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Mirando a mi alrededor, arroje mi mochila sobre mi hombro y caminé por el pasillo un poco más rápido. Recién había terminado la segunda clase del día y ya quería pegarme un tiro en el centro de la frente. Ser profesor no debía ser catalogado como empleo, más bien era una tortura china. Cuatro chicas me habían dicho que era sexy, dos habían intentado pasarme su numero y estoy muy seguro de que una de ellas intentó tocar a mi amigo mientras miraba su trabajo.

¿En que sociedad vivimos, maldita sea? ¡Joder, que para algo existían los baños y los adolescentes calientes que follaban todo lo que encontraban en el camino! No entendía porque las chicas insistían conmigo cuando tenían más de media escuela llena de chicos en celo dispuestos a cualquier cosa por encontrar una mano amiga -y si, lo dije con doble sentido.

Hablando de perros alzados. Sacando mi celular del bolsillo, marque rápidamente el número que me sabia de memoria y me lo llevé al oído.

—¿Hola? —la voz ligeramente gruesa contesto desde el otro lado—. ¿Quien es?

—¿Como que quien es? —gruñí—. ¿Acaso no tienes mi numero?

—¡Zayn, amor de mi vida, luz de mis ojos, el pupuruchu de mi parapucha! —Dios, había que tener paciencia para hablar con Louis—. Siento no haberte reconocido, es que te tengo agendado como PasivaFacil. A veces olvido que eres tu.

—Yo te tengo agendado como ChupaPollas y no te confundo. —gruñí.

—Que lindo apodo, pero tendrías que agregarle Todasmenoslamía. —rodee los ojos—. En fin, ¿para qué me llamabas, corazón de melón? Me tenias abandonado.

—¿Puedes dejar de ponerme apodos? Sabes que me ponen de los nervios.

—¿En serio, mi dulcesito de cianuro? No me había dado cuenta. —se burló.

Estuve a dos segundos de cortarle pero luego recordé́ las razones por las cuales le hablaba y no lo hice—. ¿Donde te encuentras ahora?

—¿Para que quieres saber? —replicó.

—Para ir a allanar tu casa mientras no estas —pusé los ojos en blanco—. Porque quiero saberlo, Louis. A veces me interesa saber que tu maldito culo no ha sido violado por uno de los pirados con los que sales.

—Bebé, sabia que te gustaba mi culo pero no me di cuenta de cuanto.

—¡Louis! —gruñí.

La risa del castaño floto por el auricular por varios minutos hasta que finalmente logró calmarse—. Lo siento —dijo sin aliento—. Lo siento, no podía dejarlo pasar. En este momento estoy en Francia pero tomare un vuelo a Londres esta misma tarde, ¿por qué?

—Porque creo que voy a necesitar tu ácido humor luego de esta noche. —murmuré.

—Wow, tienes ese tono de perrito apachurrado que pones cuando recibes una mala noticia —dijo—. ¿Que sucedió?

—¿Recuerdas que te conté sobre mi empleo en Western?

—Yehp —acepto—. Aun no puedo creer que te hayas metido allí de nuevo. Ambos salimos corriendo de ese centro de tortura tan rápido que creo que rompimos leyes de transito por exceso de velocidad.

—Necesitaba el empleo, ¿si? No todos tenemos una carita bonita y un culo de araña trapera para ganarnos la vida.

—Hey, eso podría haberme ofendido sino supiera que lo dices porque me amas —tuve que sonreír ante esa afirmación. Solo Louis podía soportar mi humor amargo con tanta naturalidad—. ¿Que sucede con tu empleo? ¿Es malo? ¿A cuántos niños has golpeado? ¿Quieres que te ayude a ocultar un cuerpo? Dime las medidas del niño que empiezo a hacer el pozo.

Intocable |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora