Alicent I

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Buenas! Acá les traigo un nuevo capitulo!
advertencia: matrimonio infantil (Alicent y Rhaenyra tienen 16), sangre, autolesiones (Alicent lastimando su mano).
Me disculpo por cualquier error.
Espero que lo disfruten!


La ceremonia y el banquete habían sido todo lo que la joven doncella había soñado alguna vez. Sus sueños de niña se habían cumplido, había sido una hermosa novia, con un hermoso vestido y una gran boda, la única diferencia con sus sueños de niña y su realidad, fue el novio, o, bueno, la falta de un él.

Ella se  había casado con una mujer. Su amiga de la infancia de entre todas las personas.

En las semanas previas a la boda, Alicent había pasado noches enteras en vigilia, y días completos en el septo, orando. Sus rodillas, que alguna vez habían sido tan blancas como la leche al igual que el resto de su cuerpo, se habían vuelto de un color morado que rozaba lo ofensivo, el tiempo que había pasado de rodillas en el duro piso de piedra de su habitación y en el frio piso del septo, había dejado sus rodillas amoratadas, sus ojos sin más lagrimas para derramar, y la carne alrededor de sus uñas completamente descubierta.
Ella había orado por perdón al Padre, por misericordia a la Madre, por respuestas a la Doncella, por sabiduría a la Anciana, por valentía al Guerrero, no se había atrevido a orar por una buena construcción de su matrimonio al Herrero; y, para no herir los sentimientos de su esposa, ella nunca admitiría haber orado al Extraño para que la tomará.

Alicent había pasado la mitad de su vida pidiéndole al Extraño que se la llevará.

Los Dioses, como cada vez que la niña había acudido a ellos, respondieron con silencio e ignorancia. Ella no sabía si a los Dioses genuinamente les importaba tan poco su vida y la vida del reino que se vería afectado por esta boda, o si ellos estaban tan indignado con este terrible pecado que no la consideraron digna de respuesta.

Si los dioses hubieran rechazado esta unión, ya habrían desatado una plaga, o enviado alguna sequía, deja de preocuparte Alicent. Había dicho su padre. Y ya es hora de que dejes ese horrible habito, serás una reina un día. ¿Qué clase de reina se mutila así misma? Había regañado el hombre.

Alicent había aceptado, con el tiempo, que los dioses no le responderían, pero el reino no había descendido en el caos aún, y eso era una buena señal.

Quizá y solo quizá, los Dioses habían entendido que este era un matrimonio hecho para que ni ella ni Rhaenyra tuvieran que contraer nupcias con hombres indignos, y aprobaron sus razones, incluso las bendecirían con muchos herederos.

La niña descubrió que no tenía que temer al castigo, ya que ella y su esposa no tendrían relaciones carnales diariamente, solo lo harían una vez, en su noche de bodas. Ellas no tendrían un matrimonio tradicional.

Pensar que ella y Rhaenyra nunca se amarían como una pareja casada debe amarse había hecho que un nudo se formará en la garganta de Alicent una noche. Ella no volvió a pensar en eso.



Los  siete días de festividades habían terminado tanto para la fortaleza, como para las personas comunes de King’s Landing.

Alicent había solicitado, a través de Rhaenyra y su padre, en el consejo pequeño, que comida y vino sean repartidos a la gente del pueblo, para que ellos celebren su boda también. El consejo se había negado completamente, no viéndolo necesario.

Así que Alicent escribió por si misma a su tío, el hermano de su difunta madre, Paxter Redwyne, el Señor del Rejo. El hombre había estado más que feliz de enviar vino y comida para el pueblo de King’s Landing y con ellos ganarse el favor de la futura reina. Tampoco es que pudiera haber hecho mucho para negarla, después de todo, Alicent era su tercera heredera, después del primogénito del hombre, Florian Redwyne, y el hermano de la princesa consorte, Gwayne.

La comida y el vino había puesto a la gente común borracha, literal y figurativamente, de alegría.

Luego de escuchar como el pueblo de King’s Landing coreaban su nombre y el de Rhaenyra, su padre había reconocido que fue un buen movimiento.

Extrañamente, el orgullo del hombre no produjo la alegría que Alicent había esperado sentir, en realidad, se sintió sucio de alguna forma.


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