CAPITULO 6

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CAPITULO 6


USAGI


MEDIO MES DESPUÉS



Una noche cualquiera viendo por la ventana de la habitación de Faraón 90 estire mi única mano libre, quería tanto alcanzar esas hermosas luces en ese enorme lienzo negro. ¿Sería posible desaparecer en ese cielo estrellado?

-¿Qué es lo que miras? –escucho la voz de ese hombre.

Cada vez que me despierto en su cama, o siento sus caricias en mi piel, me repito que todo lo que hago es por nuestro bien. Hasta el momento he logrado esconder mi embarazo, para bien o para mal. Me preocupa que las nauseas se estén intensificando por las mañanas o que los olores me provoquen el vomito, siento que en cualquier momento Faraón 90 se dé cuenta.

-Veo las estrellas –le respondo.

Él se incorpora a mi lado, siento la cama y mi cuerpo moverse, él se estira y toma mi mano que tenia levantada. Su tacto es caliente, como las brazas ardientes en mi piel. Mi vista va pendiente a todo lo que hace él con mi cuerpo. Lo veo atraer mi mano a sus labios y besar el dorso, sus ojos brillan con posesividad.

-Esas estrellas no son más importantes que yo, ¿o sí?

Claro que lo son.

Hay pocas cosas que aun me recuerdan a mi vida antes de él. Poco a poco fueron marchitándose y muriendo. Las estrellas son las únicas que se mantienen igual, es lo único que no cambia. Yo cambie, mi cuerpo está cambiando, mi corazón cambio, incluso mi amor.

Ahora tengo que mentir para sobrevivir. Ocultar cosas y utilizar personas. Tengo que mentirme a mí misma. En el pasado nunca hubiera utilizado a las personas o a sus sentimientos, pero ahora, si no lo hago moriré. De eso estoy segura. Ya no solo yo la que depende de que respire y viva. Tengo que repetirme que lo hago por un bien mucho mayor.

-Las estrellas son hermosas, me gustaría tanto ser una de ellas, aun así, estar aquí se siente como una prisión. Las envidio.

Las palabras salen de mi boca sin más. Por mucho que he mentido la verdad sale de mis labios sin poder detener las palabras. Me siento miserable, sucia.

-¿Envidias a ese montón de puntos? –pregunta sin comprender.

-Sí.

-Yo no. Porque tengo la estrella más brillante de todas aquí –dice poniendo un beso en mi mejilla.

Rápidamente vuelve a recostarse en la cama, pasa su mano por encima de mí, abrazándome por la cadera. No me suelta, jamás me suelta.

Vuelvo a girar la cabeza mirando el cielo estrellado, preguntándome; ¿Cuándo será el momento en que seremos libres? En algún momento cierro los ojos y me quedo dormida, cuando los vuelvo a abrir la luz del sol entra por los ventanales abiertos, el aire entra en la habitación y no hay rastro de Faraón 90. Con mucho cuidado me pongo de pie, pero en el segundo en que estoy sobre mis pies siento la familiar sensación en la boca del estomago, apenas me da tiempo de tomar una de las batas de Faraón 90 que deja botada en una de las sillas cerca de la cama. Me tiro sujetando la taza de baño vaciando el jugo gástrico de mi estomago.

A pesar de apenas despertar estoy vaciando todo mi estomago, las arcadas y el sonido que hace el agua llevándose todo no me hace percatarme de una presencia detrás mío.

EL DIOS DE LA GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora