Y el habla en nombre de los dioses, y su puño es el castigo de los cielos.

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XXXIX



― ¿Majestad? ―el miedo era manifiesto en la voz del duque Ivanya quien, aún incrédulo, no sabía si lo que decía Callisto no era más que una muy macabra broma o en verdad le estaba proponiendo el suicidio.

Sus piernas temblaron como si fuesen escuálidas ramas, y el sudor de su rostro bajaba por su frente tan copiosamente que por momentos daba la impresión de ser un cerdo que está a minutos, tal vez segundos, de ser sacrificado. A su costado, el archiduque también lucía turbado y con un claro pánico en aquellas pupilas que no dejaban de saltar, atrás quedó su soberbia y aquella actitud de indiferencia ante las acusaciones que se le imputaban. ¿Quién no sentiría terror al saber que los cielos, o la mano de Callisto, los castigaría por sus faltas cometidas?

En salón quedó expectante, y el silencio reino en aquellos largos minutos haciendo de las suplicas del duque Ivanya, y la herramienta mágica que continuaba imperturbable en las manos de sir Dietrich, los personajes principales de esta historia.

― ¿No lo hará duque Ivanya? ―la sonrisa salvaje de Callisto solo hace que el miedo en el duque vaya en aumento ―. ¿Debo entonces suponer que ha elegido mi espada como instrumento de su muerte? ―se burla el emperador haciendo gala de su letalidad.

Algunos nobles cercanos al duque y parte también de la oposición, intentan alentarle más cuando Callisto clava su asesina mirada en ellos las voces se acallan y el lugar una vez más vuelve a estar en absoluto silencio, siendo solo las agitadas respiraciones el único sonido que puede percibirse.

Las manos del duque Ivanya se estiran intentando tomar el juicio de los dioses, hay un momento en el que parece arrepentirse y la aparta del instrumento divino como si ya pudiese ser capaz de sentir el fuego de la justicia que lo calcinaría por completo si es que acaso se atrevía a levantarle falacias a los dioses. Puedo ser capaz de sentir el miedo en cada pequeña parte de su ser, el repulsivo y hediondo hedor es tan fuerte que debo cubrirme la nariz para evitar aspirar de este. Henos aquí, en una posición contraria en que nos encontrábamos hacía apenas un par de semanas atrás. Ahora son los cielos los que te juzgaran a ti pecador y soy yo la que disfruto desde mi posición como te dejas consumir por la desesperación y el miedo a la muerte.

Pero a diferencia de ti, la verdad se encontraba de mi lado, ¿podría usted decir lo mismo duque Ivanya? ¿Podría afirmar que su mente y corazón yacen calmos? Tus pecados yacen escritos en todo tu rostro y serán por esos mismos pecados que tu vida termine el día de hoy.

Porque ese es el destino que los dioses prepararon para ti.

― ¡Ivanya! ―el grito del archiduque causa sorpresa y rompe con el silencio del lugar ―. ¡Ivanya no te atrevas!

No es el afán de proteger a su cómplice lo que lo mueve a querer evitar que este tomase a "El juicio de los dioses" todo lo contrario, es el deseo de querer ocultar su propio pecado, es la necesidad de salvarse a sí mismo antes de que sea muy tarde.

Como un ratón acorralado, así luce aquel hombre que momentos atrás mostraba su superioridad ¿Quién pudiese verlo ahora? Tan insignificante y asustadizo, tan lejos de ser ese noble que intento terminar con mi vida todo por su codicia y la insaciable necesidad de conseguir más poder. El reloj corre duque ¿Qué es lo que hará? Al ver a Callisto me dio el presentimiento de que el duque Ivanya no sujetaba la herramienta mágica y se sometía al juicio de los dioses entonces sería el propio Callisto quien terminaría por asesinarlo.

La Balada De Las Sidereas (#dyjawards2024) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora