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—Necesito que te arregles saldrás conmigo a una junta—Soledad lo vio a los ojos con tanta desconfianza, nada que viniera de Gustavo podría ser bueno. —Cambia esa cara, muévete Soledad es para hoy.

—Es solo que hemos estado casados por más de un año, y es la primera vez que me lo dices.

—¿Decirte que? Sabes que olvídalo.

—No—respondió rápidamente, tal vez era su oportunidad de salir de esta prisión. —Si deseo ir.

—Bien, pone algo yo que sé, solo no me dejes en ridículo—dijo el hombre saliendo de la cocina.

Bajo el rostro a su mandil sucio, había hecho una pasta y la salsa de tomate había estropeado su ropa, tomo un trapo y limpio, después del hospital Gustavo no la dejaba a solas, la miraba como si fuera una sobra, como si el descubriera lo que ella intentaba hacer.

Y claro lo que más deseaba era escapar de este matrimonio, uno que no pensó que fuera un infierno y que Gustavo Monte Albán fuera tan ruin con ella, culpándola de la muerte de Roxana, tanto odio le tenía su prima para que después de muerta siga lastimándola.

No tenían a nadie que la ayudara y esperaba pronto saber noticias de Fernando.

—Tome señora —los ojos azules de Soledad vieron la servilleta—Lo necesitara.

—Gracias no te hubieras... ¿Qué es esto? —miro dentro de la servilleta algo de dinero.

—No pregunte—la tomo de las manos—Lo necesitara cuando llegue el momento, sé que el señor la trata mal y no debería ser así, no entiendo porque se casó con usted si es demasiado buena, lo veo en sus ojos.

—Esto no puedo aceptarlo, como podría.

—Nada de eso señora, solo escóndalo y llévelo si ve la posibilidad de salir hoy, mañana no lo dude.

—Gracias—dijo ella temblando.

La tarde había caído, y Gustavo había terminado sus pendientes, se tallo los ojos, no tenía ganas de ir a la mentada reunión, pero para quitarse a Carolina debía llevar a soledad, esa mujer no entendía que solo era pasarla bien no que lo comprometiera.

Sabía que buscaba algo más, hasta casarse, aunque no lo estaba realmente Soledad, el empezaba a creerlo, esperaba que se recuperara y después tener un hijo con ella, la haría firmar que se quedaría con la custodia no dejaría que lo criara, pero para quitarse a Carolina era una manera de indicarle que lo estaba y que no hacía falta hablar de su vida privada.

Miro la hora y salió de ahí, mientras Soledad tomo aquel vestido azul marino, era liso y sin ningún detalle, opto por ponérselo y solo se hizo una coleta sencilla, nada ostentoso con sus zapatos bajos negros, se miró en el espejo y creyó que eso era suficiente.

No tenía nada que ponerse, además la ropa de mujer que había en el closet sabia era para Roxana, aún tenían su etiqueta de nuevo, como maquillaje, perfumes, zapatos algunas bolsas, todo lo que estaba ahí no podía tocarlo, tampoco iba hacerlo.

Cuando Gustavo la vio, sintió repulsión de verla de esa manera vestida, a mala hora se le ocurrió que debía ir.

—No tenías algo mejor que ponerte.

—Es todo lo que tengo, si no deseas que vaya, me quedare.

—Ya es tarde, muévete, que no puedo esperarte más.

Soledad se dio cuenta del lugar exclusivo del restaurante, había sido contadas las veces que venía aquí, su madre venia cada que podía y claro en compañía de Roxana, siempre prefirió lo sencillo, cuando llego el momento de entrar hasta la recepcionista la miro con rareza, sabía que su ropa no se acomodaba con este lugar sintiéndose insegura, Gustavo entro acompañado de la joven para indicarles el lugar, mientras ella apenas podía seguir detrás de ellos.

Falso MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora