—Muy bien, preciosa... —Isabella tomó la glock de sus caderas. —Espero que puedas soportar de nuevo un entrenamiento —respiró profundo. Cargó el arma con sutileza y la colocó frente a ella tomándola con las dos manos, apuntando directo hacia el frente, a la multitud holográfica diseñada para sus entrenamientos.
Cerró sus ojos y apretó sus labios; sin querer, de su labio inferior emanó una gota pequeña de sangre que recorrió lento su mentón. No la borró de su rostro. El olor de la sangre siempre le ha producido un placer que nada más puede despertar en su interior.
Caminó despacio al frente, sin bajar el arma en ningún momento. Su mirada estaba fija en las siluetas que recorrían la ciudad holográfica sin saber de su presencia. Decidió hacerlo; sus pequeños pasos se convirtieron en zancadas, terminó dentro del holograma. Ventajas de ser la mejor efectivo de todo el edificio: los hologramas se volvían realidad en cuestión de segundos. Sólo necesitaban el roce de la piel de aquél que sea reconocido como el mejor; Isabella lo fue, es y será por un largo tiempo.
Una vez dentro, todo fue diferente. La adrenalina invadió su cuerpo, comenzó a voltear hacia todas las direcciones examinando cada uno de los rostros de las personas ahí presentes. La gente la observaba, ¿cómo no llamaría su atención enfundada en un traje de cuero negro, vistiendo un chaleco antibalas, con un arma entre sus manos y una mirada de ase-sina psicópata en el rostro? Sería de ingenuos pensar que podría pasar desapercibida; al menos Isabella no tenía esa intención en lo más mínimo. Quería llamar la atención de aquellas personas, quería que su presa la identificara para que comenzara a sentir el pánico recorriendo por completo su ser; eso le provocaba una gran excitación interior.
Lo encontró.
—Imbécil... —murmuró sonriendo. —¿Crees que me tragaré tu pánico? —disparó al instante. El chico cayó al suelo y quedó tendido boca abajo. La gente comenzó a correr expulsando gritos desconsolados a través de sus gargantas. Isabella se acercó al cuerpo y se hincó frente a él. —Veamos... —giró el cuerpo con su mano derecha, acercó su rostro al semblante sin vida del holograma y sonrió poco a poco. —¡Qué importa! —gritó con una sonrisa. Se puso de pie, rascó su cabeza, inhaló, exhaló, apretó su coleta, levantó el arma con su mano derecha y disparó en todas las direcciones.
Los cuerpos caían sin cesar en toda la plaza, Isabella caminaba lento mientras giraba su cuerpo en toda dirección con la finalidad de provocar la muerte de todas las personas ahí presentes. De un momento a otro la sonrisa se le fue borrando del rostro al ver que las personas comenzaron a desaparecer, junto con el paisaje de sangre que estaba creando a su alrededor. Pestañeó y se encontró de nuevo en su cuarto de entrenamiento, con sus padres observándola.
—¿Se puede saber por qué matas gente sin escrúpulos? —preguntó Susane. Isabella puso los ojos en blanco, se quitó las gafas protectoras.
—No le hice daño a nadie, son gente inexistente... —dijo mientras colocaba la glock en su cadera izquierda.
—Independiente a eso. No quiero tener una asesina estúpida rondando las calles centrales de la ciudad, hija —soltó su padre a modo de sermón.
—No la tendrás y lo sabes muy bien. Sólo quise hacer este entrenamiento un poco más... divertido.
—Isabella, tienes una maldita misión que completar en tres semanas. Yo aún te tengo a prueba —sentenció su madre. Isabella enarcó las cejas, Sebastian miró con seriedad a su esposa, después posó la mirada en el rostro de su hija.
—Hija, perdónanos si exigimos que seas cautelosa en esto del matadero, pero es necesario.
—¿Crees que no soy cautelosa? Sé el prestigio que debo mantener, papá. También sé que no puedo dejar rastro alguno de que la prestigiosa empresa Haven está implicada en esto.
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HAVEN: No todo es lo que parece.
ActionBienvenido a HAVEN, el lugar donde nada es lo que parece. Después de alejarse del matadero, Isabella se ve obligada a volver a su peor pesadilla para demostrar que sus habilidades asesinas siguen estando intactas. Sin embargo, tarde o temprano la ve...