Capítulo 5: Alergías

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Eran aproximadamente las tres del medio día, Martín y Agustina habían decidido comer en la cafetería colindante al edificio de la empresa luego de que terminasen el trabajo. Clara decidió unirse a ellos poco después. Iñigo la llevó en uno de los coches hasta la empresa. Clara todavía no había terminado de sacarse el carnet de conducir. Tan solo le faltaba la parte práctica, pero había estado tan ensimismada en sus estudios que nunca vio el momento de ponerse a ello. Y... ¿para qué? Siempre que necesitaba un coche, Iñigo estaba allí para llevarla a cualquier parte.

La joven decidió que subiría al despacho en lugar de esperar a sus padres en la cafetería. Una vez llegó al imponente edificio, pasó la puerta giratoria, aunque siempre le había dado miedo quedarse atrapada en ella. Continuó todo el vestíbulo hasta el ascensor, sorteando las miles de sonrisas de los trabajadores. Se montó en el ascensor y pulsó el botón hacia la última planta mientras esperaba que las diferentes personas fuesen entrando y pulsando la planta en la que querían bajarse. Conforme el ascensor subía iban entrando y bajando de él. Todos saludaban a la modelo incipiente. Estaba claro que no había pasado desapercibida la llegada de la hija de sus jefes. Clara debió llegar hasta el despacho de sus padres en la planta final, pero... algo la hizo bajar antes. En tanto que esperaba a que las puertas se cerrasen para continuar subiendo, Daniel pasó casi por delante del ascensor con unos papeles en la mano.

La joven no pudo controlar su impulso interior y dio un pequeño salto hasta salir fuera. Cuando miró a cada uno de sus lados, ya era tarde. Clara se encontraba en mitad del pasillo de las oficinas y muchos de los trabajadores ya se habían dado cuenta de su llegada. No había escapatoria. Las puertas del ascensor se cerraron a su espalda. Ahora sí... Debía caminar hacia alguna parte. No podía quedarse allí plantada. Giró la cabeza hacia su lado izquierdo y logró ver la parte posterior del cuerpo de Daniel. El fotógrafo paseaba por un pasillo largo y ancho de color blanco con grandes cristaleras a sus lados.

Ella, dejándose llevar por su instinto más incontrolable, le siguió los pasos. El fotógrafo cerró la puerta tras su paso, luego de entrar en una de esas habitaciones con cristaleras. Se sentó en el asiento de su despacho y comenzó a utilizar el ordenador en la edición de la portada de la revista. Clara caminó sigilosa hasta llegar allí. Se quedó mirando por el cristal los movimientos que Daniel hacía mientras pensaba su excusa para entrar en el despacho. Ella creyó que tener medio cuerpo alejado de la puerta, y mirar tan solo un poco, no llamaría la atención del fotógrafo. Pero... Sin haberlo previsto, Daniel cambió su punto de visión al sentirse observado y vio el ojo de Clara en la puerta. Ella, intentando actuar con rapidez, salió de su no muy buen escondite y accionó el pomo de la puerta para abrirla. Todavía con gran parte de su cuerpo fuera, asomó la cabeza en el habitáculo y sonrió.

—¿Se puede? —preguntó con el corazón en un puño al pensar que había sido delatada por ella misma.

—Sí, adelante. ¿Qué haces aquí? —Daniel fijó su visión en ella y frunció el ceño confuso.

Clara llevaba un vestido corto de color amarillo que dejaba ver sus piernas a la perfección. El fotógrafo recorrió su piel desde los tobillos hasta algo más arriba de las rodillas. Parpadeó levemente y logró salir de su propia imaginación. Prestó atención a las palabras de Clara y tensó su cuerpo por completo.

—Mmm... Pasaba y... te vi y... dije... bueno... voy a saludar. —La voz de Clara temblaba. Por más que ella quiso ocultarlo, nunca fue buena para las mentiras improvisadas. La suerte que tuvo en ese momento es que Daniel se sentía tan culpable de haber escaneado su cuerpo en ese vestido que no prestó demasiada atención al titubeo de la joven—. Voy a comer con mis padres. ¿Te apetece venir? —Pero... ¿Qué estaba diciendo? Ni Clara podía creerse que estuviese invitando a Daniel. En realidad solo lo hizo por parecerle una buena excusa que ocultase que le estaba observando—. Si no estás haciendo nada importante...

Los días que estarás conmigo, aun sin estarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora