Rhaenyra V

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advertencia: descripción grafica de sangre.
todos los errores son míos.


El príncipe Aemond ha sido atacado.

Seis simples, pero pesadas palabras habían sacado a Rhaenyra de su habitación en medio de la noche.

Uno de los cuidadores del Dragon Pit oyó a la princesa Helaena llorar y los encontraron a ambos ensangrentados en el nido de Dreamfyre. Había informado entre jadeos Ser Arryk cuando golpeó su puerta momentos atrás.

La imagen que recibió a Rhaenyra cuando llego al ala del Maestre fue una que la princesa sabe que la perseguirá en sus pesadillas por el resto de su vida.

Aemond, sentado de espaldas a ella, Alicent conteniendo las lagrimas de rodillas frente a él, Helaena, a su lado, con su bonito vestido rosa empapado en sangre.

“Lo siento mucho, su majestad, no pudimos salvar el ojo.” Susurra un maestre cuando pasa a su lado.

En la mano del viejo hombre hay una bandeja de plata con, de hecho, un ojo flotando en sangre.

Tragando la bilis que sube por su garganta, la princesa se acerca temerosa a su familia. Lo que ve la hace caer de rodillas.

Aemond, su dulce niño, mutilado. Su rostro manchado con sangre, tierra y hollín. Un pequeño corte en su labio, una de sus cuencas, vacías. Un maestre frente a él esta apenas comenzando a suturar una larga herida que va desde su mejilla hasta su frente.

Sin pensarlo dos veces, Rhaenyra toma su mano libre y besa sus pequeños nudillos. Conteniendo las lagrimas, a su lado, Alicent sostiene la otra mano de su hijo mientras llora silenciosamente.

“¿Qué ha sucedido?” La pregunta suena hueca en su boca, pero aún así es fácil reconocer la furia y el peligro en su voz. “¿Quién le ha hecho esto?”

“El príncipe Maegor, su majestad.” Responde dudoso Sir Westerling
Solo entonces, Rhaenyra nota lo llena que se encuentra la habitación.

La guardia real entera se dispone a su alrededor, al igual que sus hijos, excepto Daeron. Su padre, hermanos, primos, e incluso los Velaryon la observan desde diferentes rincones.

Sus hijos. Aegon se para frente a la chimenea, desconcertado y temeroso.
Debajo de las ventanas, junto a sus propios hermanos, estan Jace y Luke, rostros magullados y manchados con lagrimas. El intento de Rhaenyra de levantarse y correr hacía ellos es olvidado cuando Aemond gime ante la aguja perforando su ya sensible piel.

“ÉL NOS LLAMÓ BASTARDOS.” Grita Aenys.

Aemond grita algo en respuesta, y la habitación se llena de gritos ininteligibles.

“¡Ya basta!” Exclama Viserys, golpeando su bastón en el piso. “Que alguien explique que ha sucedido, ahora mismo.”

“Debería ser mi hijo quien cuente lo que pasó, después de todo, él es quien ha sido dañado de por vida.” La voz de Alicent suena débil y quebradiza a su lado, pero no flanquea en ningún momento.

“Habla, Aemond.” Susurra Rhaenyra, sin dar tiempo a nadie más para objetar.

“Acompañe a Helaena a Dragon Pit, ambos intentaríamos reclamar a Dreamfyre, y ella lo logró, así que me quede esperando cuándo ellas fueron a volar, y ellos llegaron y me atracaron.”
Aemond habla fuerte y claramente a pesar de tener que sostener un trapo para detener el sangrado en las parte aún no suturadas de su herida.

El relato hace que la sangre de Rhaenyra hierva.

“Padre, deben ser castigados.”

“Mis hijos también deberían poder hablar de lo que sucedió, ellos también han sido lastimados.” Interrumpe Laena.

Antigua ley, nueva historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora