2: Érase una vez un sueño 🦆

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Mientras tanto, en la época actual, un par de chicos caminaban por un pueblo pequeño alejado de la ciudad, visitando a la abuela del joven pecoso.

–Félix, ¿podemos descansar? Hace mucho calor —su acompañante se abanica con un papel doblado a un paso lento y pesado.

–No hace tanto calor —el pecoso pelinegro sonríe mientras sostiene un ventilador de mano frente a su rostro.

–Eso lo dices porque tú tienes eso ¿Por qué no intercambiamos? Ya me toca —el otro se acerca ansioso por tomar ese ventilador y sentir algo de frescura.

–Nop —se hace a un lado y su amigo casi se cae de cara por el peso de su cuerpo que ya no soporta el calor.

Félix siguió caminando, riéndose de las desgracias de su mejor amigo. El otro sólo podía quejarse de las condiciones climáticas y la mala suerte que tenía al no pensar en comprar un ventilador como él.

–Vamos, Jisung. no es para tanto. Además, puedes encontrar un poco de consuelo en que este ventilador es una pequeña venganza por todas las veces que me gaste bromas en el pasado.

Su acompañante bufó con fingida desesperación, pero luego no pudo evitar reírse.

–Vamos~ soy tu mejor amigo, no seas malito conmigo y quiéreme mucho, ¿Sí? —Han hizo un puchero y ojos de cachorro abandonado mientras abrazaba a su amigo.

El pelinegro no pudo evitar reírse ante la actuación de su amigo y el abrazo apretado.

–Está bien, está bien, no puedo resistirme a esa mirada. Pero solo por un rato, ¿de acuerdo?

El otro soltó una risa victoriosa y se acercó mientras se separaba del abrazo.

–¡Eres el mejor, Félix! Ya verás cómo cambia mi suerte con este ventilador.

Los dos amigos continuaron su caminata, compartiendo risas y charlas, mientras el calor parecía volverse un poco más soportable. Pasando una hora llegaron al terreno de la abuela de Félix.

–¿Aún le extrañas? —preguntó su mejor amigo detrás de él, dándole palmadas suaves en su espalda como consuelo.

–Sí, ella me cuidó cuando mis padres no podían venir a Corea por su trabajo —sonríe con nostalgia recordando la dulce mujer que le contaba cuentos fantásticos antes de dormir.

–Me hubiera gustado conocerla, así podría conocer las aventuras del pequeño Félix en la granja familiar —su amigo hizo un puchero cruzando sus brazos, mirando la cabaña hogareña pero moderna que antes era de la abuela.

El pelinegro le dio un toque amistoso en el hombro a Han.

–Seguro le habrías caído muy bien. Te hubiera regalado sus famosas galletas de chocolate y te habría contado historias de la granja que habrían sido aún más emocionantes con tu imaginación.

–Bueno, al menos tengo mi compañero para compartir aventuras. Aunque admito que unas galletas de chocolate habrían sido un buen extra —pasó un brazo por los hombros de Félix y lo empujó para que ambos caminen juntos rumbo a la linda cabaña.

En el patio de enfrente había flores de diferentes colores, pero las que más destacaban eran los girasoles. Estos giraban hacia el sol y eran los favoritos de Félix. Su abuela le contaba que él era como un sol en su familia, y todos eran como girasoles que lo amaban y lo rodeaban.

El pecoso sonreía al ver los girasoles, sus pétalos brillantes bajo la luz del sol.

–Siempre me han gustado los girasoles. Mi abuela solía decirme que yo era el sol y mi familia los girasoles, siempre buscando mi luz.

𝑬𝒍 𝒑𝒂𝒕𝒊𝒕𝒐 𝒓𝒆𝒂𝒍 🦆 𝑯𝒚𝒖𝒏𝒍𝒊𝒙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora