Capítulo 11: Elizabeth

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Cuando me despierto y miro la hora me doy cuenta de que son casi las tres de la madrugada. Llevo horas durmiendo con Jake, que sigue en los brazos de Morfeo. Me quedo un rato mirándole y soy incapaz de dejar de sonreír. Parece un angelito.

Intento volver a dormirme, pero no soy capaz; el vestido me es muy incómodo. Me levanto con cuidado de no despertar a Jake, y con ayuda de la luz del móvil busco dentro de su armario algo que ponerme. Todas sus camisetas son XL, incluso hay un par XXL -parecen más nuevas que el resto, así que supongo que se las habrá comprado a raíz de su aumento de peso-. Cojo una de las XL completamente roja, me quito el vestido intentando el hacer el mínimo ruido posible y, cuando voy a volver a la cama, me entra sed. No quiero despertar a Jake, así que me tomo la libertad de ir a la cocina a por un vaso de agua.

Abro y cierro la puerta con cuidado. Bajo las escaleras lentamente, y cuando llego a la cocina me sorprende lo que me encuentro. O mejor dicho, a quién me encuentro.

- Hola.

Derek está en boxers apoyado en la encimera fumándose un cigarrillo. Me sorprende no haber olido nada, hasta que me doy cuenta de que tiene encendido el extractor.

- Hola.

- ¿Qué haces aquí?

- He venido a por un vaso de agua.

Derek mira el cigarro, al que le deben quedar como mucho un par de caladas. Lo apaga en el cenicero que tiene al lado y se da la vuelta para coger un vaso de uno de los estantes. Va hacia la nevera, saca una jarra y llena el vaso.

- Aquí tienes. -me lo tiende-.

- Gracias.

Cuando vacío el agua, lo dejo en el interior de la pica y hago amago de irme. Antes de darme la vuelta, pero, Derek me pregunta:

- ¿Fumas?

En cuanto le miro, me doy cuenta de que me está tendiendo el paquete con los cigarrillos.

La respuesta es sí. Sí, fumo, pero nadie lo sabe, ni si quiera Shanon. La historia de mi madre y la comida no acabó en cuanto empecé el instituto. Adelgacé, me convertí en lo que ella quería, pero su obsesión por mi delgadez no acabó allí. Mantenerme delgada es difícil para una persona con un metabolismo tan lento como el mío. Para ello, tengo que controlar absolutamente todo lo que como, y eso implica una fuerza de voluntad brutal. Hasta que descubrí el tabaco.

Hace un par de años me encontré una cajetilla de tabaco encima de la mesita de noche de mi habitación. A día de hoy sigo sin saber quién la dejó, pero tengo la teoría de que fue mi madre en un intento de ofrecerme alternativas para controlar mi apetito, ya que en esa época había subido unos pocos kilos. Desde aquel día, después de cada comida, me encierro en el baño y me fumo un cigarrillo. Claro que cuando como fuera de casa no puedo permitírmelo por miedo a que me descubran, así que en esos casos solo puedo esperar a llegar a casa o quedarme sola.

Miro la caja, tentada de coger uno. No me lo pienso dos veces y lo hago. En cuanto me doy cuenta, estoy dándole calada tras calada al cigarro.

- ¿Sabe alguien que fumas?

Miro a Derek con curiosidad. ¿Cómo lo ha sabido?

- ¿Por qué?

- Fumas muy rápido.

Sonrío irónicamente. Tiene razón, pero es que el cigarro de después de cenar es siempre el que echo más de menos.

- No, nadie lo sabe.

- Bueno, ahora lo sé yo. -y de repente caigo. ¿No será capaz de decírselo a Jake o Shanon, verdad?-. No pongas esa cara. No se lo diré a nadie.

Relajo la expresión y suspiro.

- Gracias.

Me acerco a él y me siento en la encimera, justo a su lado. Es entonces cuando me doy cuenta de los chupetones de su cuello y sonrío.

- ¿Shanon?

Me mira confuso, pero cuando entiende a lo que me refiero sonríe también.

- ¿Jake? -señala la camiseta que llevo puesta, y no puedo evitar ponerme más roja que un tomate-.

- Touche. -digo, y él se echa a reír. Es una risa diferente a la de su hermano, más grave y cortante, pero igual de bonita-.

Derek y yo nos quedamos en silencio. Siempre he sido una persona de pocas palabras, y por lo visto él también lo es. Aún así, no me da la impresión de que sea un silencio incómodo, sino todo lo contrario: me gusta.

- Le gustas mucho. -sus palabras rompen el silencio. Le miro confundida. ¿A qué viene eso?-. A mi hermano, digo. Le gustas mucho.

Siento que mis mejillas vuelven a arder. Sé que Derek se da cuenta, porque sonríe.

- Él te gusta, ¿verdad?

- Sí.

Apaga el cigarro y se coloca otro en los labios. Me tiende uno a mí también, que acepto sin si quiera pensarlo.

- Jake siempre ha tenido mucho complejo con su cuerpo. Siempre ha pesado unos cuantos kilos de más, y este último verano no ha sido precisamente de agradecer. -asiento lentamente. Me duele pensar en cómo debe sentirse con su cuerpo-. Me alegro de que haya encontrado a alguien como tú.

Sonrío levemente. Es todo un detalle por su parte sincerarse conmigo.

- Jake me gusta desde hace años. No me importa lo que pese. Mientras sea feliz y esté sano yo ya tengo suficiente.

- Bueno... Sano, lo que se dice sano, no está. -le miro con el ceño fruncido-. Lleva meses encerrado en su habitación, comiendo sin parar y sin hacer absolutamente nada de ejercicio. Nunca ha sido atlético, pero su resistencia se ha reducido mucho desde entonces. -pienso en cuando hemos ido a su habitación, que hemos tenido que hacer una pausa de varios segundos para que recuperara el aire tras subir las escaleras-. No solo os he invitado a Shanon y a ti para una doble cita, sino para darle un razón a Jake para que empiece a regular sus comidas.

- Espera, ¿nos has invitado tú a las dos?

Derek se pone en tensión, pero consigue volver a relajarse a los pocos segundos.

- Sí, he sido yo. Lo siento por haberte mentido. Jake no hubiera sido de capaz de invitarte a cenar ni en cien años. Espero que no te lo tomes mal.

En un primer momento me siento decepcionada. Pensaba que era Jake el que me había invitado, pero por otra parte... Gracias a eso me he dado cuenta de que ambos nos gustamos, y no puedo negar que Derek tiene toda la razón. Sabiendo lo tímido e introvertido que es Jake, no hubiera sido capaz de invitarme a cenar a su casa ni aunque le apuntaran con un arma.

- No te preocupes. -le doy la última calada al cigarro-. Gracias de todas formas.

Apago el cigarro en el cenicero y me doy la vuelta con para volver a la cama con Jake.

- Vuelvo con Jake. Gracias por la conversación.

Derek sonríe, aunque me da la impresión de que su sonrisa tiene un matiz triste.

- Siempre que quieras. -hace un saludo militar a modo de despedida-.

Le devuelvo la sonrisa y me voy directa al lavabo a intentar disimular el olor a tabaco.

El gran peso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora