Capítulo 4.

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—Ya, ¡déjame sola!

—¿En qué estabas pensando? —Mark gritaba sorpren-dido, pero a la vez trataba de dar un buen sermón.

—¿Sabes qué es lo que en verdad importa? —Isabella arqueó la ceja derecha. —Que estoy de regreso.

—¡Mataste a Nikki!

—Sí, estoy muy feliz por mi regreso. Gracias Mark, es muy amable de tu parte el preguntar.

Isabella aceleró el paso. El dolor de sus hombros estaba esparciéndose por todo su pecho e incluso hacia el estómago; urgía que llegara a la enfermería.

—Isabella, detente... —Mark suplicó. Isabella se detuvo al momento y lo miró a los ojos.

—¡Sabes mejor que nadie que necesito que me desaparezcan estas malditas marcas! —su grito inundó por completo el pasillo. —Así que camina rápido.

Mark apretó los puños pero decidió acelerar sus pasos. Isabella apretó los labios para tratar de calmar su dolor. Llegaron. Mark presionó el botón verde a un lado de las puertas de metal y un teclado apareció frente a ellos.

—¿De verdad? ¡Es la maldita enfermería! —Isabella ardía en rabia a causa del dolor. No pudo hacer nada más que colocar su contraseña y dictarla a la vez. El acceso fue correcto y las puertas se abrieron frente a ellos.

—Sylvia, ayuda urgente, ya —Mark fue claro. Isabella soltó su cuerpo en una de las sillas de la enfermería. Sylvia acudió de inmediato.

—¿Qué ha pasado, Srta. Haven? —Isabella la fulminó con la mirada.

—Tengo dos balas dentro de mi cuerpo. Una en cada maldito hombro. Me urge que las remuevas y que desaparez-cas las estúpidas marcas.

Mark la miró en desapruebo, Sylvia asintió y fue por las pinzas. Isabella soltó un suspiro largo, un suspiro de dolor.

—Isabella, necesito que te calmes. No puedes venir aquí después de dos años de ausencia y querer hacer lo que se te pega la gana.

—Soy la hija de los dueños, ¿lo recuerdas?

—Sí, pero ambos te desprecian.

Sylvia llegó para terminar con su dolor, ambos perma-necieron en silencio.

—Necesito que te quedes recta y que trates de relajar el hombro izquierdo —Isabella lo hizo. —Eso es, ahora respira y aprieta algo con la mano derecha, esto puede dolerte —Mark se acercó a ella y la tomó fuerte del a mano, Isabella sonrió a medias.

Sylvia sabía lo que estaba haciendo. Esa chica rubia menuda rompía el estereotipo de las chicas de su tipo. Era todo lo contrario: inteligente, seria, buena amante, entre otras cosas. Lo único que le fallaba era que, a pesar de saber amar a alguien, nadie la amaba a ella. Tomó las pinzas con sutileza y las hundió en el hombro medio desnudo de Isabella, un leve grito de dolor salió de su garganta y Mark la apretó más fuerte. Sylvia hundió unos cuantos centímetros más y logró sentir la bala rozando el metal de su instrumento de trabajo; forcejeó un poco con ella pero al final logró tomarla. La arrancó de manera brusca del cuerpo de Isabella; la sangre comenzó a brotarle por la herida.

—Haremos lo mismo pero del lado contrario. Mark, sigue haciendo eso, en verdad es de ayuda. Isabella está relajada y me hace más sencillo el trabajo.

Mark asintió e Isabella sonrió hipócrita. Para Sylvia todo estaba bien, para Isabella el dolor era infernal. Sintió las gruesas pinzas entrando en su piel otra vez; sintió como ella misma se aferraba a Mark para tratar de disminuir su dolor. Sylvia Praz logró sacar la bala en cuestión de segundos. Isabella podía oler su sangre, sentía como el estómago se le revolvía al sentirla gotear por su piel.

HAVEN: No todo es lo que parece.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora