Capítulo 8: Elizabeth

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Haberle confesado mi secreto a Jake me ha hecho sentir inesperadamente bien. Sabía que él me entendería. Hasta el momento Shanon era la única persona que lo sabía, ya que ella, a pesar de haber sido siempre una chica normativa, había luchado por defender a las personas de otra condición, y había visto a mucha gente pasar por lo que yo pasé en primaria.

Cuando le sugiero a Jake jugar a la consola, se pone aún más rojo. Qué adorable es. Me pregunta a qué quiero jugar, y yo le doy vía libre para escoger. Al final, se decide por uno de aventuras.

Conectamos la Play y me refresca la memoria sobre cómo funcionan los mandos. Hace años que no juego, pero a los pocos minutos recupero todas mis habilidades de cuando era pequeña. Poco después, la barriga de Jake empieza a sonar estrepitosamente.

- ¿Tienes hambre? -digo a la par que pulso el "pause"-.

- Eeeeh... -sus mejillas se tiñen de rojo y se abraza la barriga, avergonzado-.

- ¿Qué pasa? -dejo la consola encima de la cama y me giro en su dirección-.

- B-bueno... E-es que...

- ¿Quieres que bajemos a comer algo?

- N-no p-puedo...

- ¿Por qué no puedes?

Cuando me doy cuenta, estoy casi encima de Jake acosándole con mis preguntas. Nuestros cuerpos están muy juntos y nuestras narices casi se rozan. Él está encogido sobre sí mismo, temblando.

Me separo de él al momento. Joder, parezco una acosadora.

- Dios, perdona. No quería ponerme pesada. -le sonrío intentando transmitirle seguridad-. Si no quieres contármelo no tienes por qué hacerlo.

- No es eso... -suspira y baja la mirada. Cuando vuelve a levantarla, sus ojos son tristes-. Este verano... b-bueno... supongo que ya lo puedes ver. -hace un aspaviento con las manos señalando su cuerpo de arriba a abajo-. Si antes ya tenía unos kilos de más, ahora... No quiero saber ni cuánto peso.

- ¿Y qué problema hay con eso?

- A parte de que estoy más gordo que nunca... Hace una semana Derek me dijo que empezaría a controlar mis comidas, para que me acostumbrara a comer menos y más sano. -en cuanto salen las palabras de sus labios, un escalofrío recorre mi cuerpo por el recuerdo del verano que pasé prácticamente sin comer por culpa de mi madre-. No quería que me evidenciara cuando vinierais a cenar, y...

- Espera, ¿todo esto es por Shanon y por mí?

- E-e-eh... -hace una pequeña pausa-. N-no, bueno... Supongo que s-sí.

- Jake, ¿por qué has hecho eso? -vuelvo a acercarme a él hasta que nuestras rodillas se rozan-. No tienes que dejar de comer por nadie más que no seas tú. Tienes que aceptarte tal y como eres y amar tu cuerpo. Si eso significa adelgazar, adelante. Pero siempre por decisión propia. Y por lo visto, esta vez no cumplía ese requisito.

- Es difícil quererme como soy. -susurra-.

- ¿Por qué dices eso?

- ¿Es que no lo ves? -su voz sube varios tonos. Me mira directamente a los ojos, con una mezcla de tristeza y vergüenza que me rompe el corazón-. Soy un gordo que se pasa el día encerrado en casa atiborrándose a comida basura y jugando a la Play. Lo único que he hecho en los últimos meses ha sido engordar. Ya no me vale prácticamente ninguna prenda de ropa. Soy un cerdo.

- A mí me gustas así.

Lo he dicho sin pensar. Jake abre los ojos como platos ante mi confesión, pero yo no me arrepiento. A mí me gusta tal y como es, con sus kilos de más y sus aficiones que fácilmente podrían catalogarse como frikis. Ya es hora de que lo sepa.

- ¿Q-qué?

- Ya me has escuchado. A mí me gustas así, Jake. Me gustas a secas, tanto por fuera como lo que he llegado a ver de dentro. Me gustan tus kilos de más y no me importa que ahora sean más que antes. Yo siempre te veré igual... -bajo la cabeza, avergonzada- de guapo.

Nos quedamos unos segundos en silencio. Nuestras respiraciones son el único sonido que llena la sala. La espera se me hace eterna, hasta que Jake por fin habla.

- ¿Me estás tomando el pelo?

- ¿Cómo te voy a tomar el pelo? En ningún momento te he mentido, Jake.

- No te creo. -mi corazón se rompe al escuchar esas palabras. ¿De verdad no me cree? ¿O acaso es un intento desesperado por evitar la situación porque yo no le gusto?-. Yo no puedo gustarte a ti, Els...

Sin pensármelo dos veces, estampo mis labios contra los suyos. Al ver que no me rechaza, empiezo a moverlos con suavidad contra los suyos, y él me imita. Estamos varios segundos así, alargando el beso. ¡No me lo puedo creer! En cualquier momento podría explotar de felicidad.

El gran peso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora