Capítulo 7: Jake

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Me arrepiento al momento de haberle propuesto a Els de ir a mi habitación. Suena demasiado directo, como si quisiera intentar algo con ella. Lo último que quiero es que se sienta incómoda al pensar que quiero aprovecharme de la situación.

Pero otra vez vuelve a sorprenderme. Sonríe y sus labios pronuncian un "claro" que hace que me den ganas de volver a temblar y tartamudear, pero consigo controlarme y la guío hasta mi habitación. Menos mal que hoy, para matar las horas muertas, he decidido limpiarla a fondo. He ordenado, barrido, fregado e incluso cambiado el edredón, de forma que ya no hay rastro de manchas grasientas.

- Qué grande es tu habitación.

Los ojos de Els recorren las cuatro paredes. Mientras ella analiza mi habitación, yo me siento en la cama. Se acerca a una estantería llena de libros y videojuegos y les echa un vistazo.

- ¿Qué género de lectura te gusta más?

- Fantasía. -respondo con un hilo de voz-.

Estoy hecho todo un estereotipo. Un chico gordo, con pocas habilidades sociales, con la lectura fantástica y los videojuegos como grandes pasiones y pasatiempos... Soy patético.

- También es mi género favorito.

Sin darme cuenta había bajado la cabeza, avergonzado. Cuando vuelvo a levantarla, me encuentro otra de esas sonrisas tan puras y perfectas. Le devuelvo la sonrisa, aunque la mía es tímida. No me puedo creer lo bonita que es.

Vuelve a darse la vuelta y a seguir examinando la estantería.

- ¿Sabes qué? Cuando era pequeña me encantaba jugar a la consola. Era buenísima.

- ¿Y ya no?

- Bueno... -hace una pausa de unos pocos segundos que a mí se me hace eterna-. Tuve... problemas, por llamarlo así, y tuve que cambiar radicalmente de estilo de vida.

¿Qué sería lo que le pasó? Por la forma en que lo dice, seguro que fue algo... importante. Quiero saberlo, pero tampoco quiero presionarla para que me lo cuente.

- ¿Es... algo malo?

Ella suspira, deja de mirar los varios juegos que descansan sobre la estantería y se sienta a mi lado. Yo me pongo en tensión. Estamos muy cerca.

Sin decir nada, saca el móvil de su bolso y entra en galería. Intento no mirar de reojo qué está haciendo, pero tengo mucha curiosidad.

- Aquí está.

Me tiende el móvil. Lo cojo con suavidad, y cuando miro más de cerca la fotografía que aparece en la pantalla me quedo sin palabras. No me lo puedo creer.

- ¿Esa eres tú...?

En la foto aparece una chica con sobrepeso de unos diez años. Lleva aparatos y tiene la cara llena de granos. Su pelo está recogido en una coleta y la ropa que lleva le queda muy ajustada, ya que deja entrever algo de barriga. La fotografía está hecha en una feria, con las atracciones de fondo y un gran algodón de azucar en la mano de la protagonista, que sujeta con una gran sonrisa.

- Sí. Esa foto es de finales de primaria. En aquel entonces vivía con mi padre. Mis padres se separaron poco después de que yo naciera, y mi madre no tardó mucho en encontrar pareja otra vez. Cuando eso pasó, mi madre decidió olvidarse de nosotros y centrarse en su nueva vida. Los años que estuve viviendo con mi padre no recuerdo haberla visto más de dos o tres veces al año. Pero entonces... -sus ojos se llenan de lágrimas que lucha para no derramar-. Poco después de esa foto mi padre falleció de un infarto. Sufría de problemas de corazón. -una lágrima se escapa de su control y a mí se me rompe el corazón. Tiene que haber sido muy duro para ella-. Como no tenía más familia a la que recurrir, mi madre tuvo que acogerme en su casa con su nueva familia. Tanto su nuevo marido como ella trabajan en la indústria de la moda, ella como maquilladora y él como agente de modelos. Ya puedes imaginarte su disgusto al ver que el nuevo miembro era una chica gorda y fea. -otra lágrima se escurre por su mejilla-. Como aún no me conocía nadie en la nueva ciudad, mi madre decidió que dedicaría el verano a transformarme en "una chica en condiciones". Me hizo pasar por una dieta horrible. No recuerdo no haber pasado hambre ni si quiera un solo día. El dejar prácticamente de comer hizo que los granos provocados por todas las grasas que consumía se esfumaran. Me quité los aparatos y me empecé a desarrollar. En tres meses me convertí en alguien irreconocible. -gira levemente la cara para acabar de limpiarse las lágrimas sin que yo pueda verla, pero llevo desde la primera empatizanco con su dolor-. Cuando empecé el instituto sentí otra vez las miradas de la gente sobre mí, pero por primera vez no eran de asco, sino de... ¿admiración? Pero no me gustó. No me gustó que la gente fuera simpática conmigo solo por mi físico, ni que los chicos me fueran detrás sin conocerme, ni que las chicas me hicieran la pelota para ser mis amigas. La única persona que fue sincera conmigo desde el primer momento fue Shanon. Ella me trató como a una más hasta que nos conocimos de verdad.

Quiero consolarla. Quiero cogerle de la mano y acariciársela y abrazarla y decirle que es preciosa, pero no solo por fuera. Se ve a kilómetros de distancia que es un ser de luz.

- Dios, perdona por contarte todo esto... Debes haber flipado.

- No, no te disculpes. -hago un esfuerzo y cumplo el primer punto de mi lista: le cojo la mano con fuerza, en un intento de transmitirle confianza-. Siento que hayas tenido que pasar por todo eso. Yo... te entiendo. Es decir, s-siempre he sido así -me repaso con la mirada, dándole a entender que siempre he sido una bola de grasa-.

Ella sonríe con tristeza.

- Sigue siendo así, por favor.

De forma inesperada, rodea mi cuello con los brazos y me abraza. Me quedo paralizado, pero hago un esfuerzo por tal de abrazarla yo también. Nos quedamos así unos segundos, hasta que Els se separa de mí.

- Gracias. -sonríe, con los ojos otra vez empañados en lágrimas-.

- N-no las des.

Els me propicia un beso en la mejilla y, aunque ahora mismo no pueda mirarme en un espejo, estoy seguro de que me pongo más rojo que un tomate.

- ¿Quieres que echemos una partida? -dice señalando la consola, que descansa sobre la mesita donde está la tele-.

El gran peso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora