Cuatro

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—¡Cómo pudiste! —es lo único que soledad escuchaba en ese cuarto, su madre se desvanecía en llanto, mientras su padre la abraza decepcionado.

Ella apenas sostuvo la mirada, como aun agonizando Roxana pudiera culparla de algo así, jamás lastimaría alguien, mucho menos a su prima sin importar como sea ella, nunca.

Pero ahora era su palabra contra la suya, la acuso delante de todos, y de Gustavo que la miraba con ganas de asesinarla también, si no fuera por Fernando que protegió su cuerpo ante los arrebatos de su madre, limpio sus lágrimas que para su madre eran falsas.

Quiere que pare, que no diga cosas que puede arrepentirse, pero no la baja de asesina, ella vale más que su propia hija, ¿Qué hizo para que su madre la desconozca? Sabia del gran amor que le tenía a su hermano y la promesa que jamás dejaría que le pasara algo, pero ponerse en contra de su hija eso si no puede creer ni soportar.

—Por tu bien espero que tengas las agallas de mostrar tu inocencia, Roxana era tu prima, tu sangre, me tienes decepcionado, y espero que Gustavo se apiade de ti, le has robado a la mujer que ama.

—¡Yo no lo hice! Porque no me creen.

Su madre harta solo se abalanzo sobre ella, tomándola del cabello, Soledad no podía defenderse, ardía su cuerpo cabelludo, llora de impotencia porque su madre la está maltratando, sus mejillas están igual, cada bofetada es un puñal para ella, la odia y se lo grita en la cara.

—¡Ojalá te mueras! Ojalá desaparezcas de nuestras vidas, no puedo creer que parí una asesina, Roxana era un ángel, un ángel Soledad, te odio, ¡Te odio!

—Entonces ódiame madre, porque el dia que te des cuenta, tal vez yo como hija ya no sienta nada por ustedes—dijo ella al borde del llanto, tembló sus labios, sus padres a quienes ella ama, demuestra que nunca la amaron. —Porque solo dios sabe que yo no la mate, y cuando la verdad salga, serán ustedes quien me pedirán perdón a mí.

—Estas loca.

Soledad dio solo algunos pasos cuando la puerta se abrió y ahí estaba Gustavo con su traje manchado de sangre, su rostro reflejaba esa gran perdida por su amor, y eso la hizo tambalear, miro detrás del aquellos dos policías y era definitivo su culpabilidad.

—Señorita Tejeda queda detenida por el asesinato de Roxana Tejeda.

—Yo no hice nada, yo no lo hice—se defendió Soledad.

Uno de los policías no escucho solo le puso las esposas, arrastrándola de esa habitación, los pocos invitados que se habían quedado la vieron con asco y repudio, Fernando intento acercarse mientras ella pedía ayuda, no dudo en entrar a la habitación y reclamarle aquellos que son sus padres pero que estaba de acuerdo con Gustavo, mientras este último vio el interés de la asesina.

—¡Es su hija! Deberían defenderla, no inculparla, ella estuvo conmigo, lo estuvo.

—No la encubras Fernando, más que nadie deberías estar de nuestra parte, por Roxana por lo que fueron antes, y no de ella.

—Lo desconozco señor Tejeda, lo desconozco y depuso de esto déjeme decir que nuestra sociedad está rota.

—¡No puedes hacer eso! Solo porque estas departe de ella, o es que también eres cómplice. —Fernando chasqueo la lengua, están ciegos.

—Tal vez tienes razón, jamás soporto que Roxana prefiriera a Gustavo, tanto le deseabas el mal.

—¡Basta los dos! No pienso tolerar acusaciones sin sentido alguno, lo de Roxana fue hace meses, pero lo que le hicieron a Soledad no puedo perdonarlo, así que señor Tejeda, esto se rompe de una vez por todas y déjenme decirles que ella tendrá todo mi apoyo—dijo Fernando lleno de furia.

Falso MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora