así—. No me gusta verte con ese modelucho de cuarta.

—Entiende que puedo estar con quién quiera, fuiste tú quien necesitaba deshacerse de mi para estar con Chloe, fuiste tú quien decidió dejarme porque necesitabas algo mejor.

Me soltó de golpe y acaricié levemente mi muñeca. Luego empezó a caminar a mi alrededor como un león acechando a su presa, por primera vez sentí miedo de él. 

Su rostro estaba rojo de la ira y me veía con esa mirada que jamás había visto en él.

Joseph, en estos momentos me da mucho miedo.

—Estaba ciego, sí—confesó—. Me dejé llevar por la habladuría de la gente, mi error fue dejar que esos rumores entraran a mi cabeza y no me dejaran dormir, todos decían que eras una chica simple para el gran popular Joseph Watson, que no hacíamos bonita pareja, que no tienes un gran cuerpo y fue entonces cuando Chloe empezó a visitarme en bmi casa, a frecuentarme y como hombre se me salían los ojos por ella ante la ropa que empezó a usar y, muy tarde me vine a dar cuenta de que ella es solo belleza y nada más, está hueca, es una chica vacía. 

No lo interrumpí y preferí callar para que él drenara, lo necesitaba. 

—Entonces yo… sé que cometí muchos errores Leah y estoy arrepentido. En vez de darte lo mejor de mí y llenarte con mi áspero amor, me lo tragué por no saber expresarlo. Tu amor me llegaba y me llenaba en gran manera, solo que por idiota no sabía aprecialo hasta que ya no te tuve a mi lado. Me di cuenta de cuánta falta me hacías cuando te idealizaba en las noches a mi lado, porque sé, que tú me diste lo mejor de ti—hizo una breve pausa y luego continuó—: En cambio mi amor hacia ti no fluía, creo que tu amor reprimía el mío. Te traté mal y dejé plantada demasiadas veces de las que puedo recordar, pero tarde me vine a dar cuenta de que te quiero más que a mi propia vida, de que sin ti...no puedo avanzar y mucho menos ser feliz. 

—¿Qué quieres decirme con todo esto? ¿Acaso pensaste que al revelarme esto iba a querer darte una segunda oportunidad? Estas enfermo y muy equivocado, jamás volvería contigo, no después de cómo hiciste las cosas con Chloe. Entiende que ambos se burlaron de mi y me heriste profundamente, pero ya no más. 

Intenté irme y nuevamente su mano no me lo permitió, fue mucho peor cuando sentí mi espalda chocar contra la pared. Inmediatamente sus manos se aferraron a mi cintura con desesperación, luego él enterró su rostro en mi cuello aspirando mi aroma.

—Me aplastas, quítate. —me quejé.

Su abrazo me estaba cortando la respiración cuando susurró en mi oído:

—Dime que no te has entregado a él, dime que sigo siendo el primero y el único para ti.

—Definitivamente estas loco.

—Loco me volveré si me entero de que ese idiota pudo tenerte. ¿Ya le abriste las piernas Leah?

—Ese no es tu problema—estaba empezando a odiarlo—, ahora suéltame porque empezaré a gritar y no te conviene un escándalo.

—A quién no le conviene, es a ti. ¿Por qué crees que no hay nadie en el pasillo? me encargué de todo ternura, para que solo estemos los dos. 

Su confesión me erizó la piel y mi corazón empezó a martillar muy fuerte dentro de mi pecho, mis alarmas se activaron cuando Joseph empezó a subir su mano por mi pierna derecha y la adentró en mi vestido, su mano acarciaba mi muslo con fuerza, quise patearlo, golpearlo, pero me fue imposible. 

Elevó mis manos por encima de mi cabeza con fuerza y las sujetó con una de sus manos, en ese momento me bloqueé por completo. Quise gritar, pero fue en vano,  cuando sentí que desgarró la parte superior de mi vestido y mi brasier quedó al descubierto enloquecí.

Estaba en shock, no podía creer que Joseph estuviera haciendo esto.

¿Acaso él sería capaz de violarme?

Joseph empezó a besarme con  desesperación, mientras mis ojos eran reemplazados por lágrimas que descendían en gotas gruesas por mis mejillas. 

Cuando sentí que aflojó su agarre, lo empujé con todas mi fuerzas y le propiné una fuerte y sonora cachetada que me dejó la mano ardiendo, su rostro se ladeó un poco y quise aprovechar para marcharme.

Entonces Joseph me tomó por el codo con brusquedad y me devolvió la cachetada por igual, haciéndome caer desorientada ante tal impacto.

Se acercó un poco a mi rostro y me dijo:

—Si le pegas a un hombre, debes estar dispuesta a recibir el mismo golpe—expresó con media sonrisa.









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