Capítulo 20 - Lucas

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Capítulo 20

Lucas

Me parece que hace semanas que no la veo y solo han transcurrido tres días desde que estuve en su casa. Con gusto mandaría esa cena al diablo y le pediría que me permitiera hacerle el amor durante toda la noche. A este punto he llegado, a rogar que me deje estar con ella. Necesito tenerla otra vez en mis brazos, tengo que encontrar una solución a este repentino sentimiento que está creciendo en mi interior, ponerle fin a lo que estoy sintiendo, que no es más que deseo. Heather me provoca un deseo que ninguna otra había logrado despertar y solo tengo que estar con ella otra vez y apagarlo, solo una vez más, aunque todavía no sé cómo haré. Rogarle sigue en mi lista como primera opción.

—Adelante, solo me queda hacerme el nudo de la corbata y nos vamos. ¿Te gusta la casa? —le pregunto al ver su curiosa mirada recorrer la estancia.

—Sí, está acogedora. ¿Por qué regresaste al vecindario?

La miro unos segundos. Ni siquiera yo sé por qué diablos me mudé aquí, quizás por huir de la soledad o por otra razón que no termino de comprender.

Me encojo de hombros.

—Está más cerca del bufete. Listo, voy por mi abrigo y nos marchamos.

Hasta llegar al restaurante no tenemos que fingir, pero las manos me hormiguean por tomar la suya. Al verla llegar estuve a punto de dar un paso hacia ella y plantarle un beso en toda boca. Dentro del coche apenas logro respirar, mi perfume ha desaparecido y solo huelo el de Heather y a acude a mi mente el día que nos acostamos, quizás ahí estuvo el principal error, nunca debí haber dado ese paso. Ahora también la hubiera deseado, de eso no tengo dudas. El problema es que después de estar con ella, ya sé lo que me estoy perdiendo, conozco el sabor de su piel y sus gemidos están grabados en mi mente.

—¿Ya has mirado algún lugar para la clínica?

Ella aparta la mirada de la ventanilla.

—Sí, a dos calles de donde estamos ahora hay un sitio estupendo.

—¿Por qué llevas la clínica con una amiga?

—Sí.

—¿Hace cuánto tiempo?

—Tres años, al graduarme estuve trabajando con el señor Antonilli, ¿lo recuerdas?

—Sí, ese que tenía un pequeño consultorio en la calle Vermont.

—Ese mismo, luego Grace y yo acordamos abrir nuestra propia clínica.

—Entiendo.

Unos minutos después llegamos al restaurante y por fin llega mi ansiada oportunidad, en cuando se abre la puerta del coche, tomo su mano. Su mente se arruga ante el gesto.

—Tenemos que empezar cuanto antes con nuestra farsa.

—Vale.

Entrelazo mis dedos con los suyos.

El señor Callahan y su esposa nos esperan en una de las mesas cerca de la ventana. Ya tuve que defenderlo a él en una ocasión. Fue una situación mucho más sencilla, lo de ahora es más peliagudo. Su hijo está siendo acusado de violación, junto con otros chicos. Tuve la oportunidad de hablar con él y me pareció inocente, ahora solo tengo que buscar las pruebas que lo demuestren. Le he pedido al señor Callahan algunos documentos con los que pienso empezar a trabajar.

—Buenas noches.

—Señor Mcalairt.

Estrechamos las manos.

̶U̶n̶a̶ ̶b̶o̶d̶a̶   y un billete de aviónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora