Extra 02: Pensamientos y Plegarias

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Hola. Este episodio corto surgió de uno de esos golpes raros de inspiración de madrugada en un rato a solas escuchando canciones de Mägo de Oz mientras exploraba Pinterest. No estaba planeado, y por ello rompe un poco con la secuencia convencional que seguía la cronología de la obra, y sin embargo, me sentí tan pero tan motivado a escribirlo, que acabé de desarrollarlo en menos de 3 días.

Será catalogado como "Extra" ya que en teoría podría considerarse y sentirse un poco fuera de la cronología y secuencia central de la obra, pero, de la misma forma, no considero un despropósito leerlo... He adorado el proceso y he adorado el resultado, así que espero que lo disfruten.

Atte. Un Mishi Negro. ฅ^•ﻌ•^ฅ


Año 1098.

Día 21 del Primer Mes de Primavera.

Monasterio del Palacio del Océano Infinito – Región de Neptuno. Rize.

Narrado por: Luna Redwald

Hacía muy poco desde nuestra llegada al Monasterio, cuando aquella dulce anciana se acercó para conocernos, y en cuanto pudo confirmar nuestras identidades, conversó con Hilda durante horas sobre el lugar.

Aquella mujer era una monja del convento, y le habló a Hilda sobre este lugar, no sé sobre qué otros temas habrán charlado (aunque puedo hacerme una idea), pero gracias a ello, Hilda tomó la decisión de llevarnos a un paseo sagrado urgente, a pesar de que nos ordenaron permanecer en el Monasterio.

—La Tiranía del Rey León ha destruido todo rastro de la imagen de nuestra Santa diosa de la Tierra. Seguramente no estén tan familiarizadas a la imagen de la leyenda como lo estoy yo... Es mi deber como líder, reunirlas con la imagen de nuestra diosa —afirmó Hilda.

Y por eso, estamos a altas horas de la madrugada, a escondidas, irrumpiendo en un solitario templo en la empedrada costa del Océano Infinito.

Llegábamos al templo al tiempo de la salida del sol, tras escalar cientos y cientos de escalones de una enorme montaña.

El viento frío y el olor a mar, embelesaba mis sentidos, y el verde esmeralda de los árboles de estas colinas, dejaba caer una lluvia hojas brillantes como gemas.

—Este es el lugar, aquella señora me dijo que era aquí. Dejó la puerta abierta para permitirnos el acceso, deben agradecerle cuando volvamos.

Hilda aún tenía la movilidad restringida, y Mária la cargaba en sus brazos. En un principio me ofrecí a cargarla yo, pero, habría muerto en el proceso, ya fuese por el agotamiento, o por la prolongada cercanía a ella.

Enclavado en la costa, la torre del templo se alzaba majestuosa a solo unos metros del oleaje del océano infinito. Sus muros de piedra, bañados en una paleta de colores que evocaban la calma del mar y la energía del rayo, conferían al lugar una sensación de misticismo y respeto. La estructura, con sus tejados de paja intrincadamente diseñados, se alzaba hacia el cielo como un guardián de antiguos secretos.

Dos torii majestuosos, intrincadamente tallados en madera robusta, marcaban la entrada al recinto sagrado. Sus arcos elegantes parecían fusionar el mundo material con el espiritual, y el relajante sonido de los cascabeles que colgaban de los árboles y sagrados arcos, otorgaban una taciturna e hipnotizante vista.

Una vez llegamos a la cima, Hilda empujó sutilmente la puerta central y esta se abrió. La Anciana le había prometido a Hilda esta oportunidad de darnos acceso, prometiendo que el riesgo valdría la pena.

Estando dentro, disfrutamos maravilladas del tesoro que aquella sabia quería mostrarnos... Empotrada en una pared, y rodeada de flores y decoraciones de oro, se encontraba una curiosa figura de madera roja, una gran y refinada estantería en cuyas celdas se alojaban estatuas de oro puro, de mitológicas y exuberantes seres.

Mastema I: Alianza de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora