Capítulo 15.

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Salieron del cuarto de oro posicionados en una fila con Susane al frente; ella los llevaría hacia el estacionamiento subterráneo de Haven para que abordaran las camionetas blindadas que los transportarían de manera clandestina.

El miedo inundó al equipo del matadero.

—Algunos de ustedes ya han utilizado este acceso para abandonar el edificio, así que será un poco más sencillo.

Isabella asentía.

—Contamos con un efectivo encubierto al volante, así que siéntanse seguros. Están en buenas manos —por más que Susane intentara relajarse, el miedo no se lo permitía.

—¿Nos iremos en una sola camioneta? —Luke preguntó inseguro.

—Así es, 689. Ya no hay tiempo para dividirlos, el enemigo ya está posicionado en la plazoleta.

—Quiero que nos acomodemos en la camioneta con las posiciones que les otorgué... —gritó Isabella para que le prestasen atención.

—Isabella, ya no hay tiempo de eso. Suban de la manera en la que sea, necesitan llegar lo más pronto posible —Susane fue amable. Isabella tragó saliva.

—Ya escucharon a mi madre, suban de cualquier manera y rápido.

El equipo subió en cuestión de segundos; el acomodo sería a la hora de bajar. Una vez estaban todos arriba de la camioneta, Susane cerró las puertas de la misma y se dio la media vuelta; cuando sintió que la camioneta se alejaba del lugar, colocó las manos en su pecho, lo apretó fuerte y una lágrima le recorrió el rostro.

La camioneta inició el traslado mediante el túnel subterráneo que Sebastian creó durante años de arduo —y secreto— trabajo. Estaba bien diseñado: contaba con las paredes alisadas, formando en el techo una ligera curva; contaba con dos carriles para cualquier tipo de emergencia que surgiera. No contaba con luz alguna, por lo que su tono grisáceo ayudaba mucho a que estuviera a oscuras. Y lo mejor de todo, a la mitad del túnel aparecían tres caminos para elegir el rumbo: el centro de Andrax, la casa gubernamental y la casa Haven.

El conductor iba a toda velocidad. A estas alturas, la misión contaba con un ochenta por ciento de fracaso.

Isabella estaba tan nerviosa que las gotas de sudor comenzaron a dibujarse en su frente. Tenía tres años sin estar en una misión del matadero. Sus habilidades eran las mismas, seguían intactas, pero los nervios podrían llegar a traicionarla en cualquier momento.

—Los chalecos del matadero tienen un nuevo tipo de blindaje, así que por el tórax y el abdomen no tengan preocupación alguna. Procuren ocultar el cuello y con el grueso de las patillas de sus anteojos protectores cubran sus sienes, la frente y la nuca son los puntos más vulnerables, así que sean cautelosos —murmuró a su equipo. —Todos estamos juntos en esto, ¿entendieron? —la miraron con incertidumbre. —Quiero decir, sé que tenemos nuestras posiciones ya asignadas pero, si podemos hacer algo para defender a otro desde nuestra posición, lo haremos —todos asintieron.

—¿Cómo lograremos entrar sin que nos ataquen? —preguntó Troy.

—No lo lograremos, 925. Llegaremos atacando.

Las gemelas la miraron incrédulas.

—¿Disculpa? —preguntó Tara.

—Lo que escuchaste, ve preparando tu arma, 982.

Luke era el único tranquilo; estaba preparando los cartuchos que él consideraba necesarios para efectuar la misión. Jugaba con el seguro de su arma, lo quitaba y lo ponía, una y otra vez.

HAVEN: No todo es lo que parece.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora