Hace más de tres mil años, Striker, entonces conocido como Saúl, presenció el brutal asesinato de su familia a manos de los siete Príncipes del Infierno, demonios que personificaban los siete pecados capitales. Con un golpe de suerte, Saúl adquirió...
Tras su victoria sobre Thalassa, el Señor de las Aguas, e Inferno, el Señor del Fuego, y Zephyr, Striker avanzó con determinación hacia su próximo objetivo: Torroton, el demonio que personificaba el elemento de la tierra. El terreno cambió a medida que se adentraba en el dominio de Torroton, convirtiéndose en un paisaje de montañas imponentes y cañones profundos.
El valle se extendía ante él, una vasta extensión de tierra rocosa y árida. Las montañas se alzaban como gigantes petrificados, y el suelo estaba surcado por cañones profundos y oscuros. La presencia del demonio de la tierra se hacía evidente en la desolación y la sensación de opresión que llenaba el aire.
Striker avanzó con cautela, sabiendo que Torroton era conocido por su astucia y su habilidad para manipular la tierra a su voluntad. No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara cara a cara con el demonio. Torroton emergió de la tierra misma, su forma maciza y rocosa revelándose ante Striker con un retumbar de la tierra.
La batalla que siguió fue una prueba de resistencia y habilidad. Torroton controlaba la tierra con facilidad, haciendo que las rocas se elevaran y los cañones se abrieran en un intento de aplastar a Striker. Cada golpe que asestaba hacía temblar el suelo, amenazando con atrapar a Striker en avalanchas de tierra y rocas.
Striker respondió con agilidad y astucia, esquivando los ataques de Torroton y buscando oportunidades para contraatacar. Utilizó su conocimiento del terreno montañoso para su ventaja, escalando acantilados y utilizando las formaciones rocosas como escudo contra los embates del demonio.
La lucha se prolongó, con Striker y Torroton enfrentándose en un enfrentamiento épico de hombre contra naturaleza. Striker se dio cuenta de que, al igual que los otros demonios de los elementos, Torroton obtenía poder de su entorno. Cada vez que hacía temblar la tierra o levantaba rocas, parecía fortalecerse.
Decidido a cambiar el curso de la batalla, Striker ideó un plan arriesgado. Utilizó su agilidad para esquivar los ataques de Torroton y se acercó al demonio lo suficiente como para lanzar una serie de golpes devastadores. Sus movimientos eran rápidos y precisos, y cada golpe hacía que las grietas se formaran en la roca sólida de Torroton.
La lucha alcanzó su punto culminante cuando Striker, aprovechando un momento de debilidad de Torroton, lo derribó con un golpe poderoso. El demonio quedó inmóvil, su forma petrificada se desmoronaba en fragmentos de roca. Striker había triunfado una vez más, pero sabía que su búsqueda aún no había terminado.
Mientras contemplaba la derrota de Torroton, un rugido ensordecedor llenó el aire. Era un rugido de triunfo y desafío, un sonido que anunciaba la llegada de un nuevo enemigo formidable. Striker miró hacia el cielo y vio una nube de tormenta oscura que se arremolinaba sobre las montañas.
De la nube emergió una figura imponente: , el dragón eléctrico formado por la unión de los cuatro demonios de los elementos. Sus ojos brillaban con una luz eléctrica y su cuerpo estaba compuesto de energía elemental. Striker se dio cuenta de que este era el enemigo que había estado persiguiendo desde el principio, una entidad más poderosa y aterradora que cualquier demonio individual.
La batalla que se desató fue una tormenta de poder elemental. Electax controlaba el viento, el fuego, el agua y la tierra con facilidad, lanzando ataques poderosos que amenazaban con destruir todo a su paso. Striker, enfrentándose a esta monstruosidad elemental, sabía que su lucha se había vuelto aún más desesperada y peligrosa.
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