Capítulo 2.

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—Srta. Haven, es un gusto tenerla de vuelta —Mark estaba frente al librero como solía estar siempre. Su cabello se había tornado a un café más oscuro, sus rasgos mejoraron con el paso de los años y por fin logró ponerse en forma.

—¡Mark! —su cuerpo se abalanzó sobre él. Mark la apretó en un abrazo.

—¿Se puede saber qué es lo que te trae por aquí? —susurró en su oído derecho, sus brazos seguían rodeando su cuello.

—La vida se me ha complicado... —Mark la soltó para respirar.

—¿Sigues con Esteban? —sus ojos se clavaron en los de Isabella.

—Por supuesto que lo hago.

—Él era un policía, ¿no? —preguntó el muchacho; ella tragó saliva y bajó la mirada. Mark acomodó las manos sobre los hombros de ella.

—Lo has dicho muy bien, él era un policía —sus labios se curvaron a una pequeña sonrisa falsa.

—Entonces, ¿regresas aquí por dinero? —Isabella asintió con vergüenza. Él sonrió. —Puedo prestarte la cantidad de dinero que necesites con tal de que no regreses a este mundo —su semblante serio y su mirada fija la hicieron sentir un escalofrío recorriéndole el cuerpo entero.

—Mark, no es necesario... —dijo Isabella apenas audible.

—Sabes que sigues odiando todo esto, ¿por qué volver?

—Lo necesito, Mark. Ellos son mis padres, ellos me darán el puesto de nuevo sin pensarlo, saben que soy eficiente en esto.

—¡Pero lo odias! —alzó las manos en el aire.

—Sí, y lo odiaré siempre, Mark.

—Dime cuánto es lo que necesitas... —sacó su cartera del pantalón. La mano derecha de Isa detuvo a la de Mark en el acto.

—No es necesario, Mark —soltó un suspiro. —Ahora, ayúdame a llegar ahí abajo.

—Isabella... —la abrazó fuerte de nuevo. —Eres tan socarrona —los dos rieron por un instante corto. —¿Uniforme? —Isabella se quitó la blusa y el pantalón que cubrían el cuero negro. Mark no hizo nada para evitar mirarla mientras lo hizo. —Muy bien, aquí vamos... —su dedo índi-ce derecho presionó el interruptor junto al librero de madera, éste al instante se corrió hacia el lado izquierdo y las puertas grises de metal quedaron frente a sus ojos.

Isabella recordaba todo paso a paso. Colocó su mano izquierda frente al escáner y una luz verde recorrió su palma completa; repitió el proceso con su mano derecha. Colocó su ojo derecho y después el izquierdo para el reconocimiento del iris.

—Isabella Haven —el parlante del escáner pronunció para romper el silencio. —Inserte y dicte su clave, por favor —apareció el teclado numérico frente a sus ojos. Había olvidado la importancia de la seguridad en este juego. Supuso que la seguridad también era parte de la muerte.

—Ocho, seis, uno, cuatro... —Su dedo índice derecho comenzó a marcar los números en el teclado mientras los pronunciaba entre dientes. Mark aún estaba detrás de ella.

—Isabella Haven, acceso correcto —pronunció el parlante. Las puertas grises se abrieron dejando al descubierto el túnel que conecta a la oficina de sus padres.

—¿Recuerdas el camino? —preguntó Mark con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Cada noche antes de dormir este recorrido me ator-menta, Mark —apretó los labios.

—Llegó el momento de que lo enfrentes de nuevo —la abrazó una última vez. —Suerte.

—Gracias... —se adentró en el túnel y las puertas se cerraron dejándola a oscuras. —Aquí vamos...

HAVEN: No todo es lo que parece.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora